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Los últimos creadores de arte sacro, un oficio en riesgo de extinción

La concesión de la Medalla de las Bellas Artes a la asociación de gremios que practican una disciplina secular otorga visibilidad a expresiones culturales que peligran porque no hay ningún lugar donde aprenderlas

El bordador y presidente de la Asociación Gremial Arte Sacro, Francisco Carrera, 'Paquili', en su taller de Sevilla el pasado 23 de enero.
El bordador y presidente de la Asociación Gremial Arte Sacro, Francisco Carrera, 'Paquili', en su taller de Sevilla el pasado 23 de enero.PACO PUENTES
Eva Saiz

En el taller de Francisco Carrera, Paquili, sobrevuela una concentración relajada. Sus siete aprendices se inclinan sobre los bastidores mientras insertan con una minuciosa precisión la aguja enhebrada en hilo dorado con la que, de manera imperceptible, van hinchando los brocados que sobresalen de un terciopelo y que luego destacarán sobre el mantón de una virgen o serán el relieve que otorgue exclusividad a un vestido de alta costura. Además de envuelto en la calma, el local parece suspendido en el pasado, no en vano quienes allí trabajan son herederos del Barroco sevillano en su técnica y su labor.

Son bordadores, uno de los gremios que mantienen vivo el arte sacro, una disciplina que entró en el siglo XXI presa de los prejuicios que la circunscribían al ámbito religioso, pero que, en el último lustro, ha empezado a deshacerse de los clichés para reivindicar el reconocimiento que se merece un conjunto de especialidades que beben de una tradición secular. La concesión por parte del Gobierno de España de la Medalla de Oro de las Bellas Artes a la Asociación Gremial de Arte Sacro de Sevilla, el pasado enero, supuso un espaldarazo a esa estrategia y un dique frente al peligro de extinción que corren algunas de sus profesiones porque no hay lugar donde enseñarlas ni quien pueda aprenderlas.

Una de las aprendices del taller de Francisco Correa, 'Paquili'.
Una de las aprendices del taller de Francisco Correa, 'Paquili'.PACO PUENTES

“Para nosotros la medalla es un reconocimiento al trabajo que venimos haciendo desde hace siglos, también al de la asociación, que se ha creado recientemente, y además nos brinda un posicionamiento a escala nacional que anteriormente el arte sacro no tenía”, explica Paquili, presidente de la asociación, que se constituyó en 2018 para “dar dignidad al sector”. Es decir, conseguir que los distintos gremios que forman parte de esta disciplina —bordado, capirotes, carpintería, cerería, confección de prendas y cuero, orfebrería, pasamanería, pelucas sacras, pintura, restauración y talla― estén englobados bajo un epígrafe en la Clasificación Nacional de Actividades Económicas (CNAE) que los identifique, algo esencial para solicitar subvenciones o poder enseñar y otorgar titulaciones. “¿Cómo es posible que en la Comunidad Valenciana esté reconocida como hecho diferencial la creación de ninots, que es un arte efímero, y nosotros que estamos en los museos no seamos nada?”, se pregunta.

“Si no tenemos una regulación, no existimos; y si no existimos, vamos a tener problemas porque no tenemos un epígrafe concreto para recibir ayudas, como nos pasó en la pandemia. Y muchas de las disciplinas artísticas que practicamos no se pueden aprender en ninguna universidad o escuela porque no existe titulación”, abunda Paquili. La de bordador, que él ejerce, es una de las que solo pueden impartirse en talleres. Paquili enseña a sus aprendices, pero estos después no tienen más que el aval de su maestro para poder presentarse como bordadores en otros lugares porque no hay titulación ni docencia específica

Alfonso Aguilar, el vicepresidente de la asociación, solo cuenta con un empleado. Él regenta el único taller de encaje de bolillos de Andalucía. No tuvo maestros porque la profesión, que Carlos V introdujo en España en el siglo XVI, ya se había perdido. Informático de profesión y con inquietud por este tipo de técnica, aprendió de manera autodidacta. “Me puse a investigar, hacía fotos digitales, las ampliaba mucho para ver dónde estaban los hilos, primero empecé con cosas básicas”, explica. Ahora maneja los bolillos con una ligereza de autómata. Pero su trabajo, como el del resto de los artesanos y creadores que se dedican al arte sacro, depende de su propia pericia, lo que les hace inmarcesibles ante la tecnología o la inteligencia artificial.

