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El año Sorolla pende de un hilo en Nueva York por la huelga de los trabajadores de la Hispanic Society

La crisis de la organización que acoge la mayor colección del artista fuera de España pospone la reapertura del museo. Los empleados demandan mejores condiciones y denuncian negligencias

Instalación de rampas de acceso en el exterior de la Hispanic Society de Nueva York, el pasado 4 de abril.
Instalación de rampas de acceso en el exterior de la Hispanic Society de Nueva York, el pasado 4 de abril.Javier Otazu (EFE)
María Antonia Sánchez-Vallejo

La Hispanic Society of America (HSA) ha sido desde su fundación, en 1904, la casa en Nueva York de Joaquín Sorolla, así como de la colección de arte de España, Portugal y Latinoamérica más importante fuera de sus respectivas fronteras. Alberga obras maestras de Goya, El Greco o Velázquez, entre otras muchas, en un vetusto edificio al norte de Manhattan, lejos del circuito museístico de Nueva York, pero en el corazón de la comunidad hispana de la ciudad.

Cerrada desde 2017 por un masivo plan de modernización, todo parecía estar listo para reabrir este mes, como arranque del año Sorolla (que rememora el siglo transcurrido desde la muerte del pintor), el edificio principal, que acoge su Visión de España, 14 grandes óleos encargados por el fundador de la HSA, el filántropo Archer M. Huntington, a raíz del éxito cosechado por dos exposiciones del pintor español en 1909 y 1911. Pero una huelga de trabajadores ha empañado el calendario.

Entre las ofertas de la dirección y las demandas de los trabajadores hay distancia en lo laboral, pero también dos maneras distintas de mirar al futuro, tan arraigado en el pasado en el caso de la HSA: renovarse o morir; actualizar un museo que durante décadas ha sido un gigantesco depósito de obras de arte, o conservar sus esencias, dilemas planteados como disyuntivas. Para los trabajadores, el empeoramiento de las condiciones laborales conlleva la negligencia en la conservación de los fondos. Para la gerencia, la reforma persigue precisamente preservar las 900 pinturas y más de 6.000 acuarelas y dibujos, sin contar otras muchas obras (libros, fotografías, escultura, artes decorativas… hasta un total de 750.000 piezas).

Parte de los trabajadores, organizados sindicalmente desde 2021, se declaró en huelga el 27 de marzo tras más de un año de negociaciones. Además de la reivindicación económica, que la dirección dice ser la única causa del conflicto, muchos se muestran frustrados por la falta de personal y el a su juicio mal trato que recibe la colección, por ejemplo la falta de control de la temperatura de almacenamiento y vacantes sin cubrir del personal técnico que debe velar por las colecciones; también por la amenaza de externalización de puestos o servicios, que la empresa niega. Es una pelea como otras en un país que vive una efervescencia sindical, y donde la resistencia a la movilización suele ser la norma.

“La huelga ha demostrado que la administración está dispuesta a poner en peligro tesoros de valor incalculable”, afirma Patrick Lenaghan, jefe de iconografía y conservador desde hace 28 años. “Tenemos una grave escasez de personal y nuestra increíble colección está en peligro por falta de salvaguardas adecuadas”, añade este miembro de la Real Academia de Bellas Artes de Sevilla. Como señales de alarma, cita cinco inundaciones a causa de las lluvias en los sótanos, que albergan parte de los fondos, o una plaga de hongos en el taller de restauración de libros a causa de las obras.

Mientras rechaza rotundamente ese escenario, Guillaume Kientz, director de la HSA, muestra las salas que abrirán al público. Se trata de “la sala Sorolla [con la Visión de España], el patio principal y la biblioteca”, tras una reforma que ha costado tres millones de dólares, “ocho en total, sumando la remodelación de las instalaciones, de almacenes y oficinas, incluido el techo o la fontanería”, del edificio principal, explica Kientz. “No voy a hablar de la huelga, porque estamos negociando y de acuerdo en casi todo, ojalá se pueda resolver muy pronto”. Sobre el seguro médico, que en EE UU es complemento del salario —a mayor cobertura de salud, menores ingresos—, “no va a variar para los trabajadores contratados; negociaremos estas condiciones con los nuevos”.

La pelea por las condiciones laborales no es distinta de las negociaciones en otras muchas empresas estadounidenses, pero la novedad es que el paro afecta directa o indirectamente a obras de arte valoradas en millones de dólares. “No es sólo una cuestión económica, también la reivindicación de estándares museísticos profesionales”, dice el conservador. Kientz niega que el legado esté en riesgo. “La renovación ya ha mejorado mucho y va a mejorar aún más las condiciones. Es algo que nunca se hizo, hubo muy poco mantenimiento durante los últimos 50 años… A algunos les gusta más como era antes, un museo cuasi cerrado, con poco público, pero tenemos que acudir a la gente, compartir las colecciones y hacer lo que hacen los museos, y también las bibliotecas”.

