Miguel Ríos celebra sus 80 años con un emotivo concierto en su Granada natal
El cantante vuelve al escenario junto a otros cuatro grupos legendarios de la ciudad: 091, Lagartija Nick, Niños Mutantes y Los Ángeles
Miguel Ríos lanzó Todo a pulmón en 1984. A sus 40 años exactos y con más de 20 de carrera, el rockero granadino cantaba que se le hacía “difícil mantenerme en este viaje”. Este viernes cumplió 80 años y el sábado se subió al escenario una vez más. Cantó Todo a pulmón y dejó claro que el viaje no solo continúa, sino que el destino no está escrito ni mucho menos. Ríos y sus cuerdas vocales han salido ilesos de un viaje que comenzó a principios de los años sesenta. Salió entonces de Granada con el objetivo de convertirse en rockero cuando el rock and roll no existía siquiera en España. Este sábado ha vuelto a su Granada natal para celebrar su cumpleaños junto a cuatro grupos legendarios de la ciudad: Los Ángeles, 091, Lagartija Nick y Niños Mutantes. Un concierto con el que él homenajeó a la música granadina y su ciudad, representada en más de 6.000 personas reunidas en la plaza de toros, lo celebró a él.
El concierto de Miguel Ríos en su cumpleaños estaba diseñado para el éxito. Un arranque con Bienvenidos y Vuelvo a Granada es una clara toma de posición del cantante, que le está diciendo a su público que se pone delante de ellos a su total disposición, para complacerle; para darle la música que esperan. Porque el espíritu de muchos de los asistentes se podía resumir en lo que contaba mientras pedía unas cervezas antes del inicio del concierto Juan Eloy Mendoza, un granadino de Trevélez: “Yo vengo a llorar. A que Miguel me recuerde mis viajes de Valencia a Granada cuando estaba estudiando en los que oíamos sus canciones permanentemente”. Cambiando ciudades o situaciones, mucha gente acudió al concierto, si no a llorar, sí a dejarse emocionar. Y Ríos, que de emociones sabe, cumplió.
Tras el arranque, el artista octogenario —él no se corta en decirlo— dio paso a las bandas granadinas que interpretaron cuatro temas cada una, mientras entre cambio y cambio se proyectó un audiovisual de la historia de la música local. Y de estos grupos, de sobra conocidos, quizá merezca la pena resaltar una percepción: ¡Qué buenos bateristas tienen los grupos granadinos! Igual se ha dicho poco que esa tierra en el sur es tierra de buenos bateristas: Popi González, Tacho González, Eric y Nani Castañeda. El que acompaña a Ríos, Pablo Narea, no era local, pero con poco más de 20 años estuvo también soberbio. Miguel Ríos se fue sumando a la última canción de cada uno de los grupos y aunque la cita era con el cantante, la gente apreció el viaje por seis décadas de música de la ciudad. A una mujer del público se le oyó decir: “Esta gente no tenía que morirse nunca”.
Y tras las bandas, Miguel Ríos volvió a tomar posesión de la escena y todo lo que ofreció fue celebrado, bailado y, como mandaba el protocolo, llorado. Por el coso granadino se escuchó Todo a pulmón, El blues del autobús —”Un retrato de mi vida como músico que ojalá hubiera escrito yo porque es perfecto”, dijo Ríos al presentarla—, La estirpe de Caín —que, quizá porque en su letra dice que “hay ricos en Mercedes que gritan libertad / El ruido amplificado / Es un insulto a la verdad”, el cantante eligió como “mi canción para el día de reflexión”—, y otras entre las que no faltó el Himno de la alegría, Santa Lucía o El río. A esta se sumó, sin esperarlo él a juzgar por su sorpresa, su hija Lúa.
A Miguel Ríos, tras más de seis décadas largas en el escenario y más de 30 discos editados, no queda otro que encasillarlo a estas alturas, y aunque él se negó durante mucho tiempo, como un rockero del canon en al menos un aspecto: interpreta las baladas como nadie.
El rockero granadino nació el Día D más uno, es decir, 24 horas después del desembarco de Normandía. Por eso o por su determinación, su nombre tenía que acabar unido a la historia. Si lo de su nacimiento fue azar, no lo han sido todos los hitos que ha marcado en su vida profesional. El granadino siempre ha tenido visión y objetivos. En su sector, podríamos llamarlo así, hay unanimidad en que ha hecho historia en el rock español y, por tanto, en la cultura española. Miguel Ríos ha abierto muchos caminos que ahora parece que siempre estuvieron allí, despejados. En 1971 celebró un concierto benéfico y proyectó de fondo diapositivas que, como cuenta él mismo, compusieron “una lectura estética de las canciones”. Era la primera vez. Ese show, Conciertos de rock y amor fue el primer disco grabado en directo en España. En 1978, utilizó un rayo láser en un concierto. Su gira con hologramas, su solución para actuar en el centro de una plaza de toros y otros ingenios y decisiones lo muestran como un artista interesado en recurrir a la última tecnología disponible. Y por supuesto, su gira Rock and Ríos es un hito en la historia de la cultura en España. Pero su interés por la tecnología y por traer a la España de hace cincuenta años conciertos deslumbrantes, no ha evitado que el cantante haya dejado atrás algo que considera fundamental: la responsabilidad social y ética de la cultura. Su hija Lúa define a su padre para EL PAÍS como “el primer artista que defendió el rock más como cultura que ocio”. El propio Ríos le da una vuelta de tuerca más al decir que su intención fue “vestir al rock de una ideología que no tenía”.
Ahora, pasada la celebración de su cumpleaños, el cantante pasará unos días de descanso en Granada, ha explicado a este diario, y durante el próximo año se ha impuesto la tarea de impulsar, promocionar y conseguir fondos para la Fundación Miguel Ríos por el rock y la solidaridad, entidad que le ha organizado el concierto y otros actos alrededor de su cumpleaños. Tras el descanso, en 15 días vuelve a la carretera. El escenario, no obstante, no tendrá 30.000 watios. Su próximo bolo es en la universidad. En 15 días abrirá los Cursos de Verano de la Rey Juan Carlos donde hablará de lo que ahora le preocupa, la responsabilidad social de la cultura y del papel de los artistas en el mundo de ahora. Un bolo con aire acondicionado pero en el que la música que suene puede resultar incómoda para más de uno. Ese es Miguel Ríos, el artista que inventó el lema “los viejos rockeros nunca mueren” y que, a continuación, lo estableció como una prioridad para sí mismo.
Una celebración con sus amistades
El 80º aniversario ha consistido en una serie de actividades organizadas por su fundación en la que el cantante no ha estado solo ni mucho menos. El director del Instituto Cervantes, Luis García Montero, la actriz María Barranco, Ana Belén, Joan Manuel Serrat, Javier Ruibal o el Gran Wyoming son algunos de los artistas presentes en esos actos. También ha estado Iñaki Gabilondo, el exjuez Baltasar Garzón y la fiscal Dolores Delgado. Y, por supuesto, su familia. Siempre cerca de él estos días su hija Lúa, que a preguntas de este diario sobre cómo encontraba a su padre contestó rápida: “Estupendo, maravilloso, como es él”.
Babelia
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