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Isabel Villar, artista: “El día que se exhumó a Franco sentí una inmensa felicidad”

Creadora de un mundo de mujeres plenas de felicidad, expone a sus 90 años en una muestra dedicada a su amigo el gestor cultural Alberto Anaut, fallecido el año pasado

Isabel Villar, pintora de 90 años, retratada en la galería Fernández-Braso de Madrid, el 2 de abril de 2024.
Isabel Villar, pintora de 90 años, retratada en la galería Fernández-Braso de Madrid, el 2 de abril de 2024.Claudio Álvarez

Isabel Villar acaba de cumplir 90 años y lo ha celebrado con una exposición de obra reciente en la que su naturaleza fantástica vuelve a poblarse de mujeres plenas de candor y felicidad. Solas o en pequeños grupos retozan en un paraíso en el que los animales las acompañan a la sombra de cascadas mientras ellas se transmutan en mariposas. En esta última versión del Edén, la huella masculina es imperceptible, salvo que alguien la descubra camuflada en los animales salvajes o en el sexo de los ángeles.

Cántabra nacida en Salamanca y residente en Madrid, la artista llega a la galería Fernández-Braso ligeramente ayudada por un bastón. Hasta el barrio de Salamanca, en el que se encuentra la sala, se ha trasladado en autobús desde la zona de Arturo Soria. Llega rebosante de energía y muy contenta porque en el trayecto ha pegado la hebra con otra señora que la ha reconocido porque la noche anterior el periodista Carlos del Amor la sacó en el Telediario de La 1.

En esta misma galería celebró su última exposición, en 2018. Fue una suerte de antológica en la que se revisaba su pintura desde los años setenta hasta 2017 y de la que guarda grandes recuerdos porque fue comisariada por su gran amigo Alberto Anaut, fallecido en julio del pasado año. A la memoria de Anaut está dedicado el catálogo de esta muestra, que se podrá visitar hasta el 25 de mayo.

Pregunta. ¿Cuándo ha pintado estos cuadros? ¿Hay pinturas antiguas junto a otras recientes?

Respuesta. No. Todos estos y otros muchos los he pintado desde 2022 hasta ahora. Tengo una facilidad inmensa para trabajar. Soy muy rápida y muy trabajadora.

P. ¿Le afectó el coronavirus?

R. No pasé la enfermedad, pero justo en esos días en los que todo empeoraba a mí me habían operado de una cadera. Cuando el presidente Sánchez comunicaba el confinamiento del país, mis sobrinas pudieron sacarme del hospital de La Paz [Madrid] para hacer la convalecencia con ellas en su casa. Desde la muerte de mi marido [el artista Eduardo Sanz, fallecido en 2013] vivo sola. Tampoco mi hijo Sergio se podía hacer cargo de mí.

Imagen de la exposición de Isabel Villar.
Imagen de la exposición de Isabel Villar. Claudio Álvarez

P. Estuvo usted bien cuidada, pero ¿cómo le afectó anímicamente?

R. Las cuarentenas por el coronavirus, lejos de paralizarme como a algunas personas, me obligaban a trabajar más rápido porque sentía que el tiempo se me escapaba y tenía que aprovecharlo. Si hasta entonces dedicaba toda la mañana a trabajar, en cuanto pude manejarme bien, empecé a trabajar también por la tarde. No se puede perder el tiempo.

P. Trabajar de esa manera tan entregada le ayudaría a superar la tristeza por las personas que morían a montones aquellos días.

R. Una de las cosas que más me indignan es leer con qué frivolidad la presidenta Ayuso se refiere a aquellas muertes. Suelo leer EL PAÍS cada mañana y son muchas las veces que lo lanzo al suelo por el horror que me produce ver noticias en las que sale riéndose de todos nosotros.

P. ¿Qué otras cosas le provocan esa indignación?

R. La masacre que Israel está cometiendo en Palestina. Bombardear hospitales es lo último. No puedo ver las imágenes de los niños destrozados. El sufrimiento tiene un límite.

P. ¿Qué recuerdos guarda de su Salamanca natal? Cuando la Guerra Civil era usted muy pequeña.

R. Tenía dos años. Yo vengo de una familia de clase media. Conservadora y culta, no de extrema derecha. Mi padre, Miguel Villar, era ingeniero de Montes y amigo íntimo de Unamuno. Mi abuelo, Manuel Villar y Macías, es autor de la única historia que existe de Salamanca. Yo soy la tercera de cinco hermanos, tres chicas y dos chicos. En 1941, a mi padre le trasladaron a la zona forestal de Ávila y los inviernos eran tan duros que nos traían a Salamanca. Imagínese lo que eran aquellos montes, pero lo cierto es que no veíamos lo que le estaba pasando a una gran parte de la población.

La pintora Isabel Villar junto a su marido, Eduardo Sanz, en una imagen sin fechar facilitada por la artista.
La pintora Isabel Villar junto a su marido, Eduardo Sanz, en una imagen sin fechar facilitada por la artista.

P. ¿En qué momento decide convertirse en pintora?

R. Odiaba las matemáticas y, en cambio, siempre he tenido una gran facilidad para el dibujo. En el colegio hacía trueques con los compañeros, que me hacían los deberes de matemáticas. Yo les hacía unos dibujos esmeradísimos. Tampoco me regañaban mucho porque era una niña de buen carácter que en mayo llenaba de vírgenes los encerados. De manera que cuando dije a mis padres que me inscribieran en San Eloy, la escuela de Dibujo de Salamanca, lo hicieron y no hubo ningún drama.

