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Fina García-Marruz y la poesía del silencio

La poeta cubana, Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana y Nacional de Literatura de Cuba, fallece a los 99 años

Fina García-Marruz, con 88 años, en La Habana.
Fina García-Marruz, con 88 años, en La Habana.Alejandro Ernesto (EFE)

Fina García-Marruz pertenece por derecho propio a lo que podría llamarse la gran cultura cubana con mayúsculas. Unida desde su juventud a los movimientos literarios más importantes e influyentes en su país, empezando por el mítico grupo Orígenes, que reunió alrededor de la figura de José Lezama Lima a una constelación de brillantes escritores, poetas e intelectuales que marcaron el pensamiento cubano y tuvieron profundos vínculos con autores españoles como Juan Ramón Jiménez, Federico García Lorca o María Zambrano, Fina García-Marruz Badía, fallecida ayer a los 99 años en La Habana, era la última sobreviviente de aquella etapa dorada de la literatura cubana en la que ella representó el misticismo católico, la inteligencia y la intimidad de lo sublime, e igual de importante, la humildad, que en sus propias palabras era algo similar a “escribir con el silencio vivo”.

Uno de sus versos explica mejor que nada su filosofía y su sentir, presente en toda su creación literaria ―que no fue inmensa en cuanto a publicaciones ni tan conocida como la de sus contemporáneos, pero sí de gran hondura y de culto para los más conocedores―. Dice Fina: “Hemos corrompido /de mentira y de uso /la palabra amor, /y ya no sabemos /cómo entendernos: /habría que decirlo de otro modo, / o callarlo, mejor, /no sea cosa que se vaya, / el insólito Huésped”.”

Fina García-Marruz era poeta, ensayista e investigadora, y para ella poesía, historia y los misterios católicos iban de la mano. Su forma de entender la vida y la creación literaria la convirtieron en una de las voces poéticas más personales y extraordinarias ―y a la vez desconocidas― de la literatura hispanoamericana. Su obra incluye títulos como los tempranos Poemas (1942), Transfiguraciones de Jesús en el monte (1947) o Las miradas perdidas (1951), poemarios a los que siguieron obras como Visitaciones, Viaje a Nicaragua o Créditos de Charlot. Sus ensayos sobre el grupo Orígenes (La familia de “Orígenes”), de Bequer, Quevedo y sobre todo los múltiples que realizó a lo largo de su vida sobre el Héroe Nacional de Cuba, José Martí, son absolutamente indispensables y de consulta obligada para todos aquellos que traten de acercarse a la obra del gran pensador cubano.

Por sus méritos literarios fue galardonada con importantes premios, como el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, en 2011; el Ciudad de Granada Federico García Lorca, ese mismo año; o el Premio Nacional de Literatura de su país, que había recibido en 1990, entonces la segunda mujer en ganarlo. No le gustaban las entrevistas ni el protagonismo, nada que la hiciera salir de su querida humildad, entendida esta no como timidez sino como actitud ante la vida. Cuando recibió el Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda, en 2007, expresó: “Me siento en esos casos como una violinista a la que le piden un concierto de flauta. Yo me comunico mejor con el silencio, sin el que no se podrían dar la poesía, la música, ni el encuentro con uno mismo.”

No es posible entender la vida y la obra de Fina García-Marruz sin la del amor de su vida, el también poeta Cintio Vitier, miembro destacado del grupo Orígenes (Lezama Lima, Gastón Baquero, Eliseo Diego, Virgilio Piñera, Ángel Gaztelu, Vitier y ella misma, entre otros ), que fue fundamental en su andar literario. Contaba Fina que cuando lo conoció, siendo todavía novios, fue él quien la introdujo en la mística que después guio toda su obra. “Yo no conocía nada, pero a los 17 años Cintio me leyó los Evangelios. Yo había aprendido, con Juan Ramón Jiménez, a discernir, en la palabra, lo que era verdadero. Cuando Cintio me lee aquello, por la fuerza de la verdad escondida en la Palabra, me convertí en el acto”.

Tanto Fina, madre de los músicos cubanos José María y Sergio Vitier (ya fallecido), como su hermana Bella, casada con el también poeta Eliseo Diego, formaban parte de una estirpe intelectual de gran sensibilidad artística sin la cual la cultura cubana estaría incompleta. En su literatura y en su vida, Fina siempre habitó el mundo de la poesía y contempló el mundo a través de los ojos de su fé con delicada ironía y hondura. De ella son estas palabras: “No hay nada más parecido al Apocalipsis que los titulares de la prensa de hoy: inundaciones nunca vistas, terremotos, guerras, la miseria apoderada de medio planeta; los cuatro Jinetes, en fin. Pero no te olvides de que el Apocalipsis termina bien. Cristo dijo: ‘cuando vean que suceden estas cosas, sepan que el reino de Dios está cerca’. Reino que habría de empezar en la tierra, no extraña a ella, ya que enseñó el ‘Venga a nosotros tu Reino”. Con ella desaparece parte de la gran literatura cubana.


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