“Lo que nosotros hacemos es único, no se elabora en ninguna otra parte de Europa, por eso nos esforzamos por potenciarlo, para salvaguardar el futuro, pero también la excelencia”, indica Paquili. “Es un hecho diferencial, cultural y artístico en Andalucía y, por tanto, de España”, abunda. Una singularidad que, sin embargo, pasa desapercibida para las Administraciones, que han permitido, censura el bordador, que se pierdan técnicas y profesiones, como la del encajador de bolillos o el entallador —quien da forma a las piezas que luego repujan los orfebres―. ”Solo queda uno en Andalucía, ya está mayor y no tiene a quién enseñar. Es una técnica esencial que se va a perder”, advierte Aguilar.

Paquili pone como ejemplo de esa desidia la desaparición de la batihoja. “Era una disciplina artística autóctona de Andalucía, consecuencia de la llegada de oro y plata de América tras la Conquista. Se creó una profesión que consistía en batir el oro hasta convertirlo en una lámina, que es la que se utiliza para adornar los altares y los pasos. Pues esa profesión ha desaparecido en España, que es donde más se utiliza esta técnica, y ahora dependemos de Italia, único país donde se fabrica”, explica. “Las Administraciones no deberían haberlo permitido, deberían ponderar esa singularidad”, añade. Aguilar advierte a su vez del hilo de oro, esencial para sus trabajos: “Solo lo fabrica una empresa en Barcelona, cuando se canse o si cierra nos quedaremos sin él”.

Nuevos mercados para trabajos que ya casi no existen

El hecho de que el arte sacro esté íntimamente vinculado al ámbito religioso y se le haya circunscrito al entorno de la Semana Santa y las cofradías ha perjudicado su promoción, un encasillamiento del que también pretende liberarlo la asociación. “Estamos cambiando esa percepción, hay que valorar lo que es una creación artística independientemente del uso final. La medalla lo que hace es darnos la razón, reconocer que lo que nosotros hacemos es arte”, indica Paquili.

Y aunque los encargos de las hermandades siguen siendo su principal fuente de ingresos, los gremios del arte sacro, precisamente por esa especialización que los hace únicos, están diversificando su producción y abriéndose a otros mercados. Paquili y Aguilar trabajan para las principales casas de alta costura —ambos participaron en la elaboración de varios diseños de la colección que Dior presentó en la plaza de España de Sevilla―, hay ebanisteros sevillanos que están trabajando en la reconstrucción de la catedral de Nôtre Dame de París, junto con uno de los mejores vidrieros del mundo, que también es de Sevilla. “Somos una potencia artística en Europa porque hacemos trabajos que ya no existen en el resto del continente”, explica. A través de la asociación también se están tejiendo lazos con Asia y América Latina.

Alfonso Aguilar realiza encaje de boilillos.
Alfonso Aguilar realiza encaje de boilillos. PACO PUENTES

El arte sacro emplea en Andalucía a unas 3.000 familias. Como no hay un epígrafe específico no se ha cuantificado cuántos ingresos genera, por eso la asociación ha firmado un acuerdo con la Universidad de Sevilla para la elaboración de un estudio sobre su impacto económico. La asociación está manteniendo reuniones con el secretario de Estado de Hacienda para conseguir ese epígrafe en el CNAE y una rebaja en el IVA, y con la Junta para lograr una titulación específica para alguno de los gremios. “Hay buena voluntad, pero cambiar la legislación no es fácil”, dice con una sonrisa de resignación Paquili.

“Nosotros hacemos patrimonio y contribuimos al sostén de la comunidad no solo a escala económica, sino también patrimonial, cultural y turística, porque la gente viene a Sevilla y a Andalucía entre otras cosas para buscar las particularidades propias de la ciudad”, señala Paquili. “Contribuimos a configurar esa alma, somos los herederos de La Roldana, de Martínez Montañés, del Barroco sevillano, pero en el siglo XXI”, concluye.

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Sobre la firma

Eva Saiz
Redactora jefa en Andalucía. Ha desarrollado su carrera profesional en el diario como responsable de la edición impresa y de contenidos y producción digital. Formó parte de la corresponsalía en Washington y ha estado en las secciones de España y Deportes. Licenciada en Derecho por Universidad Pontificia Comillas ICAI- ICADE y Máster de EL PAÍS.

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