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Camus, ¿intocable? Un libro lo acusa en Francia de colonialista. Y resucita la polémica con Sartre

El estudioso Olivier Gloag, autor del ensayo que intenta desmontar la leyenda camusiana, es criticado por querer cancelarlo y derribar su figura

Albert Camus
Albert Camus, en el Teatro Antoine, en una fotografía de 1959.Keystone-France/ Gamma-Keystone/ Getty Images
Marc Bassets

Todo vuelve, aunque sea envuelto en ropajes distintos. Regresa, en la Francia de Emmanuel Macron y del ascenso, quizá irresistible, de Marine Le Pen, la querella que marcó la vida intelectual francesa a mediados del siglo XX y que enfrentó a propósito de la revolución y el totalitarismo de izquierda a Jean-Paul Sartre con Albert Camus.

Un libro, titulado Olvidar a Camus y escrito por el profesor en la Universidad de Carolina del Norte Olivier Gloag, reabre la herida. El libro retrata a Camus como un escritor colonialista —y machista, entre otros pecados—, alejado de la imagen de santo laico e irreprochable icono humanista. “No se trata de juzgar a Camus, sino de enriquecer la lectura”, sostiene Gloag desde Estados Unidos. “Hay que seguir leyéndolo, pero sin ver en él a un personaje de cuento de hadas”.

A los camusianos no les ha gustado Olvidar a Camus. Acusan a Gloag de “deshonestidad intelectual”, de “derribar estatuas” y de “cancelar” al estilo de la izquierda universitaria norteamericana, como se ha leído en Le Figaro. También de “rehacer los procesos estalinistas de los años cincuenta”.

Lo fascinante es cómo la disputa que sucedió hace tanto —la ruptura entre dos amigos que resultaban ser los intelectuales más famosos de la época— no ha terminado. A Sartre, autor de La náusea y El ser y la nada, se le lee menos y se considera que se equivocó estrepitosamente en algunos de sus compromisos políticos. Camus, autor de El extranjero, es un superventas, se le lee en la escuela y políticos de todos los colores invocan su memoria.

Como escribió Mario Vargas Llosa en 1981, “aquella polémica es aún actual”, pues “cada mañana la reactualizan los diarios, con su ración de estragos, y los dilemas políticos y morales en que nos sumen”. Han pasado cuatro décadas y, aunque Camus haya ganado la batalla de la posteridad, la polémica sigue abierta.

“Yo intento salir de una posición afectiva: no se trata de saber si a uno le gusta o no Camus”, dice Gloag. “Si hay una crítica, es a su recepción. En los últimos 30 años, ha habido una especie de idolatría. Es casi sagrado en Francia, como se ha visto con las reacciones a mi libro”. Lo que persigue, en las 141 páginas de Olvidar a Camus (publicado en francés por La fabrique y sin traducción española), es desacralizarlo.

No, sostiene el autor: Camus, de ascendencia francesa y española y nacido en la Argelia colonial en una familia pobre, no era anticolonialista. En El extranjero, ficción narrada por un francés que mata a un árabe anónimo en una playa argelina, “todo (...) parece, de facto, negar el estatuto de ser humano a los argelinos”. Camus, sentencia, es “el último escritor colonial”.

La peste, la otra gran novela de Camus, narra una epidemia en la ciudad argelina de Orán. Se ha interpretado como una alegoría de la ocupación nazi de Francia. No es así, según Gloag: “Propongo una lectura distinta. La peste no es Alemania ni los alemanes, es la resistencia del pueblo argelino a la ocupación francesa, fenómeno intermitente pero ineluctable, que se asimila a una enfermedad mortal desde el punto de vista de los colonos”.

Y así procede el autor, con una lectura inquisitiva e implacable de la obra y la biografía de Camus. Desde la resistencia al nazismo hasta el compromiso contra la pena de muerte, pasando por la ruptura con Sartre, su relación con la actriz María Casares y las mujeres en general, y sus reparos ante la independencia del país donde nació y al que se sentía profundamente apegado.

