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Crítica | La gran juventud
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

‘La gran juventud’: el veneno del teatro en una juventud que se escapa entre los dedos (y los egos)

Valeria Bruni Tedeschi se ha adentrado en la médula de los actores, y en el recuerdo de sí misma, cuando a finales de los años ochenta fue alumna de la escuela de interpretación de Patrice Chéreau

Louis Garrel y Nadia Tereszkiewicz, en 'La gran juventud'.
Javier Ocaña

Intensos, vulnerables, valientes, rotundos, insoportables, audaces, creativos, desesperados, únicos. Los intérpretes, personalidades especiales, vidas especiales, tienen un oficio y un arte incomparable. Son ellos, son otros; son otros buscando en ellos; son ellos buscando en otros. “A esto que de tal forma despierta mi entusiasmo lo llamamos genio, talento, inspiración, subconsciente, intuición. Y, sin embargo, no puedo decirles en qué parte de nosotros están situados. Pero los presiento en los demás, a veces incluso en mí mismo”, escribió Konstantín Stanislavski en La construcción del personaje.

La actriz, guionista y directora Valeria Bruni Tedeschi se ha adentrado en la médula de los actores y actrices teatrales que aspiran a ese genio, y en el recuerdo de sí misma, cuando a finales de los años ochenta fue alumna de la prestigiosa escuela de interpretación de Patrice Chéreau —también director teatral, de ópera y cine— y Pierre Romans en el Théâtre des Amandiers de Nanterre. El resultado es La gran juventud, como sus anteriores películas (Es más fácil para un camello…, Actrices, Un castillo en Italia, La casa de verano), en la senda de la autoficción. Historias rabiosas y lacerantes, desesperadas, impúdicas y quizá desequilibradas, pero también sinceras y únicas. Como los actores y actrices.

La italiana, además de galvanizar su propio interior y hasta su propio ego, que lo tiene, y desbordante, por medio del personaje que interpreta la excelente Nadia Tereszkiewicz, César a la mejor actriz revelación, se mira en dos maestros, Bob Fosse y John Cassavetes, para retratar la volcánica construcción de una pieza artística, en este caso un montaje teatral de Platónov, pieza escrita a los 17 años por Antón Chéjov, y que comparte subtexto principal con la película de Bruni: la juventud que se escapa. Así, el primer trecho de la historia tiene no pocos paralelismos con el arco de selección interpretativa de All That Jazz (Empieza el espectáculo), y la parte final del recorrido, con la sin par Noche de estreno. E incluso comparte con esta última, una de las obras maestras de Cassavetes, el tipo de fotografía, de textura y de puesta en escena: de colores saturados, áspero con leve grano, y con cámara al hombro ágil, aguerrida y encolerizada, cargada de primerísimos planos dolientes.

Las pruebas iniciales con fondo negro, impactantes, en las que cine y teatro se dan la mano con limpieza, pureza y crudeza, dan paso a la ilustración de los talleres dirigidos por Romans, a las maravillosas reacciones en directo de los que escuchan y sienten el trabajo de sus compañeros de fatigas e ilusión. El tono frenético nunca se calma, e incluso puede llegar a enervar en la parte final, cuando la película, más que nerviosa, se vuelve un tanto histérica tras demasiadas secuencias guiadas por las músicas, como pequeñas conjunciones visuales, interpretativas y sonoras que conmueven las primeras veces, pero pueden acabar agotando por reiteración. El trabajo de Bruni es atractivo y voraz, de explosividad juvenil, conformado a partir de momentos más que de un relato, una narración clásica y un desarrollo de personajes. Y contiene un ambiguo retrato de Chéreau, al que interpreta un Louis Garrel ubicuo (tiene otros tres títulos en cartelera: Scarlet, El inocente y Los tres mosqueteros), y al que quizá le costara entrar dentro de los parámetros contemporáneos de admisión moral.

Película de amor al cine y a las tablas, con las drogas duras, el sexo y el sida no ya como fondo sino como uno de sus ejes, en torno a un personaje inspirado en Thierry Ravel, fallecido de sobredosis a los 28 años, La gran juventud es el apasionado recuerdo de una mujer que acabó triunfando y hoy es una estrella. Pero que se codeó también con los que fracasaron en el intento y acabaron poniendo cafés en el bar del teatro para estar cerca de sus ídolos. A medio camino entre la última tentativa y la autoflagelación.

La gran juventud

Dirección: Valeria Bruni Tedeschi.

Intérpretes: Nadia Tereszkiewicz, Sofiane Bennacer, Louis Garrel, Micha Lescot. 

Género: drama. Francia, 2022.

Duración: 126 minutos.

Estreno: 19 de mayo.

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Sobre la firma

Javier Ocaña
Crítico de cine de EL PAÍS desde 2003. Profesor de cine para la Junta de Colegios Mayores de Madrid. Colaborador de 'Hoy por hoy', en la SER y de 'Historia de nuestro cine', en La2 de TVE. Autor de 'De Blancanieves a Kurosawa: La aventura de ver cine con los hijos'. Una vida disfrutando de las películas; media vida intentando desentrañar su arte.

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