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Santiago Gamboa, el escritor colombiano que se largó a los 19 y volvió a los 50

Fue estudiante en Madrid, lavaplatos en París, reportero en Sarajevo y cónsul en Nueva Delhi. Su última novela, ‘Colombian Psycho’, es una narración policiaca centrada en lo más oscuro de su país

Santiago Gamboa
El escritor colombiano Santiago Gamboa, en el hotel de las Letras, el pasado viernes 11 en Madrid.jaime villanueva
Antonio Jiménez Barca

El escritor Santiago Gamboa, de 56 años, siguiendo una tradición literaria latinoamericana, vivió una época miserable en París. Ocurrió en 1990, cuando tenía 25. Había llegado con una mano delante y otra detrás, desde Madrid, dispuesto a inventarse una vida y a convertirse en novelista. Como eso no salía, trabajaba de profesor mal pagado de español y de lavaplatos peor pagado en un restaurante. En el bolsillo guardaba una última bala: el teléfono del también escritor peruano Julio Ramón Ribeyro, reconocido ya por entonces y residente asentado en París desde hacía mucho tiempo, adonde había llegado obedeciendo a la misma tradición. Gamboa decidió llamarle:

—¿El señor Ribeyro?

—Sí.

—Soy Gamboa, quiero hacerle una entrevista.

—Huy, gracias, pero estoy muy deprimido. Llame la semana entrante.

Le llamó varias semanas, con la misma idéntica conversación. Hasta una tarde en que Gamboa se había largado de uno de esos trabajos dando un portazo y se encontraba desesperado, a punto de renunciar. Probó de nuevo:

—¿El señor Ribeyro?

—Sí.

—Es para hacerle una entrevista.

—Huy, es que estoy deprimido.

—Yo también.

—¿Y qué le pasó?

Gamboa se lo contó y Ribeyro le replicó: “Eso lo cambia todo. Venga mañana”. Y todo cambió: gracias a la intervención de Ribeyro, Gamboa comenzó a trabajar de periodista y consiguió el tiempo y la calma suficientes como para escribir sus primeras novelas. La segunda, Perder es cuestión de método, resultó un éxito y le sacó para siempre del oficio de lavaplatos.

Gamboa visitó recientemente Madrid para promocionar su última novela, la número 11, titulada Colombian Psycho (Alfaguara), una historia trepidante con estructura de novela policíaca que destapa algunos pozos negros de la sociedad colombiana. Los personajes son los mismos que la anterior, Será larga la noche, el comedido fiscal Jutsiñamuy y las periodistas Julieta y Johana. “Pero no es una secuela”, advierte Gamboa. “He utilizado los mismos personajes como el director de cine que repite para una nueva película con los mismos actores porque se le ha dado bien”. En Será larga la noche (Alfaguara) se abordaba el tema de la iglesia evangélica; en esta, los denominados falsos positivos: asesinatos de jóvenes de barrios pobres cometidos por paramilitares haciéndolos pasar por miembros abatidos de la guerrilla para completar estadísticas y ganar así dinero y permisos. Hay registrados 6.402 falsos positivos. Es un número conocido en Colombia, una cifra cargada de resonancias políticas.

En el fondo, más allá del argumento y de los protagonistas, lo que subyace es el intento de retratar la Colombia actual: “La sociedad colombiana es jodida, porque ha sufrido mucho. Es hipócrita, violenta, ignorante y hay mucha crueldad. Tal vez porque es un país de derrotas, por eso mi novela Perder es cuestión de método fue tan leída. Tenemos una tradición de la derrota, un poco como esos artistas que progresan de derrota en derrota. En Colombia siempre hubo un esquema oligárquico al mando. Son 2.000 familias ricas que lo son no porque hayan producido nada. Amancio Ortega es rico porque se ha inventado Zara. Los ricos colombianos son ricos sin haber hecho nada, su botín es el Estado, tienen monopolios con el Estado, contrataciones fraudulentas con el Estado, es la típica clase oligárquica parásita”.

