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La gran evasión del nazismo en los Alpes

Una investigación del Museo Judío de Hohenems reconstruye la huida del Tercer Reich de miles de refugiados en la frontera de Austria con Suiza

Koblach (Vorarlberg, Austria) con vistas a la montaña suiza Hoher Kaste por la que pasa el río Rin antes de 1942.
Koblach (Vorarlberg, Austria) con vistas a la montaña suiza Hoher Kaste por la que pasa el río Rin antes de 1942.Leonhard Heim / Biblioteca Estatal de Vorarlberg
David Granda

En los convulsos años treinta, Willy Geber era conocido en Viena como un acreditado compositor de schlager, género musical ligero venerado por el régimen nazi, salvo cuando el músico era judío. Uno de sus éxitos fue un foxtrot titulado América, tú lo tienes mejor. Tras el anschluss, la anexión de Austria por la Alemania nazi en 1938, se vio forzado a huir y optó por escabullirse por el Vorarlberg, en la frontera alpina con Suiza. Escapó ayudado por un escuadrón de las SS, cuyo espíritu de rapiña era superior a su ideario antisemita y solían salir de caza de refugiados judíos para robarles y luego expulsarles del país. Era el 16 de agosto de 1938. Nada más llegar a Suiza, Geber escribió una carta a su mujer con mucha sorna: “Cuando oscureció, caminamos unas dos horas y nos dividieron en dos grupos. Las SS nos dijeron que ahora nos llevarían a la frontera y ya se ocuparían luego de nuestra conducta. Estábamos en campo abierto. En ese momento, un hombre de las SS pronuncia un discurso en el que nos pide que no nos involucremos en la propaganda de atrocidades. El Führer no aprueba las agresiones, etc. Y nos describe el camino que debemos seguir…”.

En la ciudad suiza de St. Gallen, Geber fundó la banda de schlager KKK. Poco después logró emigrar a EE UU, donde irónicamente no lo tuvo mucho mejor. Las melodías pegadizas de sus composiciones, subrayadas con letras costumbristas de amor en alemán, no triunfaron. Tuvo que cambiar el piano por el trabajo en supermercados. Murió en la pobreza en 1969.

Un retrato de Willy Geber entorno a 1920.
Un retrato de Willy Geber entorno a 1920.Archivo familiar / Gabrielle Gottlieb

Miles de refugiados intentaron alcanzar Suiza entre 1938 y 1945 atravesando la frontera por el Rin Alpino, como se conoce esta sección del río que desemboca en el Lago Constanza. Desde judíos sentenciados por el nazismo como Geber, hasta oponentes políticos del Tercer Reich, homosexuales, desertores, prisioneros de guerra y trabajadores forzados de la Europa ocupada. Hanno Loewy, director del Museo Judío de Hohenems, en el estado austriaco del Vorarlberg, calcula que fueron unos 15.000. “En el verano de 1938, Suiza cerró sus fronteras a los refugiados y se desentendió de los judíos que huían del nazismo: eran pobres, venían sin nada, no le interesaba mantenerlos. Les habían robado, como a Geber, que tuvo suerte. Paradójicamente, las SS le salvaron la vida, aunque eso para ellos era lo de menos. Solo querían expulsarle”.

Loewy comenzó la investigación hace una década. El resultado es el libro Über die Grenze (”Cruzando la frontera”, Bucher Verlag), que reúne 52 historias de refugiados, pero sobre todo es una monumental ruta ciclista de 100 kilómetros que arranca en la ribera del Lago Constanza y acompaña el curso del Rin hasta adentrarse en el corazón de los Alpes centrales. Y que está conectada a internet: en el lugar exacto donde sucedió cada historia se ha instalado un monolito que narra, gracias a un código QR, los intentos de fuga. El trazado fronterizo diseñado por los historiadores se puede seguir (en inglés y alemán) en crossing-the-border.

Un grupo de descendientes de los refugiados andando los pasos de sus familiares en el Rin Alpino durante una reunión en 2017.
Un grupo de descendientes de los refugiados andando los pasos de sus familiares en el Rin Alpino durante una reunión en 2017.Dietmar Walser

Uno de los responsables, Raphael Einetter, destaca el caso del idealista Bohumil Snižek y su odisea desde Chrast, en el interior del Protectorado de Bohemia y Moravia. Recorrió 240 kilómetros en bici hasta Pilsen, continuó a pie y en tren hasta Múnich, para alcanzar por fin el Rin a la altura de Koblach y cruzarlo a nado entre disparos de la patrulla fronteriza. En Suiza podía oler “el café con leche cremosa recién hecho, el pan recién horneado de la panadería”. Le detuvieron, pero logró contactar en Ginebra con el enlace en la resistencia europea del Gobierno checoslovaco en el exilio, su objetivo inicial. Le destinaron a Marsella, y de ahí cruzó con otros nueve combatientes de la resistencia checa los Pirineos: acabaron todos en la Cárcel Modelo de Barcelona, de donde fueron trasladados al campo de concentración de Miranda de Ebro.

