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Viaje por la historia de Europa a través de sus medicinas

Un proyecto español pretende convertir la antigua botica de los Papas en un museo que recorrerá milenios de sabiduría sobre fármacos, recetas curativas, venenos, especias y aromas

Interior de la especiería de Santa María de la Scala en Roma.Foto: Rafael Garay Peset (EASD-València)

Al cruzar las puertas de la antigua especiería de Santa María de la Scala en Roma el visitante entra con todos los sentidos en un mundo congelado en el tiempo. Los olores, los colores, el mobiliario, las pinturas, los instrumentales, los venenos, las recetas antiguas, las materias primas que se conservan intactas en esta farmacia, única en su especie y una de las más antiguas de Europa, hablan de otra época y condensan milenios de sabiduría. Arrojan además valiosa información sobre la ciencia farmacéutica a un equipo multidisciplinar e internacional de investigadores que ha estudiado durante años los compuestos y sustancias que se custodian en este extraordinario lugar, situado en el corazón del barrio del Trastevere de la Ciudad Eterna.

A su valor científico se suma su interés artístico y cultural. Esta antigua botica de la Roma barroca, abierta por los monjes Carmelitas Descalzos en el siglo XVII y que estuvo en funcionamiento hasta mediados del siglo XX, se convertirá en un museo físico y virtual gracias al proyecto Roma Hispana, de la Universidad de Valencia, que estudia la especiería como parte del patrimonio cultural español en Roma.

En las decenas de cajas, probetas y vasijas que permanecen cubiertas de polvo, en el mismo lugar en el que los monjes las dejaron, los investigadores han identificado, a través de análisis físicoquímicos y estudios culturales, gran multitud de especias, hierbas, compuestos y materias primas de todo tipo y procedencia. Muchas vienen del mundo árabe, del Mediterráneo antiguo: Grecia, Roma, Etruria; de Egipto, Oriente Próximo, India, Ceilán, Tailandia y hasta de México o Perú. “Es un viaje en el tiempo a través de los fármacos o las plantas medicinales, de las especias, de los aromas. Es un mosaico de patrimonio inmaterial en torno al conocimiento del fármaco en el Mediterráneo”, señala a este diario María Luisa Vázquez de Ágredos Pascual, directora del proyecto Roma Hispana.

Algunos frascos y materiales de la especiería de Santa María de la Scala, en Roma.
Algunos frascos y materiales de la especiería de Santa María de la Scala, en Roma.Rafael Garay Peset (EASD-València)

En la sala de ventas de la botica, situada en el primer piso del convento de los Carmelitas Descalzos, enseguida llama la atención un gran recipiente. Se utilizaba para guardar la teriaca, explica a un puñado de visitantes el padre Marco, uno de los pocos monjes que todavía viven en el convento. El religioso habla de este preparado muy popular en la antigüedad, compuesto por más de 70 ingredientes de origen vegetal, animal o mineral entre los que destacan, entre otros, el opio o la carne de víbora. Surgió como un antídoto universal contra toda clase de venenos en el siglo II a. C., a petición del rey del Ponto Mitríades, que trataba de protegerse contra un eventual envenenamiento. Algunos historiadores han señalado que cuando el monarca fue derrotado por el general romano Pompeyo trató de suicidarse ingiriendo un veneno para evitar ser capturado, pero al estar inmunizado contra todo tipo de tóxicos, acabó reclamando a uno de sus militares que lo matara con la espada. La fórmula de la teriaca se convirtió en una especie de panacea durante la Edad Media y su uso se extendió hasta el siglo XIX.

Es solo una de las múltiples fórmulas que se conservan en la vieja especiería, donde además se mantienen intactos el armario de los venenos, el mostrador, la rudimentaria caja registradora o los llamativos frescos y pinturas murales. Y los carteles que publicitaban los productos estrella de la farmacia: el agua antipestilencia, una fórmula propia y secreta inventada por fray Basilio; el agua de melisa, de propiedades relajantes; y el agua “de la Scala”, de efecto analgésico.

