Joël Dicker: “En Europa se tiende a despreciar a quien vende muchos libros”
El autor suizo superventas reflexiona sobre el desprecio que siempre han concitado los autores de éxito
El autor superventas Joël Dicker (Ginebra, 37 años) acaba de dar a luz la segunda entrega de una trilogía de la que ya estaban publicadas las otras dos. Un desafío que le llevó de nuevo al New Hampshire que retrató en La verdad sobre el caso Harry Quebert y que debía encajar literariamente entre aquella historia y la siguiente. También en el nuevo libro, El caso Alaska Sanders (Alfaguara) ha elegido un cuadro de Hopper para su portada.
Pregunta. ¿Por qué Hopper?
Respuesta. Cuando iba a publicar el caso Harry Quebert estaba en Madrid viendo una exposición de Hopper, que conocía y que ya me gustaba muchísimo. Y paseando entre los cuadros me dije: “esto es exactamente lo que busco”. En un libro tan largo en el que el lector tiene que tomarse tanto tiempo para conocer a los personajes quería una imagen que le guiara y le conectara antes incluso del comienzo de la lectura. Por ello lo elegí. Se lo planteé a todas las editoriales y otras han preferido otras portadas porque la única persona que conoce su mercado es el editor local. Los lectores guardan sus características aunque estemos en un mundo globalizado. Y esto es algo que me gusta muchísimo. Muy interesante.
P. ¿Qué ha sido más difícil en el nuevo libro? ¿Los personajes, la trama?
R. El mayor desafío ha sido que conectara entre la primera y la tercera parte de una trilogía que ya estaban escritas. Tenía que encajar con los personajes que ya tenían una biología previa y posterior. Lo pasé muy bien.
P. Entonces ha hecho como en Star Wars, ha hecho lo anterior después de lo posterior.
R. Sí, un poco como en Star Wars. Y respondo esto porque sé que sigue esa lógica, pero debo decir algo inconfesable: nunca he visto Star Wars. No sé por qué aun no lo he visto, es un pilar de la cultura pop actual y tengo que verlo.
P. ¿Vivir el éxito tan joven es bueno o malo para crecer?
R. Todas las experiencias potentes son buenas para madurar. No siempre elegimos cuándo nos ocurren las cosas y el éxito es una experiencia muy potente, muy positiva, que me ha formado, y al mismo tiempo con muchas dificultades que hay que superar. A mí me ha permitido vivir ahora tranquilamente con mis hijos. Y es que lo más importante de mi vida es mi familia.
P. ¿Y cuáles son esas dificultades?
R. Lo primero, en relación conmigo mismo, uno se plantea muchas cosas. Yo llevaba diez años escribiendo y tenía ya cinco novelas antes del éxito y me pregunté ‘¿qué he hecho que sea distinto?’. Por tanto, te cuestionas sobre la creatividad. Y lo segundo, en la relación con los demás: de repente te conocen, te reconocen, las cosas son más fáciles en cierto sentido, pero también más complicadas porque hay celos, ataques y eso puede partirte en dos, fortalecerte o debilitarte.
P. ¿Se ve como una especie de Agatha Christie del siglo XXI?
R. ¡Qué autor no quisiera ser la Agatha Christie del siglo XXI! Yo no puedo responder a esa pregunta porque no soy yo quien lo va a decidir, lo harán los lectores en el futuro, incluso después de mi muerte. Yo estoy al principio de mi carrera y tengo una vida por vivir hasta llegar a convertirme en gran escritor. También Agatha Christie en su época tuvo muchas críticas y obras muy cuestionadas. Cuando convirtió por ejemplo al narrador en el asesino, los críticos dijeron que eso violaba los códigos de la novela policial. Los grandes se han convertido en grandes después de muertos. Yo de momento disfruto de la vida y de escribir.
P. ¿Se ve siempre en el territorio literario del crimen?
R. Es difícil responder y hacer promesas sobre ello. Yo me dejo llevar por lo que me gusta, no siempre he escrito novela policíaca, he hecho otras cosas y volveré a otros géneros. Mi gran deseo no es ser Agatha Christie o Conan Doyle, sino hacer distintos tipos de libros a lo largo de mi vida y espero que los libros que escriba cuando tenga 50 o 70 años no sean los mismos que los que hago a los 35.
P. ¿Y por qué eligió la novela criminal?
R. Como en la música, he experimentado con géneros de todo tipo. Yo tocaba la batería, primero en un grupo pop, luego rock, heavy metal, jazz… y cada una de las experiencias fue distinta y me agradó. En literatura también.
P. ¿Cuál es el poder de los libros?
R. Vivimos una vida muy angustiosa entre el clima, el coronavirus, el fin del mundo, la guerra de Ucrania... Es muy difícil escapar y los libros te permiten vivir otra vida en este mundo. Es una escapatoria mucho más potente que las series de televisión o el cine, porque cuando lees un libro formas parte activa de la historia. El lector también es creador, se imagina los personajes, los lugares, lo que ocurre, lo vive como si estuviera en él. Y es el último lugar en el mundo donde uno está solo consigo mismo, desconectado, dejando aparte el móvil, el wasap y a los demás. En un libro uno puede mantener una conversación consigo mismo y esto genera una introspección muy saludable e importante porque creamos imágenes que pertenecen a nuestro propio espacio vital.
P. ¿Le molestan las críticas al best-seller como una escala más baja de la literatura?
R. Las críticas forman parte del juego y hay una tradición en Francia y Europa que tiende a despreciar un poco a quien vende muchos libros. Simenon también fue despreciado porque vendía muchos libros. André Gide pedía que le bajaran las cifras de ventas para que no le criticaran. Hay una relación muy complicada entre la literatura y el éxito. Yo no me comparo con Simenon o Christie, digo simplemente que esto forma parte del juego. La historia repara todo esto.
P. ¿Y le molesta de alguna forma ser un best-seller?
R. Cuando después de dos o tres años metido en un libro, cinco o seis días a la semana, diez horas diarias o más, vas a Bélgica, España, Suramérica y ves lectores que hacen cola es muy agradable y da sentido a todo. El escritor que llora porque se vende su libro es un buen actor, más que otra cosa.
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