Como la recién inaugurada dictadura franquista jugaba la baza de la neutralidad, entregó a Snižek al Gobierno británico en Gibraltar, que le trasladó como teniente de la Brigada Blindada checoslovaca al asedio aliado de Dunkerque, que comenzó en septiembre de 1944. Durante tres años había recorrido Europa y atravesado fascismos en lo más crudo de la Segunda Guerra Mundial. Logró regresar a Praga, donde le esperaba la ocupación soviética.

Informe de la policía judicial de Feldkirch al alcalde sobre la muerte de Hilda Monte en abril de 1945.
Informe de la policía judicial de Feldkirch al alcalde sobre la muerte de Hilda Monte en abril de 1945.Museo Judío de Hohenems

Hay casos trágicos como el de la periodista Hilda Monte, seudónimo de Hilde Meisel, socialista judía vienesa que luchó en la resistencia contra el régimen nazi. En el exilio en Londres, transmitió en la BBC en 1942 un estremecedor informe sobre el comienzo del exterminio masivo de judíos en la Polonia ocupada. En abril de 1945 la cazaron en una de sus incursiones ilegales en el Tercer Reich. Retenida en la aduana de Feldkirch, a un paso de Liechtenstein, le dispararon mortalmente cuando quiso escapar de madrugada. Solo dos semanas después entraban las tropas francesas y se acababa la Segunda Guerra Mundial en el valle alpino del Rin.

Más que historias de grandes escapistas, despuntan los intentos dramáticos de huida de gente común. Cinco mujeres judías del círculo intelectual de Berlín planearon su fuga a la altura de Hohenems, aprovechando la cercanía de la piscina natural de Diepoldsau con la alambrada fronteriza en un meandro del Rin. Eligieron la noche del 7 de mayo de 1942. Paula Hammerschlag se suicidó con una sobredosis de Phanodorm tras el derrumbe psicológico de la detención. Marie Winter fue asesinada en el campo de exterminio de Maly Trostinek, en Bielorrusia, y Gertrud y Clara Kantorowicz no sobrevivieron al campo de concentración de Terezín. Solo Paula Korn logró escapar a Suiza saltando el alambre de espino entre ráfagas de metralla de los guardias fronterizos.

La estación de tren de Feldkirch antes de 1912.
La estación de tren de Feldkirch antes de 1912.Hermann Steck / Biblioteca Estatal de Vorarlberg

Para Hanno Loewy, la investigación no retrata solo el pasado. “Visto desde la perspectiva suiza, es muy actual. El trato que reciben hoy los refugiados se ve reflejado en algunas de las historias que contamos. Y nos recuerda adónde nos lleva el odio y la agitación mediática contra el extranjero”.

El 7 de enero de 1943, los agentes de aduanas de Feldkirch pararon un tren de mercancías procedente de Eslovaquia que parecía sospechoso. En las montañas de carbón que transportaban los vagones se escondían semienterrados catorce judíos. Por esas fechas, 58.000 judíos eslovacos ya habían sido deportados a Auschwitz y Majdanek. Uno de los rostros ennegrecidos por la turba era el de Gittel Balbirer, una chica polaca de 17 años que había perdido a sus padres en el campo de exterminio de Belzec y a su hermana mayor asesinada a tiros cuando huía de las SS. Tenía otros dos hermanos, Basia de 15 años y Mendel, de 20, que se escondieron en el tren que venía a continuación. Gittel fue deportada a Auschwitz el 3 de marzo. Basia y Mendel fueron transportados en mayo y consiguieron sobrevivir a Auschwitz y a las marchas de la muerte, hasta su liberación por las tropas aliadas, pero nunca volvieron a ver a su hermana.

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Sobre la firma

David Granda
David Granda es periodista y escritor, colabora con EL PAÍS desde 2018. Estudió Periodismo en las universidades Carlos III y Complutense de Madrid, e Historia en las universidades Autónoma de Madrid y Karlova de Praga. Es autor del libro 'Planes para conquistar Berlín' (editorial Libros del K.O.).

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