David Sainz, historia de un niño acosado: “Yo era la chusma para la chusma”
El actor y creador de la popular web serie ‘Malviviendo’ relata en un libro los abusos que sufrió en su infancia
David Sainz (Las Palmas, 40 años) creció en Los Pabellones, una urbanización de viviendas para militares que se desplazaban de la península Ibérica a las islas Canarias, rodeado de los barrios más conflictivos de Las Palmas entre los ochenta y los noventa. Se asomaba desde su ventana para ver a los yonquis pincharse y se escapaba para corretear entre las jeringuillas que dejaban. Era un niño tímido y muy callado que solo tuvo un amigo hasta la adolescencia. Pero tuvo la suerte de nacer con una gran imaginación que le ayudó a crear un mundo paralelo con el que compensó su soledad obligada. El d...
David Sainz (Las Palmas, 40 años) creció en Los Pabellones, una urbanización de viviendas para militares que se desplazaban de la península Ibérica a las islas Canarias, rodeado de los barrios más conflictivos de Las Palmas entre los ochenta y los noventa. Se asomaba desde su ventana para ver a los yonquis pincharse y se escapaba para corretear entre las jeringuillas que dejaban. Era un niño tímido y muy callado que solo tuvo un amigo hasta la adolescencia. Pero tuvo la suerte de nacer con una gran imaginación que le ayudó a crear un mundo paralelo con el que compensó su soledad obligada. El director y guionista, más conocido como el Negro de Malviviendo, la serie web más vista en España, que produjo y protagonizó en 2008, recrea ahora su infancia y adolescencia en su último libro, Chusma (Temas de Hoy, 2023).
“Llegué al mundo solo dos horas después de que acabase el día de los Inocentes de 1983. Me libré por muy poco de que mi vida fuese una broma aún más evidente”, empieza el relato de Sainz. Pese a que ya ha escrito otros libros, siempre de ficción, este ha sido el que más miedo le ha dado, cuenta en una entrevista por videoconferencia con este periódico. En cuatro meses ha abierto todos los cajones que guardan sus recuerdos para realizar “un viaje intenso, doloroso y divertido” tras el que se conoce mucho mejor. “Hay recuerdos que, por pura supervivencia, tu cerebro oculta”. Durante su infancia, y hasta que se hizo popular, gracias a que repitió un curso, Sainz sufrió acoso escolar.
Cuando era pequeño, los niños hacían una única cosa: jugar al fútbol. Pese a que su padre era deportista de élite, sus habilidades físicas no eran las mejores y siempre prefería unirse al grupo de las niñas, donde tampoco encajaba, o refugiarse en su imaginación. Se convirtió en un marginado, en un “tarado al que no le hacía falta estar siempre al lado de alguien hablando”. Y así asumió su papel en la vida como “espectador absoluto y figurante”, el del fondo que no tiene frase.
Asegura que solo se llevó “alguna galleta”, pero confiesa que las heridas mentales son igual de dolorosas que las físicas. “Cuando llegas a tu habitación, a tu lugar seguro, y haces balance de cómo ha ido el día, piensas que es muy jodido estar solo en una clase de 30″, comenta. Tener imaginación, en ese momento donde dice que la vida es más jungla que nunca y donde es más importante ser fuerte que listo, no le salvó.
De todo esto nace el título del libro. Cuando habla de chusma se sigue refiriendo a él, aunque sabe que probablemente ese adjetivo era con el que la gente definía a las personas de su barrio. Pero su intención es hacer hincapié en su posición dentro de la jerarquía de sus vecinos. “En un momento dado fui chusma para la chusma”, explica. Sin embargo, aquella soledad forzada ahora se ha convertido en su refugio.
Después de pasar por una infinidad de clases extraescolares sin encontrar nada que se le diera bien, una cámara cayó en sus manos. Entonces, todo el mundo interior que creó de niño cobró sentido. “Catorce años observando en silencio todo lo que pasaba a mi alrededor me habían aportado la capacidad de interpretar el mundo a mi manera e inventarme los huecos en blanco”, narra en el libro.
