Jamie Lee Curtis, reina de los gritos en el terror ochentero: “Solo me fío de mi piel de gallina”
A sus 63 años, la actriz, hija de dos mitos del Hollywood clásico, cierra con ‘Halloween: el final’ la saga que le dio la fama y defiende una vida marcada por las decisiones emocionales
Si en Hollywood hubiese realeza y nobleza, Jamie Lee Curtis (Los Ángeles, 63 años) estaría cerca de la cúspide de la pirámide gracias a más de cuatro décadas de trabajo y a ser descendiente de dos grandes intérpretes de la época dorada. Si además existiera el manual de todos los conflictos, encrucijadas vitales y tópicos que se deben sufrir para ser estrella, Curtis estaría presente como ejemplo en casi todas las páginas: solo se escapa del capítulo de matrimonios y divorcios, porque desde 1984 está casada con el cómico Christopher Guest. Del resto, dietas eternas, adicción a los opiáceos, dudas sobre su físico, encasillamientos por un personaje, desgracias familiares... por todas ellas ha pasado.
También ha vivido momentos de gloria, rodado buenas películas y logrado récords, como ser la actriz de más edad en liderar la taquilla estadounidense gracias al estreno en 2018 de La noche de Halloween. El próximo viernes, la saga se acaba en Halloween: el final, y con ella se despiden el despiadado asesino en serie Michael Myers y Laurie Strode, la única superviviente de sus matanzas, el personaje que hace 44 años empezó a encarnar Curtis, y que promociona con una sonrisa de oreja a oreja.
Vestida de traje con blusa y pantalón, conjuntado en tono burdeos, Curtis se descalza y sube los pies al sillón. Ni se comporta ni parece una entrevistada cualquiera. Lo disfruta. Y no regatea preguntas ni temas. Hija de Tony Curtis y Janet Leigh, dos leyendas del Hollywood dorado, no le quedan recuerdos de sus progenitores juntos, ya que se divorciaron cuando tenía cuatro años. “Mi padre ejerció poco como tal”, comenta, porque en realidad se crio junto a su padrastro, un agente de bolsa. Curtis fue a los mejores colegios de Los Ángeles y Connecticut, y empezó a estudiar Derecho. Solo duró seis meses. Quería ser actriz, y por eso empezó a realizar pequeños papeles en series de televisión antes de que con 19 años sus pasos se cruzaran con John Carpenter, que buscaba una heroína que se opusiera a un asesino psicópata, Michael Myers, durante una noche salvaje de un 31 de octubre. “Hice innumerables pruebas. Y al final solo quedamos dos actrices”, recuerda. “Es imposible que un hijo de artistas famosos no entienda que habrá puertas que se le abran por su apellido, y otras que se le cerrarán porque la gente le rehuirá. Aprendes a vivir con eso. Y a dar el 110%, porque te juzgan constantemente. En el caso de Halloween, es indudable que, en el último segundo, Carpenter pensó que yo era la hija de la actriz que encarnaba a la mujer acuchillada en Psicosis [Leigh], y que el espectador tendería sus conexiones inconscientes entre ambos personajes”.
De las 13 películas de la saga Halloween, Curtis ha participado en siete y realizado un cameo telefónico en una octava. Carpenter solo dirigió la primera, y vendió sus derechos intelectuales cuando no le dejaron hacer una continuación más psicológica para no repetir el esquema del slasher [género con asesino en serie despiadado que generalmente mata a cuchilladas a jóvenes]. ¿Qué significa para la actriz un personaje como Laurie Strode? “Es mi vida, mi hermana, mi amiga... [duda y reflexiona]. Es mi colega, lleva conmigo 44 años, y ha sido durísimo decirle adiós. Aunque hasta yo misma entiendo que era necesario”. Lo tiene tan interiorizado que nunca ha revisionado su trabajo en Halloween. “Por favor, no las hice para eso. Veo El padrino una vez al año y El padrino II cada semestre porque son las mejores películas de la historia”, y subraya la frase con un gesto divertido. “Quiero contarte cómo soy para que comprendas el por qué”, adelanta.
