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Antònia Font: “Nos queríamos reconciliar con nuestra historia, y eso no se hace cenando”

La banda mallorquina reaparece con ‘Un minut estroboscòpica’, un álbum continuista de sonido tan familiar como imaginativo

Pau Debón y Joan Miquel Oliver (con gorra) del grupo musical Antònia Font.
Pau Debón y Joan Miquel Oliver (con gorra) del grupo musical Antònia Font.VICENS GIMÉNEZ

Antònia Font marcaron una trayectoria impecable antes de dejarlo en 2013, tras su concierto de despedida en Palma. Discos de pop pluscuamperfecto, incursiones en el sinfonismo y, como despedida, una rúbrica en forma de álbum con canciones de menos de un minuto, Vostè és aquí. ¿Para qué volver?, ¿para qué poner en riesgo aquel legado?, ¿para qué jugársela y estropear tan buen final? Son preguntas imaginables tras la vuelta de los mallorquines, y Joan Miquel Oliver (compositor y guitarra, Sóller, 1974) y Pau Debón, (cantante, Palma de Mallorca 1977), cansados de responder a un interrogante que parece obligatorio, afirman: “Hay que asumir riesgos, de no hacerlo no habríamos publicado ni el segundo disco. Además nos queríamos reconciliar con nosotros mismos, con nuestra historia, y eso no se consigue con una cena sino grabando un nuevo disco”. Ese nuevo disco se titula Un minut estroboscòpica y es Antònia Font en estado puro.

“No era momento de hacer experimentos sino de hacer un álbum que sonase a Antònia Font”, dice Joan Miquel, tocado con una gorra y con esa mirada y actitud tan gallega propia de quien se ignora si sube o baja. Le apoya Pau, con ese mentón tan propio de Roco Vargas, el personaje de Daniel Torres, y una barba tan cerrada e invasiva que parece le nace en los mismos labios. No habla mucho, “es normal que se hable de música y letras, y eso lo hace Joan Miquel”, explica. El disco tiene 10 canciones, y no había más. “Son las que compuse”, dice su autor “y las compuse en el mismo orden del disco porque iba variando el tono de cada una de ellas (la-re-sol-do-fa-si bemol….) para adaptarme al tono y forma de cantar de Pau”, asegura. Pau le mira y se ríe. “No tenía ni idea de esto, nunca nos explica nada, me entero de las cosas del disco en las entrevistas”, asegura jocoso y curado de espantos. Joan Miquel añade “y como sé que tiene problemas para pronunciar la ‘i’, procuro evitar palabras que la contengan, en especial si la ‘i’ es tónica”. Pau, que eso sí lo sabía, asiente. ¿Cómo pueden ustedes aguantar a un tipo así, con una imaginación desbordante y metódico como copista? Su respuesta es una fisura en la barba que permite ver sus dientes. Y añade escueto: “Esto es Antònia Font”. El resultado en el disco es que la deliberadamente monótona y desapasionada voz de Pau no cansa gracias a que Joan Miquel le busca los mejores tonos. Trabaja para él.

El disco podría nutrir de canciones a los álbumes anteriores del grupo, y se puede imaginar que Miquel Riera, sentido y melancólico homenaje al escalador fallecido, formase parte de Batiscafo Katiuscas. “Me gusta mucho esa idea, porque queríamos precisamente recuperar nuestro sonido más familiar”, dice Pau, mientras que Joan Miquel apostilla “es cierto, Caramel·let podría formar parte de Lamparetes. Desde luego no era el momento de experimentar”. Y hablando de esto, tanto el último disco de Joan Miquel en solitario, dodecafónico, como al ahora penúltimo de Antònia Font, compuesto por canciones de menos de un minuto, eran los más experimentales: ¿casualidad? “A priori sí”, dice Joan Miquel, “pero, ahora que lo dice, es cierto que se hacen discos por reacción, hay un momento en el que no quieres que sean parecidos y quizás por ello estos dos discos siendo un punto y seguido son tan diferentes a los demás”.

El álbum está lleno de pequeñas sorpresas, desde el Invisible que puntea la canción del mismo nombre, extraído del traductor sonoro de Google, a dos canciones diferentes sobre el amor, Amants perfectes, amor romántico a la Antònia Font, o Venc amb tu, definida por Joan Miquel como “una canción de amor abierta, sincera y positiva”. Hay temas de estructura compleja como Una deixona de pols, y otros escuetos como la citada Invisible. Y mucha guitarra y mucho piano: “Es que el piano fue lo último que grabamos y pudimos usar un Bösendorfer Imperial, y suena tan bien que en la mezcla le dimos protagonismo”. Y no falta la canción protesta, Cultura silenci, al estilo del grupo, que últimamente reivindica la contención del turismo que ha destruido su paraíso, según sostienen: “El turismo nos lo ha quitado todo y no nos ha dado nada, el nivel de vida en Mallorca es menor que hace unas décadas y nos hemos quedado sin playas, sin agricultura y sin paisaje, ya sólo tenemos turismo”, enfatizan al unísono. Material sonoro para una vuelta controlada. “Haremos 10 conciertos, la mayor parte aún sin cerrar, y listo”, dicen ambos. Imaginación y control en esta vuelta con aparente fecha de caducidad.

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