Óscar Martínez: “Los salvadoreños cruzan fronteras de guerra a diario”
El jefe de Redacción de ‘El Faro’ ha presentado en España su último libro en el que retrata el mundo de pandillas y violencia en su país, El Salvador, donde asegura que el presidente cada vez les pone más trabas para ejercer su profesión
Él es el periodista de Los muertos y el periodista (Anagrama), el último libro de Óscar Martínez (San Salvador, El Salvador, 39 años). “Admito que soy un personaje más”. Contraviene esa máxima del oficio de ser un invisible transmisor, pero lo defiende asegurando que su experiencia es reveladora, por ejemplo, cuando le pide a Rudy que le cuente un recuerdo feliz. Rudy es uno de los cadáveres y el protagonista de una historia que se sabe cómo termina desde el que empieza. Un pandillero que nunca entendió qué era “un momento de felicidad” y no supo responder. “Me puse en escena para mostrar una conversación fracasada”. Una charla infructuosa y clarificadora que muestra el mundo violento en el que vive la sociedad salvadoreña, donde no existen los recuerdos felices.
Este periodista ―jefe de Redacción de El Faro, que lleva casi tres lustros cubriendo pandillas y migración en Centroamérica― no tarda ni un segundo en responder la misma pregunta, aunque reconoce que el sentimiento que prevalece en él es la rabia hacia su país. “Los 31 de diciembre, cuando nos reunimos y mi madre dice las palabras de fin de año, son momentos felices. El pasado fue muy difícil: el primero que Bukele [presidente de El Salvador] empezó a atacarnos constantemente y mi madre dijo: ‘Pero ustedes no van a parar”. Se refería a Martínez y a sus dos hermanos, también periodistas, y a la situación que vive esta profesión en ese país, donde cada vez es más difícil ejercerla.
Pregunta. ¿Se siente libre?
Respuesta. No
P. ¿Cómo se vive sin poder caminar tranquilamente por la calle?
R. En Centroamérica no recuerdo haber caminado tranquilamente; en México, sí; en ciertas zonas de Ciudad de México, es un país tan grande que todavía tiene circuitos por los que vos puedes transitar y abstraerte del país real. La gente vive en pedazos de un país, en un laberinto. Saben por dónde caminar y por dónde no, dónde sentarse y dónde no. En El Salvador, un joven que vive en una comunidad dominada por el Barrio 18 [una mara] puede tener que tomar dos autobuses para llegar a su trabajo con tal de no pasar por la zona de la mara Salvatrucha, aunque no pertenezca a pandillas. Los salvadoreños cruzan fronteras de guerra a diario; los hondureños y guatemaltecos, también; y los mexicanos de gran parte del país, también.
Debemos ser un gremio más severo. Hay demasiados inútiles con poder en el periodismo.
P. Su libro y, por ende, su país están plagados de violencia extrema, ¿hay razones para matar?
R. Sí. Creo que las razones para matar más válidas han sido para liberarse de tiranos, y eso es un clásico latinoamericano. En ciertas ocasiones es aceptable matar para defenderse, y en aquel lugar es una posibilidad real, cercana, es muy difícil que alguien la descarte. Las hay para bajar a unos hombres de verde del poder, sin duda. Que luego esa gente se ha convertido en corrupta igual que a quienes querían hacer desaparecer, eso no le quita validez a aquel momento.
P. ¿Habla de Nicaragua?
R. Sí. Ortega [el presidente] es un dictador. Ha perdido cualquier rumbo y cualquier ética y moral de lo que defendió.
P. ¿Tiene miedo a que El Salvador termine así? ¿Lo ve cerca?
R. La postura editorial de El Faro es la que yo reivindico totalmente. Cuando Nayib Bukele haga lo que ha anunciado: reelegirse en el 2024, él va a ser un dictador sin ninguna capa de maquillaje. La gente se va a dar cuenta de quién es con sufrimiento y dolor. Y es una lástima porque el periodismo centroamericano ya ha perfilado quién es: alguien corrupto, tirano. Cree que los rasgos de la democracia son obstáculos.
P. ¿La violencia forma parte de su vida?
R. Sí, todo el tiempo. He dedicado mi vida a entender por qué somos tan violentos. No entendemos la paz porque nunca nadie nos enseñó. Nunca hemos salido de casa pensando que, con certeza, vamos a volver por la noche. Para mi próximo libro tengo una idea que aún está en desarrollo: quiero explorar la paz, entender qué hay que hacer para vivir en paz en regiones violentas. Y eso, te aseguro, va a ser muy violento.
P. Y en esa sociedad que describe, ¿dónde están las mujeres?
R. Enterradas. ¡Buf!, no puedo ni imaginar lo que es ser mujer en El Salvador. Lo intento, pero me cuesta. Muchas de ellas, en los sectores más populares, no comprenden que otra vida es posible. Asumen que la vida es de esa forma, que tarde o temprano ocurrirá de nuevo: que un hombre les volverá a hacer daño. No conocen otras posibilidades.
P. Ahora es jefe de Redacción, pero ¿volverá a la calle a reportajear, a meterse entre pandillas y migrantes?
R. No tengo prisa porque sé que regresaré. En El Faro siempre ascendemos hasta ser reporteros. El periodismo es mi manera de relacionarme con el mundo, de estar en el mundo. Solo lo dejaría por desilusión: porque me llegue a convencer de que no cambia las cosas, pero sí las cambia, aunque a un ritmo lento, que no me gusta pero que ya comprendí. O por hartazgo: por cansarme de dedicarme a revisar las vidas de unos déspotas, de unos policías corruptos, de unos muchachos sin oportunidades y de criminales salvajes.
P. ¿A qué ha de decirle no un periodista?
R. Como gremio tenemos que decir no y excluir a los periodistas mediocres, esos que tienen poder y ninguna gana de perderlo. El oficio está lleno de periodistas que van haciendo concesiones y van abriendo puertas hasta que terminan en la bodega y dirigen desde ahí. Debemos ser un gremio más severo con los inútiles. Hay demasiados inútiles con poder en el periodismo.
P. ¿Tiene esperanza? Para usted, para su país, para el periodismo en Centroamérica…
R. Ahorita, no. Lo cual no quiere decir que haya renunciado a la esperanza. Simplemente te mentiría si te digo que en este momento tengo esperanza. Que el gremio va a continuar trabajando te lo garantizo. Es complicado decirlo, imagínate: todo Nicaragua está fuera de su país. Honduras está tratando de hacer periodismo en un narcoestado. El exilio se va a mantener por un tiempo y va a crecer. Muchos periodistas vamos a tener que abandonar nuestros países.
P. Para terminar, ¿se despega en algún momento de la actualidad?, ¿deja algún hueco para lo frívolo?
R. Creo que he visto todas las películas de superhéroes de Marvel. Ver cosas muy estúpidas en la televisión me ayuda a evadirme. Si alguien simplemente me observara viendo tele pensaría que soy un imbécil (termina riéndose).
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