A través de una pequeña puerta desde la sala de ventas se accede a la rebotica, presidida por un inmenso armario, decorado con retratos de personajes insignes de la medicina como Hipócrates o Galeno, lleno de cajas de madera de sándalo que aún guardan materias primas como cuernos de ciervo, a los que se atribuían propiedades reconstituyentes, o insectos utilizados para dar color a algunos preparados.

Una de las habitaciones de la especiería de Santa María de la Scala.
Una de las habitaciones de la especiería de Santa María de la Scala.Proyecto Roma Hispana 2020

También forman parte de las instalaciones de la vieja botica un laboratorio galénico, todavía lleno de probetas e inventarios de hierbas, donde se preparaban las fórmulas complejas. O el liquorificio, donde se destilaban sustancias, se trituraban semillas, se secaban plantas o se compactaban píldoras. Todo el complejo puede visitarse algunos días a la semana, solamente en pequeños grupos, previa reserva que gestionan directamente los monjes.

La antigua especiería de Santa María de la Scala puso en marcha sus laboratorios en el siglo XVII para uso interno de los frailes y un siglo después abrió sus puertas al gran público. En el XIX ganó el apelativo de “farmacia de los Papas”, ya que entre sus muros se elaboraban los remedios que curaban las enfermedades de los pontífices. Cerró definitivamente en 1954, con el auge de las farmacias laicas.

Vázquez de Ágredos Pascual explica que la orden de los Carmelitas Descalzos, de origen español, que más tarde recibió permisos del papa Borgia para establecerse también en Roma, controlaba las rutas comerciales con las Indias Orientales y Occidentales. De ahí que muchas de las recetas de la farmacia provengan de estos lugares. “Por eso nos explicamos que en Santa María de la Scala haya sustancias y formulaciones complejas que proceden del saber medicinal de la antigua América, que ya había sido conquistada por los españoles, también vemos tradiciones curativas que vienen de la medicina ayurvédica, que conecta con la India. Hay productos también de la medicina islámica, algo que es muy fácil ya que la farmacia conventual está vinculada a una orden española. Estamos ante un crisol de conocimiento medicinal a través del tiempo”, subraya la historiadora. Y añade: “Es un viaje que permite bucear en diversas culturas a través de los fármacos, de las especias y de los aromas, porque los tres conceptos están conectados, en la antigüedad y hasta hoy numerosos fármacos han sido especia y aroma, como el azafrán o el laurel”.

Detalle de una de las estanterías de la antigua especiería.
Detalle de una de las estanterías de la antigua especiería.Rafael Garay Peset (EASD-València)

Los científicos no dudan de que se encuentran frente a un diamante en bruto con inmensas posibilidades. Por ello, tras los primeros resultados el proyecto se abrió a la colaboración de numerosos laboratorios y centros internacionales de España, Italia, Suiza, Francia y Portugal, como el de arqueología molecular de la Sorbona de Francia. “El objetivo es estudiar, musealizar, con itinerarios para los visitantes, y difundir la especiería”, apunta Vázquez de Ágredos Pascual. Y agrega: “Buscamos un turismo experiencial, trabajar con los sentidos, para que el visitante pueda oler, probar, tocar”.

La Escuela de Arte y Superior de Diseño de Valencia y el organismo público de investigación italiano ENEA trabajan para reproducir la especiería en 3D y crear un museo virtual.

Interior de la especiería de Santa María de la Scala, en Roma.
Interior de la especiería de Santa María de la Scala, en Roma.Rafael Garay Peset (EASD-València)

En un estudio reciente, cuyas conclusiones se presentarán dentro de unas semanas en la capital italiana, los científicos han descubierto, entre otras cosas, que los frailes tenían un jardín botánico para proveerse de materias primas en la espectacular colina romana del Gianicolo. Además, están preparando una ruta europea de las especias, los aromas y las plantas medicinales, que recorre los escenarios y las culturas que quedaron unidas desde la antigüedad por el uso de los aromas, “entendidos como una de las grandes claves sobre las que sustentar una memoria histórica común y nuestra identidad cultural euromediterránea”, y que sin duda pasará por Roma.

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