‘Tragédie’: el tsunami escénico que lleva diez años escandalizando con 18 bailarines desnudos
El coreógrafo francés Olivier Dubois vuelve a Madrid con una versión renovada de una obra considerada un espectáculo de culto. “No me importa la audiencia”, asegura el creador
No apta para la mojigatería (ni escénica ni moral), se puede afirmar sin reparo que Tragédie (Tragedia), la obra que Olivier Dubois (Colmar, Francia, 50 años) estrenó en 2012 en el festival de Aviñón, es hoy un espectáculo de culto. Lo es diez años después y lo fue casi al instante de sus primeras veces. Un verdadero tsunami escénico, desparrame de inteligencia y desafío en cada una de sus múltiples interpretaciones, que se verá en una renovada versión (Tragédie, New Edit) del 16 al 18 de diciembre en los Teatros del Canal de Madrid. Todo un dispendio de capas y capas de apariencia y significado sorprendentes. “En mi cabeza no está la intención de provocar y me molesta si se piensa que quiero que la gente se sienta incómoda. Es solo la idea de llegar al límite para entender lo que hago. No me importa la audiencia”, cuenta Dubois en una entrevista por videollamada. “Además, es la única manera de no fallar”, añade. “Si quisiera agradar a la gente y viera cómo alguien se levanta y abandona la función, entonces me dolería y habría fracasado. No pensar en la audiencia también es mostrar respeto por ella”.
Se refiere el creador al pequeño reducto de personas que abandona el teatro, generalmente durante la primera media hora del espectáculo. Ocurrió cuando Tragédie se vio en los Teatros del Canal en 2015, dentro del Festival Internacional Madrid en Danza, y en casi cada una de las plazas que pisó durante años, desde 2012, con las entradas agotadas. En 2014 se vio también en el Teatro Central de Sevilla. Como si esas sombras que se alejan en la penumbra del patio de butacas también fueran parte de la propia coreografía. “La gente tampoco se marcha en desbandada, puede ser el 1%, pero lo entiendo, es lógico y también saludable. Hablamos de arte y uno acepta que los demás se quieran quedar o irse. Pero no voy a cambiarlo por ellos”.
La nueva ‘Tragédie’
Lo que ha cambiado en esta nueva versión de Tragédie, “los detalles, y todo está en los detalles”, aclara, se ha hecho para actualizar el cómo y el porqué de un discurso que, de algún modo (o de todos), sigue irremediablemente vigente: esa búsqueda de la felicidad a través de la tragedia de ser humano. “En la primera versión sentí que había una separación de género (nueve bailarines y nueve bailarinas), y he necesitado romper con lo binario. De aquellos primeros 18 intérpretes de 2012 quedan seis, los 12 restantes son nuevos y tienen una edad entre los 19 y los 62 años. También hay nuevos ajustes en el sonido, en la iluminación…”.
Cuenta Dubois que tras años de éxito dejó de mostrar Tragédie por un par de razones. La primera, que ya no dirigía el Ballet du Nord, colectivo con el que la llevó por medio mundo con los recursos necesarios para una obra de tal envergadura. La segunda, por una especie de respiro existencial y artístico. “Mucha gente me pedía la obra y me negaba, tanto tiempo con ella… Este año he sentido que el silencio había llegado a su fin, pero en esta década han pasado muchas cosas y tenía que cuestionarla para que pueda seguir hablando del presente y del mañana de la humanidad”.
Permanece en la obra, por otro lado y a nivel estructural, esa pauta basada en la repetición que preside algunos de sus trabajos corales. Como Révolution (2009), pieza en la que 12 bailarinas giran sin descanso alrededor de una barra de striptease. “Una chica que fue a ver el espectáculo me dijo que yo había seguido todas las reglas de la hipnosis, yo no tenía ni idea. Me gusta la repetición porque, al final del proceso, tanto lo que pasa como la sensación que deja lo que pasa acaban desapareciendo”, explica. En Tragèdie tal insistencia coreográfica, trance visual y sonoro, ocurre sobre todo en la primera media hora del espectáculo (esa durante la cual se suele producir el abandono de algunos espectadores), cuando los 18 intérpretes recorren un camino de 12 pasos para ir y 12 para volver, como 12 sílabas en un mismo verso. “La poesía y la música son muy importantes para mí, porque todo es armonía, una sinfonía continua. Y la poesía está en todas partes”, declara. ¿Qué le gusta leer? “Herbert Huncke, Diane di Prima, Marina Tsvetàieva… la que cuestiona desde el lado más oscuro. El arte está para hacerse preguntas sin necesidad de encontrar respuestas, eso ya lo hace el periodismo. El arte es la inteligencia de los sentidos”.
Bailarín privilegiado y ‘enfant terrible’
De todos esos apéndices que se extienden sobre una personalidad destacada, dos se apoderan de la trayectoria de Olivier Dubois: el de bailarín privilegiado y el manido enfant terrible, de la danza en este caso. El primero responde a la gran habilidad para la interpretación que le llevó a ser reconocido en 2011 como uno de los mejores 25 bailarines del mundo por la prestigiosa publicación Dance Magazine. La peculiaridad: que Dubois empezó a bailar a los 23 años. “Siempre que me preguntan sobre esto no sé qué responder, tuve la necesidad y resultó muy fácil para mí. No hay nada místico alrededor, ni gracia de Dios o vocación innata. Si lo pienso, creo que empecé a bailar por una canción, la que cierra mi solo Pour sortir au jour (2018). Estuve buscándola mucho tiempo, esa canción que escuchaba de niño, y cuando di con ella acabé llorando”. Hace mención a Don’t Stop, de Sylvester, un temazo discotequero que pone el broche de oro a uno de los solos más personales de su trayectoria, que todavía hoy representa, cuatro años después del estreno.
Y sobre lo de enfant terrible... bueno, el creador se muestra acostumbrado y divertido. “Para mí es una declaración de amor, un enfant terrible artístico da pocas concesiones y cuando tienes a uno delante siempre despierta curiosidad”.
Antes de fundar su propio colectivo en 2007, la Compagnie Olivier Dubois (COD), con la que ha estrenado más de 20 montajes, trabajó con prestigiosos creadores como Angeline Preljocaj, Sasha Waltz y Jan Fabre, sobre el que se cierne en la actualidad una delicada polémica por supuestos abusos. “A pesar de todos estos problemas tan serios que hay sobre su persona, yo no reniego de Fabre. Me enseñó cosas sobre ser artista y viví experiencias maravillosas, pero no es para todo el mundo”, declara. ¿Y se considera usted un seguidor de su legado? “No, en absoluto. Quiero pensar que tengo mi propio discurso. Dejé su compañía para empezar a crear, él no quería que me fuera, así que le dije: ‘Sí, me voy. Voy a hacer lo que tú hubieras hecho’. Hay que matar al padre, ¿no?”, sonríe.
Babelia
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