P. ¿No tenían planes más conservadores para usted, como casarse con un chico de buena familia?

R. No lo creo. Tampoco di yo mucho margen para planes así porque a los 18 años estaba en la Academia de Bellas Artes de San Fernando. Entre los amigos más próximos estaban Alfredo Alcaín, Antonio Zarco, Ángel Doreste, Vicente Vela o Eduardo Sanz.

P. ¿Había pocas mujeres?

R. Pocas. La proporción era de tres mujeres por cada 10 hombres. Muchas abandonaban al casarse.

P. No fue su caso.

R. Todo lo contrario. Los chicos te invitaban entonces a bailar o al cine, pero Eduardo me invitaba a salir a pintar paisajes los domingos. ¿Cómo no me iba a enamorar de él? Nos casamos en 1963 y nos marchamos a vivir a Santander. Allí tuve a mi único hijo, Sergio.

P. Entre aquellas pocas mujeres de la Academia estaban María Moreno e Isabel Quintanilla.

R. Estaba el grupo de los llamados realistas, capitaneados de alguna manera por Antonio López, entonces, Antoñito. Era un líder al que yo no seguía porque el realismo me aburre.

P. ¿Durante la maternidad hizo usted un paréntesis artístico?

R. Todo lo contrario. Estuve más activa y creativa que nunca, pero por necesidad económica nos pusimos las pilas. De mutuo acuerdo, dimos prioridad a la obra de Eduardo, que ya había despegado, mientras que yo fabricaba unas artesanías de plata similares a los iconos rusos que vendíamos muy bien.

Isabel Villar, en su estudio de Madrid, en 2018, en una imagen cedida por la artista.
Isabel Villar, en su estudio de Madrid, en 2018, en una imagen cedida por la artista.PABLO LINÉS

P. ¿Cuánto faltaba para que despegara la Villar artista tal como la conocemos?

R. Fue de repente, como un brote interno que me señalaba qué era lo que yo quería hacer, qué tipo de cuadros y qué historias quería contar.

P. Lo que se percibe en su obra es una arcadia en que las mujeres se mueven felices por vegetaciones fantásticas dominadas por la naturaleza. Francisco Calvo Serraller, el gran crítico de EL PAÍS, destacaba su fantasía, destreza en el dibujo y el sentido del humor con el que se inspiraba en escenas del mundo antiguo.

R. Lo que yo cuento con mi pintura, ahí está. No me gusta explicarlo, pero sí me reconozco en un mundo.

P. Como mujer de izquierdas, hubo un tiempo en el que tuvo gran proximidad con el PSOE e incluso llegó a ser una musa artística de la Transición.

R. Yo siempre he sido antifranquista. En la Bienal de Venecia de 1968, donde acompañé a Eduardo, que exponía por tercera vez en el pabellón de España, participamos en una manifestación contra la dictadura. Por cierto, él llevó una pieza formada por cristales rotos y compresas chorreantes de sangre que no sé si entendieron aquí.

P. Hizo usted la ilustración del 27 Congreso del PSOE, celebrado en diciembre de 1976.

R. Sí. Es un acrílico en el que se ve a Fernando de los Ríos, Pablo Iglesias y Julián Besteiro paseando por un luminoso y frondoso bosque verde.

P. ¿Sigue siendo simpatizante socialista?

R. Sí, claro, aunque hay algunos que podrían estar en otro partido. A mí me conquistó Pedro Sánchez en el momento en el que anunció que exhumaría a Franco del Valle de los Caídos. Le dije mirando al televisor: “Si lo haces, te voto”. Lo hizo y para mí fue un día de inmensa felicidad. Por supuesto que le voté.

P. Su obra ha sido celebrada por la crítica y los coleccionistas, pero ha tenido pocos reconocimientos oficiales.

R. Salvo la medalla del Ayuntamiento de Salamanca, no he recibido ningún premio oficial.

Una obra de Isabel Villar, en su exposición de la galería madrileña Fernández-Brasso.
Una obra de Isabel Villar, en su exposición de la galería madrileña Fernández-Brasso.Claudio Álvarez

P. ¿Cómo se explica eso? ¿Por ser mujer y por ir siempre por libre?

R. Yo no he pedido nunca nada. Soy feminista porque quiero la igualdad para todos. Ellos y nosotras somos iguales, aunque luego no sea tan cierto. A las mujeres nos sigue faltando mucho para llegar a la igualdad. Y es verdad que he ido por libre, pero mi obra ha formado parte de exposiciones puntales para entender el arte hecho por mujeres. Como en Territorios indefinidos [en el Museo de Arte Contemporáneo de Elche], la primera exposición feminista de la España democrática, y luego en Genealogías feministas en el arte español 1960-2010 [Museo de Arte Contemporáneo de Castilla y León, Musac, en León].

P. ¿Está bien representada en los museos españoles?

R. Creo que el Reina Sofía, por ejemplo, tiene obra mía, pero no creo que la expongan. Nunca me he trabajado la representación en las instituciones. Tampoco me he promocionado en el extranjero porque me mareo y no me gusta viajar.

P. ¿Qué es lo último que ha pintado?

R. Alguna de las cascadas bajo las que se bañan las mujeres desnudas.

P. ¿Cuánto tiempo tardó en realizar ese cuadro?

R. El mismo que tardo en hacer una sopa de verduras.

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