Una Feria de Abril divertida y un generoso (y preocupante) esportón de trofeos
Los presidentes de La Maestranza han claudicado ante la ola de triunfalismo que pretende imponerse en la moderna tauromaquia
El último día de la Feria de Abril, cuando Manuel Escribano se refrescaba en la barrera tras matar el último miura de su encerrona, la televisión le preguntó a Ramón Valencia, empresario de la plaza, un balance de urgencia sobre lo sucedido en el ruedo sevillano desde el Domingo de Resurrección. Y no tuvo duda: “Ha sido una feria histórica”.
El calificativo tiene su aquel: ‘lo nunca visto’, ‘el no va más’, ‘la más exitosa jamás soñada’…
Bueno, bueno, ya se sabe que tal calificativo ha perdido peso y sentido desde el momento en que cualquier suceso puede ser calificado como ‘histórico’, desde una corrida triunfal hasta la boda de un famosillo sin currículo.
Pero hace bien el empresario en calificar la feria como le venga en gana; y ojalá haya obtenido pingües beneficios después del cierre prolongado impuesto por la pandemia.
No es menos cierto, por otra parte, que existen motivos para que el señor Valencia muestre su complacencia: en las 13 corridas y un espectáculo de rejoneo que se han celebrado se cortaron 29 orejas, la Puerta del Príncipe se abrió cuatro veces, y el cartel de ‘no hay billetes’ se colgó seis tardes.
Ha sido una feria divertida, con un balance muy positivo, sin duda alguna. Pero un ciclo tan trascendental para la fiesta en el mundo como es el del abril sevillano también merece otra mirada.
La progresiva disminución del número de abonados se nota, y mucho, en el cambio de criterio de los tendidos
Ramón Valencia sabe bien que ese balance ‘histórico’ no es el fruto de festejos protagonizados por toros bravos y toreros heroicos y artistas que produjeran un arrebatado estado emocional en una afición sabia y generosa -defensora de una fiesta auténtica, garantía de su futuro- que mantendrá para siempre en la retina de su recuerdo.
Por desgracia, los aficionados de verdad son muy pocos. No es un secreto que el número de abonados es insignificante en comparación con los más de 7.000 que existían antes de 2008/9, cuando se produce la mayor caída, de modo que en 2014 eran 2.410 y bajaron a 2.100 en 2015. Hoy, el dato concreto no se conoce, pero no es difícil aventurar que esté aún más bajo.
Y eso se nota y mucho en La Maestranza.
Por fortuna, los huecos de los abonados no se quedan vacíos y los cubren espectadores ocasionales, entre los que habrá buenos aficionados, sin duda, pero son mayoría los que carecen de conocimientos y de la exigencia inherente al prestigio de la fiesta de los toros; multitudes que van a divertirse, sin más, y cifran el nivel de su satisfacción en el número de trofeos que se conceden.
Quizá, sea ese el hecho verdaderamente ‘histórico’ de este año sevillano: el protagonismo absoluto de los espectadores.
Pero los nuevos ‘gobernantes’ de la plaza no tienen capacidad para devaluarla si no es con la cooperación necesaria e imprescindible de la presidencia.
Quizá, en este punto reside la clave de un esportón de trofeos tan abundante como preocupante. Los mismos presidentes de años anteriores (porque son los mismos, con la excepción de Anabel Moreno, cesada por ser del PSOE) que se distinguieron en la defensa de la pureza e integridad del espectáculo, han perpetrado una cornada en la femoral de una fiesta con mala cara y seriamente amenazada por diferentes patologías previas.
Da la impresión de que el palco ha sido sensible a esa corriente tan de moda hoy en los ambientes taurinos -y periodísticos, por supuesto- de que hay que ayudar a la fiesta, que hay que destacar solo sus aspectos positivos, ocultar sus vergüenzas y ofrecer al mundo una imagen festiva para contrarrestar los ataques de los antitaurinos.
Quizá por esa razón y ante la euforia manifiesta de los tendidos, los presidentes lo han tenido claro: claudiquemos por el bien de la fiesta y han tirado por la ventana los pañuelos blancos que hay que guardar como oro en paño para evitar la degeneración del espectáculo.
También es cierto que el palco sevillano se rige por el Reglamento Taurino de Andalucía, nacido en 2006, cuando la afición aún estaba viva y coleando, y ha perdido vigencia en aspectos fundamentales, entre ellos el referente a la concesión de la primera oreja, por ejemplo (basta que la solicite una mayoría de espectadores).
Así las cosas, habría que concluir que otro hecho verdaderamente histórico de la pasada Feria de Abril ha sido su celebración, y que el público haya vuelto en masa. He ahí lo más importante del ciclo.
El Juli, declarado triunfador de la feria, y Morante, autor de la mejor faena
Ha habido tardes de interés, toros y toreros de oro y plata creadores de emoción, y ahí queda reflejado en el fallo de los jurados sevillanos más sobresalientes.
Pero queda una asignatura pendiente: los presidentes debieran hacer examen de conciencia; ellos son los garantes de la pureza del espectáculo. Si renuncian a esa misión y se integran en la ola triunfalista, malo.
Mientras ellos (y la Junta de Andalucía, que los nombra) analizan lo sucedido, los triunfadores del ciclo han sido los siguientes:
Jurado de la Real Maestranza de Caballería:
Triunfador de la feria: El Juli.
Mejor faena: Morante de la Puebla.
Mejor estocada: Daniel Luque. Necesitó un desempate con Diego Urdiales.
Mejor rejoneador: Guillermo Hermoso de Mendoza.
Mejor toreo con el capote: Morante de la Puebla. Necesitó una segunda votación con Diego Urdiales.
Mejor subalterno: Antonio Chacón.
Mejor subalterno en banderillas: Fernando Sánchez.
Mejor picador: José Palomares.
Mejor ganadería: El Parralejo. Necesitó una segunda votación con Victoriano del Río y Garcigrande.
Mejor toro: Chismoso, de Santiago Domecq.
XXXVI Trofeos Taurinos Puerta del Príncipe, organizados por El Corte Inglés:
Triunfador de la feria: El Juli.
Mejor faena: Morante de la Puebla.
Mejor toreo de capote: Diego Urdiales.
Mejor suerte de matar: Daniel Luque.
Mejor subalterno: Antonio Chacón.
Mejor picador: José Palomares.
Mejor ganadería: Santiago Domecq.
Mejor rejoneador: Guillermo Hermoso de Mendoza.
Asimismo, Daniel Luque ha sido designado ganador de la XXXII edición del trofeo Mejor Lección Torera que cada año votan los miembros de la asociación sevillana Aula Taurina. El galardón viene a “refrendar el conjunto de su extraordinaria actuación ante Jurista, un encastado y dificultoso toro de El Parralejo, el pasado 28 de abril”. El diestro protagonizó “una verdadera lección torera por su valor, ambición y excelentes formas en la lidia”.
Por último, también ha recaído en Daniel Luque el XVIII premio Al Detalle para el Recuerdo, instituido por una cadena hotelera.
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