Ese es el mensaje que quiere lanzar: cómo un niño que creció entre los peores barrios y pasó por una adolescencia complicada encontró su hueco en el mundo detrás de una cámara. “No es que uno no valga para nada, es que no está haciendo lo que debería estar haciendo”, reflexiona al otro lado de la pantalla.
Nadie había valorado su imaginación en la escuela, ese talento lo fomentó él solo cuando llegó a sus manos una cámara de mano CCD 8 mm, que su familia compró a medias para filmar los viajes y celebraciones familiares. Con su amigo Pepe grabó sus primeras películas caseras sobre las grabaciones de cumpleaños: “Cinta que no tenía pegatina, cinta que no existía y cogíamos”. Todo lo que rodaban eran inicios, nunca llegaban más allá. Pero, en ese barrio de Las Palmas, se gestaron historias de gánsteres con bigotes pintados con lápiz de ojos y americanas enormes. Lo que era un juego se convirtió en su futuro. “La clave de que yo sea feliz con mi vida es que, a pesar de ser mi profesión, he tenido la capacidad de seguir sintiéndolo como un juego. Igual que mis traumas y mis descubrimientos de niño son los pilares de la persona que soy, aquellos primeros vídeos idiotas son los pilares de todo lo que vino después”, cuenta.
Malviviendo, su debut profesional, cumple 15 años y sigue manteniendo el título de la webserie española más vista en la historia. Fue una producción que captó a la perfección el espíritu de una generación: jóvenes sin recursos y sin futuro ante una incipiente crisis en 2008, y que le abrió la puerta al sector audiovisual. Con el paso de los años, el argumento no ha perdido valor y muchos jóvenes se enganchan ahora, pero no hay forma de que la serie vuelva, a menos que le ofrezcan millones de euros. “La gente esperaría que les despertase lo mismo que cuando tenían 20 años y ni el espectador ni yo somos ya esa persona”, reflexiona.
El argumento de la serie era lo que había visto desde niño: unos jóvenes que intentan sobrevivir en un barrio pobre mientras se enfrentan a la exclusión social y fuman cannabis. “Son zonas humildes donde la gente hace lo que tiene que hacer para sobrevivir”, explica. Aunque se mudó a Sevilla, la zona en la que vivía era muy parecida socialmente a Los Pabellones, sitio que de niño le daba miedo, pero que se convirtió en su patio de juegos. En cuanto a las drogas: “Hay muchísima en un barrio rico, pero siempre se hace más evidente en uno humilde porque tienen menos medios para disimularlo”.
En el libro narra situaciones duras que vivió en las que el lector no puede evitar reírse. “No hay un sitio donde haga más gracia un chiste que un tanatorio”, bromea. Habitualmente hace sus trabajos desde el humor porque para él la vida es drama “muy gordo”, salpimentado con momentos de comedia. Piensa que, dentro de los premios, la comedia está muy denostada y hay historias que desde el humor “tienen mucho más sentido que desde el drama”. Y añade: “En el arte se considera que la comedia es menos seria y en absoluto”.
Sainz no quiere cambiar nada de su pasado porque eso le ha llevado “inesperadamente” al sitio en el que quería estar y ya conoce el argumento de Regreso al futuro. Pero sí sabe qué les diría a sus versiones anteriores. Al David de niño lo abrazaría y le diría que estuviese tranquilo. Al adolescente le daría un bofetón en algún callejón, aunque le da licencia para ser un idiota. “Como mi infancia fue tan peculiar, creo que me desquité en la adolescencia y fui bastante conflictivo”, explica. Pero espera tranquilo que la vida le devuelva los quebraderos de cabeza que provocó en sus padres: “Tarde o temprano el karma me castigará con mi hija”. Por ahora, se conforma con ver a su padre, “un militar jubilado más duro que Clint Eastwood”, sacar al niño que lleva dentro mientras juega con su pequeña.