‘La tutoría’: el nieto de Liv Ullmann e Ingmar Bergman sienta a los adultos ante los dramas de los niños
“Hay gente que busca en la película trazas de mis abuelos. Les recomiendo que no lo hagan”, explica Halfdan Ullmann Tøndel, que presenta en la Seminci de Valladolid la película con la que ganó en Cannes la Cámara de Oro a la mejor primera película
Armand tiene seis años y ha abusado sexualmente de su amigo Jon. O no. La tutoría, primer largometraje del director noruego Halfdan Ullmann Tøndel (Oslo, 34 años), enfrenta la mirada adulta del espectador, y sus prejuicios, hacia actitudes infantiles que pueden ser consideradas niñerías... o una barbaridad. El cineasta presenta en la Seminci de Valladolid su primera película con el eterno peso de su linaje, como nieto de Liv Ullmann e Ingmar Bergman. “Me siento en casa haciendo cine”, dice el autor, que se ha puesto tras las cámaras pese a que en un primer momento trató de huir de la tradición familiar. En Cannes, donde se estrenó el drama, que podrá verse en salas españolas, todavía sin fecha de estreno cerrada, Ullamnn Tøndel ganó la prestigiosa Cámara de Oro, que reconoce a la mejor primera película en cualquier sección del festival francés. Desde ese momento, La tutoría ha generado cierta controversia por la temática, ruido indiferente para Ullmann: “Me emociona generar tensión e incomodidad”.
La tutoría, que avanza marcada por la sombra del ausente hasta el final Armand (cuyo nombre bautiza al filme en su título original), tiene en su protagonista, la progenitora del niño acusado, Renate Reinsve (La peor persona del mundo), una figura sobre la que resulta fácil sospechar: actriz, viuda reciente, mujer histriónica, alocada para la convencionalidad de los demás padres, fácilmente mala madre y probable fuente de las actitudes irreverentes de su hijo. Sobre ellos recae la culpa vertida por otra madre, hermana a su vez del fallecido padre de Armand. No hay pruebas más allá del testimonio de la presunta víctima, y esa historia está manipulada según los intereses de cada parte.
El director presenta el drama en un colegio el último día del curso: padres pululando entre perchas, dibujos, pizarras y pupitres, mientras en un aula apartada el director, la profesora y la jefa de estudios tratan de explicar a los padres de dos alumnos que uno ha vejado a otro. Ullman juega con golpes cotidianos de distensión: sangran narices, una alarma estropeada grazna rompiendo la tensión de la charla, hay ataques de llanto y de risa, y el deseo oculto y la venganza latente se cuelan en un retrato de los errores e intereses ocultos de los adultos al gestionar situaciones causadas por niños.
El cineasta no da demasiada importancia a la Cámara de Oro: “Los premios son divertidos para los dos primeros días; luego los dejo en la estantería de casa, se me olvidan y me pongo a trabajar en el siguiente proyecto”. Sus inicios cinematográficos en el cortometraje han quedado muy lejos: “Ahora soy mucho más exigente”. Ni tampoco aquellos primeros galardones a esos primeros trabajos le sirvieron, bromea, para encarar el triunfo en Cannes: “Era un sábado por la mañana y tuve que buscarme la vida para dejar a mi hijo, de tres años y medio, con una cuidadora para irme corriendo a por aquel trofeo y llegar a recogerlo con 20 minutos de retraso”.
Él mismo aborda el pedigrí de sus apellidos antes de que se le mencionen, sabedor de las expectativas generadas, como si la capacidad cinematográfica se transmitiera genéticamente. El linaje, a su juicio, no le ha ayudado especialmente a labrar su carrera artística: insiste en que La tutoría le ha requerido ocho años: “Juzga si es mucho o poco”. Y dice que la creó sin centrarse especialmente en la “presión” del espectador por sus apellidos. “Siento más presión de mi parte que de los demás”, añade. “Hay gente que busca en la película trazas de mis abuelos. Les recomiendo que no lo hagan, aunque esto no lo puedo controlar”.
Ullmann gesticula de manera entusiasta cuando describe algunos aspectos de la película. Como cuando incide en la creciente tensión de la narración o cuando ilustra los distintos posicionamientos morales actuales. Y confiesa: “No leo mucho las críticas, pero las acepto porque es una película que toca mucho los límites, vivimos en una sociedad de grises”.
El director afirma que esta obra no se centra en sus recuerdos infantiles, sino en su experiencia en general: “Fui niño, fui profesor y ahora soy padre”. El noruego subraya que su linaje le hizo recelar del cine y tratar de desempeñarse en otras áreas. Buscando desafíos más allá de su árbol genealógico, estudió Psicología, Economía y Periodismo, donde descubrió la producción audiovisual. Y así se lanzó a los cortos y, posteriormente, a este largomentraje. Eso sí, existen paralelismos con algunos de sus personajes, Ullmann confiesa un eco en la madre artista de Armand: “Hay mucho de mí en esta película, de mi personalidad, de mis sentimientos, a veces destructivos, de mi forma de pensar y de mis experiencias”.
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