La de la HSA alberga “la mejor biblioteca de manuscritos y libros raros de Hispanoamérica fuera de España”, subraya Lenaghan, “pero la restauradora no puede trabajar porque ahora no saben qué hacer con su taller”. La colección de fotografías “es también la mejor de toda Latinoamérica”. La biblioteca se abrirá a los estudiosos, explica el director, como ha venido haciendo el que es uno de los mayores centros de investigación de temáticas hispanas del mundo.

“La Hispanic está a la altura de la Colección Frick o de la Morgan Library [también en Nueva York]”, sentencia Lenaghan, “pero ni cobramos lo mismo que sus empleados ni se nos conoce igual”. El director alude a la inercia de la institución para explicar ese déficit de popularidad. “Es poco conocida porque hacía pocas exposiciones, siempre enseñaba las mismas cosas y se consideraba más un centro de investigación que un museo que atrae público. Hay que cambiar el modo de acercarse a la gente, ser más proactivos, estar abiertos a los nuevos discursos sobre la historia del arte”. Los planes de futuro pasan por la creación de un nuevo distrito cultural en la zona, junto con otros 10 museos y 20 entidades culturales.

La reforma es “puro escaparate de un vacío que no se corresponde con el legado y la dimensión de la colección”, apunta otro huelguista, un conservador con años de experiencia en museos estatales de Latinoamérica; “[la HSA] no tiene rumbo, es un descarrilamiento a cámara lenta” de la colección que fue un regalo de Huntington a Nueva York. “Éramos una plantilla de 40 personas en los noventa y ahora no llegamos a 25″, subraya Lenaghan, si bien la empresa indica que desde 2021 contrató a ocho. “Una persona hace el trabajo de cuatro, y eso se nota en restauración y conservación; de tres restauradores hemos pasado a uno, pero el trabajo vinculado a exposiciones [itinerantes durante el cierre] recae en ellos, y se crea un cuello de botella. Además, hay piezas que han viajado mucho, a Madrid, México, otros lugares de EE UU, Canadá o Londres, y se añade el riesgo de tránsito y manipulación. Es una colección variopinta que requiere personal superespecializado”.

Traslado de piezas

Precisamente el jueves pasado volvieron al caserón de la calle Broadway las 150 piezas de la muestra Tesoros, desde la Royal Academy de Londres; entre ellas, un goya y un velázquez. El comité huelguista denunció negligencia en el traslado, con fotos que mostraban la caja abierta del camión y varias piezas a la vista sin aparente vigilancia. “En lugar de profesionales, la HSA recurrió a contratistas que, según los trabajadores, pusieron en peligro las obras de arte por su mala manipulación y falta de seguridad”, denunció el comité.

Las acusaciones de negligencia irritan especialmente al director. “Trabajamos con la misma compañía que el Metropolitan Museum. El hecho de que los propios trabajadores hayan divulgado detalles e imágenes del traslado, con los riesgos de seguridad que ello implica, es cruzar una línea roja. Me ha chocado mucho que la fecha, el horario y el contenido [del camión] fueran conocidos y compartidos con gente que no tiene que ver con el museo, hay un vídeo de una persona gritando en la calle: ‘Mira, mira, aquí hay un velázquez de 30 millones’… Son informaciones muy confidenciales, para mí y para mis colegas de la Royal Academy ha sido un shock ver a profesionales actuar de este modo… Es algo muy grave”.

A juzgar por las fotos previas a la reforma que Kientz muestra en su portátil (boquetes en el techo, tuberías oxidadas hasta casi reventar, un batiburrillo de negativos, pilas de legajos y papeles), la Hispanic estaba pidiendo a gritos ayuda. “El museo no tenía buena pinta y todavía queda mucho que hacer, pero en dos años hemos avanzado mucho, gracias también a los donantes y por supuesto a la movilización del equipo que ha ayudado, por eso me apena ver lo que está sucediendo”.

Mientras los trabajadores se muestran dispuestos a proseguir la huelga —el Estado de Nueva York concede un subsidio a partir de la segunda semana de paro—, el hogar de 243 obras de Sorolla, su mayor colección fuera de España, sigue cerrado, aunque la dirección espera poder abrir en primavera. Una exposición del pintor mediterráneo atrajo en 1909 a nada menos que 160.000 visitantes en un mes. Hoy el patio principal del caserón, al que personas con movilidad reducida podrán acceder también por rampas y montacargas, tiene lista una exposición de sorollas que quitan el habla, en diálogo con piezas cinéticas del venezolano Jesús Rafael Soto, de cuyo nacimiento se cumple un siglo. En el calendario también hay tiempo para los 50 años de la muerte de Picasso. Junto a la esplendorosa tumba de la duquesa de Alburquerque, una filigrana de alabastro adquirida por Huntington que adorna un lateral del patio, los sorollas aguardan su nuevo momento de gloria.

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