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El mercado calienta las cerámicas de Picasso

La introducción de la alfarería como una disciplina artística, el gran número de obras disponibles y precios que van de 500 euros a rozar los tres millones provoca que se vendan casi todas las piezas del artista malagueño

Miguel Ángel García Vega
Pablo Picasso and Marc Chagall in 1948
Pablo Picasso y Marc Chagall en el taller de cerámica de Madoura, en 1948 en Vallauris, Francia.REPORTERS ASSOCIES (Gamma-Rapho via Getty Images)

Desde que Picasso aprendió a hacer que la tierra ardiera nada volvió a ser igual. Transformó un oficio —la alfarería— en un arte. En 2023 (hasta el 11 de noviembre, según la plataforma especializada www.mutualart.com) se vendieron en esta categoría picassiana de “artes decorativas” obras por valor de 16.983.850 dólares (algo más de 15,7 millones de euros, al cambio actual). Sobre el atril se ofrecieron 1.468 cerámicas, de las que 1.098 fueron adjudicadas. El 75% del total. Pero algunas sesiones lograron el pleno. El 30 de octubre la sala Christie’s puso en el mercado 89 piezas. Todas vendidas. Algo más de tres millones de dólares para la casa. Su gran competidor, Sotheby’s, también comprobó que el fuego del genio es rentable. Celebró dos ventas de cerámicas, una en abril (Londres) y otra en septiembre (Nueva York). Sumaban 176 obras editadas. El 96% encontró comprador. Pujaron coleccionistas de 35 países. Y hubo sorpresas. Visage aux yeux rieurs (Cara con ojos risueños), un jarro torneado, alcanzó un precio de 165.100 libras (153.000 euros). Récord mundial para esa arcilla blanca cocida. Alguien puede pensar que suena “razonable” hablando de un picasso. Pero es una cerámica reproducida 350 veces y su precio de salida eran 40.000 libras.

Han sucedido muchas cosas hasta llegar aquí. Algunas en vida del maestro, otras tras su muerte. No existe un catálogo razonado de todo su trabajo en cerámica. Se calcula que hay 3.500 obras únicas, sin embargo faltan, al menos, unas 1.000 que nunca han sido expuestas o publicadas. “Además ha habido un cambio radical en la historiografía, ya no son ‘los cachivaches de la vejez del artista’. Los investigadores se han interesado por su creación y diversas exposiciones pusieron su cerámica en valor”, desgrana Salvador Haro, catedrático de pintura de la Universidad de Málaga y uno de los principales expertos mundiales en esta expresión, donde Picasso mezclaba agua, fuego y arcilla. “Una fecha esencial fue 1998. El Metropolitan de Nueva York y la Royal Academy of Arts de Londres programaron sendas muestras. Por primera vez hubo un buen catálogo y cambió por completo el paradigma”, matiza. En el creciente interés ha influido también el inconsciente del coleccionista actual: “Desde 500 euros puedo tener algo similar a una escultura”.

'Visage aux yeux rieurs' (Cara con ojos risueños), pieza de cerámica vendida recientemente por Sotheby's por 153.000 euros.
'Visage aux yeux rieurs' (Cara con ojos risueños), pieza de cerámica vendida recientemente por Sotheby's por 153.000 euros.SOTHEBY'S

“Antes que Picasso —escribe Salvador Haro— otros pintores se habían aproximado a las artes del fuego: Gauguin, Matisse, Rouault, Marquet, Dufy, Fontana, Kandinsky. Sin embargo, sus actuaciones en este medio, muchas veces eventuales, no habían supuesto una verdadera aceptación por la crítica”. El demiurgo había reinventado la expresión artística del siglo XX y la alfarería no sería una excepción. Ni tampoco el tiempo.

Hacía un año que se había firmado el armisticio de la Segunda Guerra Mundial. En aquel momento, Picasso veraneaba junto a Françoise Gilot en Golfe-Juan, en la Costa Azul. Una tarde de verano, a finales de julio, se acercaron a la exposición de productos artesanales que se celebraba cerca de Vallauris. Un centro alfarero desde los tiempos romanos que el artista ya había visitado en 1936 con Dora Maar y el poeta Paul Éluard. Quedó, aquellos días, fascinado al ver a los alfareros levantar el barro.

