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Calderón de la Barca combate en Kiev

Jóvenes actores ucranios se sumergen en ‘La vida es sueño’ desde la capital de su país para representarla en el festival de Almagro en 2023

Leonid Sherevera, 24 años, interpreta en Kiev un pasaje de 'La vida es sueño' junto a otros alumnos, como Olga Nahirniak, 22 años, a la derechaFoto: LUIS DE VEGA
Luis de Vega (enviado especial)

El teatro obra milagros. Y en tiempos de guerra, más. Ignacio García gesticula mientras interpreta algunos de los versos que la pluma de Calderón de la Barca nos dejó en La vida es sueño. Se concentra en una obra que domina y le sigue emocionando. Según recita, se gira dentro del medio círculo que forman las sillas de una docena de alumnos a los que intenta motivar y estimular. Todos atienden embelesados pese a que ninguno entiende el castellano. Y menos el del siglo XVII. García, director de la Fundación del Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro (Fitca), ha viajado a Kiev, donde hasta hoy lunes imparte un taller de cuatro días junto al dramaturgo José Gabriel Antuñano. Los últimos ataques llevados a cabo este mes por el Ejército ruso sobre la capital de Ucrania, donde siguen sonando las alarmas de manera cotidiana ante posibles bombardeos, no han frenado esta aventura cultural. “¡Imagina, los polacos se rebelan en nombre de su libertad frente al ducado de Moscovia!”, exclama García abriendo bien los ojos y haciendo referencia a la pertinencia coyuntural de la trama.

El objetivo es que este grupo de jóvenes actores, licenciados en Interpretación que cursan un máster de Arte Dramático, se zambullan, comprendan y hagan suyo el texto de Calderón. Tras los ensayos de la próxima primavera, lo representarán en ucranio en 2023 en el corral de comedias de la localidad manchega durante el festival de julio. Olga Nahirniak, de 22 años, reconoce que, más allá de William Shakespeare, no habían tenido mucho contacto con el teatro en verso, pero se siente atraída por el Barroco y el doble sentido que hay que descubrir en sus textos. Espera, en todo caso, estar a la altura cuando llegue el momento de salir a escena en España. Mientras tanto, agradece que, pese al conflicto, haya quien supere el miedo y se atreva a participar en la iniciativa viniendo desde fuera.

“Es antiguo y feo”, les advierte con una media sonrisa García sobre los versos que les lee y que su “ángel de la guarda”, la intérprete Olga Tarnovska, traduce sobre la marcha a la lengua local. Es la manera del director de empujarles a que piensen en su propia adaptación, porque, insiste, deben ser ellos mismos los que resignifiquen y reinterpreten La vida es sueño para que esta misión del festival de Almagro no acabe convertida en mero “colonialismo cultural”. Eso sí, recomienda a los alumnos que afronten el reto de huir de una excesiva prosificación del texto que pueda acabar diluyendo en exceso la belleza original.

Ignacio García, director de la Fundación del Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro (Fitca), durante el taller que ofrece estos días en Kiev
Ignacio García, director de la Fundación del Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro (Fitca), durante el taller que ofrece estos días en KievLuis de Vega

La libertad, la justicia y la dignidad, presentes en la obra, “tienen un valor enorme en Ucrania” hoy, añade Ignacio García. Y lo desgrana: “La dignidad de un pueblo que no acepta una imposición injusta, la justicia como un planteamiento irrenunciable y la libertad para ser el país que ellos quieren ser y no lo que se les impongan desde fuera”. Antuñano recalca que “el teatro está vivo, tiene que contar el momento presente y, si no lo hace, aunque sea un texto de hace cuatro siglos, no es teatro sino un museo arqueológico”. Los dos, convencidos de la universalidad de la herencia del Siglo de Oro, han acometido ya anteriormente iniciativas similares en Costa de Marfil, India, Polonia o Hungría.

Enseñanzas en los versos

Algunos de los actores no han tardado en exprimir enseñanzas de los versos de Calderón. “Ahora que conozco esta obra, mi sufrimiento es muy parecido al de Segismundo, el protagonista”, reconoce Leonid Sherevera, de 24 años, el primero que atiende a la llamada de Ignacio García y se lanza a los medios del aula a recitar y representar fragmentos de La vida es sueño delante de sus compañeros. La sesión del sábado tiene lugar en una estancia con dos pianos, un equipo de música, una pared de espejos y barra para practicar ballet. En ella se encuentra también el profesor y actor Oleh Zamyatin, de 50 años, que ejerce de tutor del grupo. “La literatura del Siglo de Oro español es un material muy potente y estos actores pueden ver otros enfoques, otros matices que aquí no les enseñamos”, considera Zamyatin. De la clase contigua llegan notas de música clásica que se funden con la lectura de los versos de Calderón.

Durante su estancia en Kiev, Ignacio García tiene muy presente el símbolo del teatro de Mariúpol, ciudad del sur de Ucrania, donde se refugiaban de la guerra cientos de vecinos cuando fue bombardeado por los rusos en marzo, al mes siguiente de que comenzara la invasión. El Gobierno de Ucrania calculó en un primer momento que murieron unas 300 personas. Una investigación posterior de la agencia Associated Press elevó esa cifra a casi 600. “Aquí queremos trabajar eso, el teatro como refugio. Los espacios de cultura como espacios de protección espiritual y anímica, el lugar en el que cuidarnos de la barbarie. Y los bárbaros siempre quieren aniquilar esos espacios de libertad”, comenta el director de la Fundación en uno de los pasillos de la Universidad Karpenko-Kary, especializada en artes escénicas, que acoge el taller en colaboración con la Embajada de España en Ucrania.

Varios alumnos del taller que ofrece estos días en Kiev la Fundación del Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro (Fitca) en la Universidad Karpenko-Kary
Varios alumnos del taller que ofrece estos días en Kiev la Fundación del Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro (Fitca) en la Universidad Karpenko-KaryLuis de Vega

“La industria cultural se ha detenido y los jóvenes tienen un futuro laboral incierto. (…) siento que todo esto también me va a impactar a mí personal y económicamente”, teme Leonid Sherevera. Olga Nahirniak también es consciente del mazazo cultural, pero entiende que en estos momentos haya prioridades como la financiación del Ejército. “Entendemos nuestro trabajo como una forma de lucha, porque no todos podemos coger un fusil y el arma de un artista es su palabra y su cuerpo”, concluye la joven.

Zamyatin, el profesor, trata de cuadrar estos días su agenda para asistir al taller sin faltar a los ensayos y representaciones en las que sigue trabajando en el teatro. Kiev y otras ciudades de Ucrania van recuperando su vida cultural. Pero lo hacen a trompicones porque para los misiles de largo alcance y los drones kamikazes rusos todo este país de algo más de 600.000 kilómetros cuadrados es la línea del frente. “Rezamos para que la obra no sea interrumpida”, reconoce el actor, pero eso no siempre es posible. Algunas tardes, las alarmas por un posible ataque aéreo imponen su ley. La función ha de ser entonces interrumpida de inmediato, dando paso al drama de la vida real. El patio de butacas se vacía y el público se refugia en el túnel del metro más próximo, más seguro que el teatro de Mariúpol.

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Sobre la firma

Luis de Vega (enviado especial)
Ha trabajado como periodista y fotógrafo en más de 30 países durante 25 años. Llegó a la sección de Internacional de EL PAÍS tras reportear año y medio por Madrid y sus alrededores. Antes trabajó durante 22 años en el diario Abc, de los que ocho fue corresponsal en el norte de África. Ha sido dos veces finalista del Premio Cirilo Rodríguez.

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