Jean-Louis Barrault, Pierre Brasseur, Madeleine Renaud, el pintor Balthus, Arthur Honegger, María Casares y Albert Camus. Paris, en París en 1948.
Jean-Louis Barrault, Pierre Brasseur, Madeleine Renaud, el pintor Balthus, Arthur Honegger, María Casares y Albert Camus. Paris, en París en 1948. Lipnitzki / Roger Viollet / Getty Images

“Leyendo sus propias palabras, sus obras y (...) sus cartas”, escribe Gloag, “se descubren las múltiples facetas del personaje, que desmienten la imagen mítica que se ha edificado del bello novelista, derecho, solitario, solidario, atormentado pero justo”. El título Olvidar a Camus, explica a EL PAÍS, no significa que esté olvidado, ni que haya que olvidarlo. Al contrario.

“Lo que hay que olvidar es el Camus tal como se nos ha presentado”, dice. “Hay hoy en Francia un uso permanente de Camus por parte del establishment político. A este Camus que sirve para justificarlo todo y nada, nos lo tenemos que quitar de encima. Propongo liberar a Camus de las manipulaciones abusivas y complacientes y mirarlo de frente”.

Al teléfono Mohammed Aïssaoui, nacido en Argelia (como Camus), hijo de una familia pobre (como Camus), escritor y periodista en francés (como Camus) y autor del recién publicado Diccionario amoroso de Albert Camus. “Esta polémica no me ha sorprendido nada”, dice.

En vida, tras la publicación del ensayo El hombre rebelde en 1953 que provocó la ruptura con Sartre, empezó el asalto al mito camusiano. Porque ya era un mito, y lo sería aún más cuando en 1957, a los 42 años, fue el más joven en recibir el Nobel de literatura desde Rudyard Kipling. Su muerte en un accidente de automóvil en 1960 agrandó la leyenda.

Nunca cesaron las polémicas. Camus, filósofo para las clases de bachillerato, se titulaba un ensayo publicado en 1970. El gran intelectual y diplomático irlandés Conor Cruise O’Brien en los años setenta, y el palestino-americano Edward Said en los noventa ya incidieron en el aspecto colonial de su obra.

“La polémica es habitual”, observa Aïssaoui. “Lo único que extraña es que el ataque siempre proviene de una cierta extrema izquierda, cuando esta franja política debería estar orgullosa de que el hijo de una familia modesta, educado en la escuela republicana, se hubiese convertido en un gran escritor francés”.

Y se pregunta: “¿Cómo se le puede reprochar que sea colonialista? Se olvida que era un hijo de Argelia, que a los 20 años se fue a Cabilia para ver la miseria y hacer un reportaje que yo calificaría casi digno de Nobel, que no estaba en absoluto alejado de la población árabe”. Respecto a la guerra, que estalló en 1954 y desembocó en la independencia en 1962, apunta: “Evidentemente, era su tierra natal y se sentía desgarrado por lo que ocurría”.

Benjamin Stora es un historiador de referencia sobre Argelia, país en el que nació, y un hombre con una larga trayectoria en la izquierda trotskista y socialista. Se indigna ante las críticas a Camus por colonialismo: “En Francia hay una vieja corriente estalinista que vuelve a sacar sin parar, cada 10 años, las mismas tonterías”.

Sí, dice Stora, Camus no estaba a favor de la independencia, y abogaba por una solución federal. Pero fue uno de los pocos en condenar la masacre francesa de argelinos en 1945 en Sétif. Y era próximo a otros dirigentes nacionalistas como Messali Hadj. A lo que se opuso, añade, fue al hegemónico FLN, el partido único.

“Lo que políticamente fundamenta a Camus es España, la revolución española”, recuerda el historiador. “Pero era antiestalinista, su mundo era de los anarcosindicalistas”.

Hay, en el fondo, otro debate de fondo entre la izquierda radical, más sartriana, y la socialdemócrata, más camusiana. Gloag acusa a esta última, al final del libro, de “enmascarar insidiosamente su racismo e imperialismo con una falsa universalidad, y que enmascara también la lucha de clases con un igualitarismo de fachada”. “Las dos izquierdas irreconciliables”, como decía el ex primer ministro Manuel Valls.

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Marc Bassets
Es corresponsal de EL PAÍS en París y antes lo fue en Washington. Se incorporó a este diario en 2014 después de haber trabajado para 'La Vanguardia' en Bruselas, Berlín, Nueva York y Washington. Es autor del libro 'Otoño americano' (editorial Elba, 2017).
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