En lo más oscuro del narco

El escritor es un conversador imparable y divertido, que ensarta diatribas políticas, citas literarias y anécdotas personales. A los 19 años, dejó su ciudad natal, Bogotá, para vivir en Madrid. “¿Por qué me fui? Pues porque mi casa familiar se cerró. Mis padres, profesores ambos, se fueron a Heidelberg (Alemania) y mi hermano a Milán. A mí me dijeron ‘¿Y tú, para dónde?’ Y decidí que Madrid”. En Madrid estudió Filología Hispánica, conoció la ciudad loca de los ochenta, celebró nochebuenas en un bar junto a un amigo poeta, sin perder de vista su objetivo: ser novelista. “Soy el típico producto literario de alguien que nació en una casa donde había 5.000 libros. Y desde los 14 a los 18 me leí a los escritores latinoamericanos: García Márquez, claro, pero también Cortázar, Borges, Puig, Fuentes y Vargas Llosa. Y descubrí una cosa, yo quería ser eso, escritor latinoamericano, no colombiano. Ser colombiano es irrelevante, es poco. Hablo de la literatura de un continente, no la literatura de un país. Y pocos años después me di cuenta de otra cosa: de que tenía el privilegio de que mis clásicos estaban vivos. Aún hoy Vargas Llosa está vivo. Es como si un francés pudiera conocer a Balzac, a Stendhal o un español a Galdós”.

Otra imagen de Santiago Gamboa.
Otra imagen de Santiago Gamboa. jaime villanueva

De Madrid saltó a París. Fue locutor de radio, reportero en Sarajevo, corresponsal de El Tiempo en París, novelista en Roma, cónsul en Nueva Delhi, escritor de crónicas de viajes y columnista. También autor de Jaque mate, un libro, publicado en 1999, en el que, bajo la supervisión de García Márquez, narró la detención del cártel de Cali. “Yo iba con los detectives secretos, me llevaban a las casas de los narcos, yo tomaba notas y luego escribía en casa. Después, una vez al mes, me veía con García Márquez. Él me asesoraba, me decía `mete más carga aquí, reduce esta parte´. Esas reuniones eran un privilegio para mí, claro. En el fondo, hablábamos cinco minutos del proyecto, él decía ‘mira, está todo bien´, y luego, añadía: `vamos a hablar de lo importante´, que era la literatura. Yo una vez le pregunté: `¿Qué escritor te hubiera gustado conocer?´ Y él me respondió: `Camus, aunque sólo fuera para preguntarle si se había dado cuenta de que El extranjero adolece de un error temporal que arranca en la primera frase”. El libro se publicó en forma de autobiografía del general José Serrano Rosso. Firmado por él. “Yo, que lo escribí, salía muy chiquito en la tapa del libro. Si hubiera figurado como autor, los narcos me podrían haber matado o, cuando menos, destruido”.

En 2015, con 50 años, decidió volver a Colombia. Había una razón familiar: la enfermedad de su suegro. Pero también otra íntima y colectiva a la vez: comenzaba el proceso de paz y Colombia se preparaba para convertirse en un país nuevo. “Era antes de la votación. Yo me dije, es hora de volver. Yo quería estar ahí y ver eso. Me había ido con 19 y volvía con 50. Yo era diferente y regresaba a un lugar distinto. Volver, en el fondo, es una cuestión literaria, que solo con la literatura se puede responder a esa pregunta. Hasta ese momento mis novelas iban siempre de un colombiano fuera de Colombia. A partir de ese momento, iban a ir de la nueva Colombia”. No niega que, en muchos aspectos, su país le ha decepcionado: “Se produjo un descalabro. El proceso de paz duró apenas tres años. Ahora hay otra vez una Colombia en guerra, con el narcotráfico disparado, la violencia disparada, el asesinato de líderes, el asesinato de desmovilizados de la guerrilla. Si el proceso de paz no se vuelve a encender, Colombia va a tener una década en sangre.” Pero Gamboa no se deja ganar por la melancolía (otra tradición latinoamericana) y se entusiasma con el candidato de izquierda a las próximas elecciones, que se celebran el domingo 19: “Yo aspiro a que Gustavo Petro haga en mi país lo que se ha hecho en tantos países europeos en los que he vivido. El programa de Petro es socialdemócrata. La pregunta es si esas 2.000 familias le van a dejar ponerlo en práctica si gana”.

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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