Lo que sigue es una prolija explicación de las interioridades de Jamie Lee Curtis, un viaje al alma de una persona que ha transitado por todos los Hollywoods posibles: reina del grito en los años ochenta por su trabajo en el cine de terror (El tren del terror, Carretera mortal, La niebla o las continuaciones de Halloween), protagonista de comedias como Entre pillos anda el juego, Un pez llamado Wanda o Ponte en mi lugar, secundaria en dramas con ínfulas como La fuerza de un ser menor, Eternamente joven y Mi chica, o parte de taquillazos de acción y thrillers como Acero azul, Mentiras arriesgadas, El sastre de Panamá o Puñales por la espalda. “Siempre, siempre, he elegido de manera emocional, nunca intelectual. Solo me fío de mi piel de gallina. Todas las decisiones las he tomado así. Cuando leo un guion y acepto, envío una foto de mis pelos erizados a quien me lo haya propuesto como muestra de mi reacción y de que acepto el proyecto. No necesito nada más, no investigo más, no consulto a nadie”. ¿Desde cuándo confía en su instinto? “Desde niña entendí que funcionaba así. Era muy fan de la serie Mi marciano favorito, en la que el protagonista era un extraterrestre al que, para comprender las cosas terrestres, le salían unas antenas cuando mostraba su personalidad real y no se escondía bajo su disfraz humano. Pues yo tengo esas antenas”.
Incluso ese instinto le vibró cuando en un ejemplar de la revista Rolling Stone de 1984 vio una foto de Christopher Guest caracterizado como estrella del rock para la promoción del falso documental This Is Spinal Tap. “Fue inmediato. Literalmente le señalé y le dije a una amiga: ‘Me voy a casar con él’. ¡Y ha funcionado! Cada vez que he intentado usar un razonamiento intelectual para tomar una decisión, he fracasado. Cada vez que he seguido mis emociones, he acertado. De niña, suspendía en el colegio porque se ceñían a una educación regida por los libros y los conocimientos, nunca por los sentimientos. Qué error. Al menos decidí que yo me comportaría de otra manera, que mi energía, enorme, debería de ser canalizada por otra vía. Y aquí estoy, contigo, en Madrid, en este estupendo hotel, con casi 64 años y hablando de Halloween. Por eso no me creo a la gente que habla de planes y estrategias vitales”.
Ese olfato es el que le ha llevado a no trabajar jamás con su marido, reputado cómico y director de éxitos como Very Important Perros o Un poderoso viento, y que ahora se encuentra embarcado en la producción de la segunda parte de This Is Spinal Tap. “Estoy casada con él, ¿para qué más? Ahora en serio, Christopher siempre ha actuado con su troupe, actores superdotados en la improvisación, y he sido lo suficientemente lista como para entender que no sé trabajar así, que nunca estaría a su altura”.
Siempre he elegido de manera emocional, nunca intelectual. Solo me fío de mi piel de gallina. Todas las decisiones las he tomado así”
Solo alguna vez Curtis descarriló. “Yo estaba por delante de la epidemia de opiáceos”, explica sobre una adicción que superó en 1998, tras una década enganchada a esos medicamentos. Y eso que su hermano pequeño por parte de padre, Nicholas Curtis, había fallecido por una sobredosis en 1994. En cambio, las antenas no le fallaron, por ejemplo, cuando apoyó sin fisuras a su hijo pequeño Ruby cuando le anunció que era transgénero, y que se sentía mujer, y cuando aceptó participar en Todo a la vez en todas partes, el estreno indie estadounidense de mayor éxito esta temporada: “¡Su belleza es jodidamente impresionante! Y lo asombroso es que Dan y Daniel [los directores] fundamentan todo ese guion en cimientos intelectuales con los que construyen una película emocional”. Que ella ha publicitado gustosamente: “Se me dan muy bien Twitter e Instagram, cierto. Me llaman el arma de promoción masiva porque entiendo cómo funcionan las redes sociales. Es todo emociones, ¿ves cómo volvemos a lo mismo?”.
Al final de la entrevista, para explicar su vida, Curtis recurre a John Steinbeck: “Lo cito de memoria, y lo escribió en Al este del edén, uno de mis libros favoritos: ‘La mente libre y exploradora del ser humano individual es el tesoro más valioso del mundo’. Hoy tiene más sentido que nunca, con el imperio de internet y las redes sociales. Steinbeck remataba: ‘Y por eso debo luchar contra cualquier idea, religión o gobierno que limite o destruya al individuo’. Precioso, ¿verdad?”.
Babelia
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