Con esa agua y esa tierra en los ojos conoció al matrimonio Ramié, que había reabierto una vieja fábrica llamada Madoura. Por la tarde, ya estaba sentado frente al torno. Creó algunas figuras de arcilla y le convencieron. El invierno lo pasaría dibujando bocetos de futuras cerámicas. Trabajó con Jules Agard, un tornero especializado, y los Ramié le facilitaron infinidad de materiales. Casi todo 1947 lo ocupó en Madoura. Había surgido un fuego que alimentaba sistemáticamente. Cada tarde —recuerda Salvador Haro— acudía desde Golfe-Juan, donde había alquilado una casa de verano al grabador Louis Fort, hasta que en la primavera de 1948 fijó su residencia en Vallauris, en la villa La Galloise, junto a Gilot y el recién nacido Claude. Allí vivirán hasta 1954. Durante esos años nunca dejó de moldear la arcilla.

Claude Picasso (derecha) y Bernard Ruiz Picasso, hijo y nieto de Pablo Picasso, en la instalación de cerámicas del artista en la Royal Academy de Londres en septiembre de 1998.
Claude Picasso (derecha) y Bernard Ruiz Picasso, hijo y nieto de Pablo Picasso, en la instalación de cerámicas del artista en la Royal Academy de Londres en septiembre de 1998. Rebecca Naden - PA Images (PA Images via Getty Images)

Su idea, como comentó a George Remié, dueño del taller, era poner su trabajo, gracias a largas tiradas, al alcance de todo el mundo, al igual que ocurría con los grabados desde 1946. Estas ediciones comenzaron a reproducirse en serie a partir de 1950, aunque los primeros modelos responden a originales creados durante 1947. Antes de esa producción elevada, en 1948, expuso sus trabajos en cerámica en la Maison de la Pensée Française, en París. La crítica estuvo dividida. Pero era Picasso y produjo un efecto inesperado. La industria alfarera volvió a la vida tras la Segunda Guerra Mundial. En Vallauris había 400 o 500 obreros ceramistas en paro, pero “después de que mostrara su exposición en la capital gala [1948], con todos los que vinieron a instalarse se habría podido desenterrar a los alfareros muertos para darles trabajo”, explicó Georges Tabaraud, editor de Le Patriote, un periódico comunista francés y amigo del alfarero prodigioso. Por el taller pasaron Lucio Fontana, Paul René Gauguin (sobrino de Paul Gauguin), el pintor Edouard Pignon o Joan Miró. También anduvo Marc Chagall. Algo que acabó enfadándolo. Él representaba la vanguardia; Chagall, en cambio, era, a su entender, reaccionario y muy alejado políticamente de sus ideas de izquierdas y su cercanía a Rusia.

Pese a su temperamento, Picasso sacó la alfarería de la mera tradición y abrió un camino nuevo para otros creadores. A la vez inventó un mercado. Los tres precios más altos —según Mutualart.com— corresponden a 23 escudillas de plata en edición de 20 piezas por las que se pagaron en 2014 unos 2.657.000 euros. Les siguen dos búhos únicos: Le hibou gris, de 1953, adjudicado en 2018 por 2.412.500 dólares (2.210.000 euros, al cambio actual), y Le hibou (rouge et blanc), que se vendió durante 2016 en 2.407.500 dólares (2.205.686 euros). Obras de solo unos 30 centímetros. Pero hay alfarería múltiple que parte de 500 o 700 euros. Era un genio. Sabía cómo arde la tierra y el dinero.

Pablo Picasso examina algunas de sus cerámicas en el taller de Vallauris en abril de 1949.
Pablo Picasso examina algunas de sus cerámicas en el taller de Vallauris en abril de 1949.- (AFP via Getty Images)
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Sobre la firma

Miguel Ángel García Vega
Lleva unos 25 años escribiendo en EL PAÍS, actualmente para Cultura, Negocios, El País Semanal, Retina, Suplementos Especiales e Ideas. Sus textos han sido republicados por La Nación (Argentina), La Tercera (Chile) o Le Monde (Francia). Ha recibido, entre otros, los premios AECOC, Accenture, Antonio Moreno Espejo (CNMV) y Ciudad de Badajoz.
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