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El Reina Sofía salda una deuda con el pasado

El tercer capítulo del nuevo replanteamiento de la colección permanente del museo reubica el trabajo de los exiliados de la Guerra Civil y de los años de la autarquía franquista

'Supervivientes del campo de Gusen', fotografía de Francesc Boix. En vídeo, imágenes de la nueva colección en el Reina Sofía
Ana Marcos

Es 1939 y miles de exiliados huyen de España tras la contienda fratricida. La Guerra Civil ha terminado y no hay otra salida. Muchos encontrarán la muerte en campos de concentración europeos. Otros la tristeza, la nostalgia y la desesperación. Unos cuantos harán de la necesidad virtud y desarrollarán una carrera artística cuyos ecos les permitirán volver a su país. En la patria que han dejado, reina el fascismo y la autarquía. Este viaje al pasado reciente de la historia de España compone Pensamiento Perdido: Autarquía y Exilio, el tercer capítulo del nuevo replanteamiento de la colección permanente llevado a cabo por Manuel Borja-Villel al frente del Museo Reina Sofía.

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En 16 salas, donde se exponen cientos de obras, un 60% de las cuales nunca se habían visto en la colección permanente, se mira hacia atrás sin perder la vista en el presente. “La trascendencia y actualidad de la imagen del exilio republicano remite a un momento histórico y a una experiencia fundamental no solo para España y el siglo XX, sino también para el contemporáneo siglo XXI, marcado por una crisis migratoria global”, ha explicado este martes Rosario Peiró, jefa de Colecciones del Museo.

La sala dedicada a Francesc Tosquelles, un psiquiatra republicano que debió refugiarse en Francia, donde se convirtió en una de las grandes referencias de la psiquiatría de la segunda mitad del siglo XX.
La sala dedicada a Francesc Tosquelles, un psiquiatra republicano que debió refugiarse en Francia, donde se convirtió en una de las grandes referencias de la psiquiatría de la segunda mitad del siglo XX.Claudio Alvarez/EL PAIS

La película El éxodo de un pueblo (1939), de los franceses Louis Llech y Louis Isambert, ayuda a entender la diáspora de aquellos años. El cuadro de Pablo Picasso Monumento a los españoles muertos por Francia (1946-47) colocado al lado de las fotografías de Robert Capa de campos de concentración de republicanos como los de Argelès-sur-Mer o Bacarés (Francia, marzo 1939) se convierte en un ejercicio de memoria para evitar repetir los mismos errores y en una manera de entender el mundo en que vivimos. “Es fundamental para pagar una deuda porque sabemos que un país que no conoce su propia historia está condenado a repetirla”, ha afirmado Borja Villel.

“Los exiliados pertenecían a una nación, pero estaban en países muy distintos. ¿Cómo escribes una historia cuando tu situación es de frontera? Aunque el país que te ha acogido no es exactamente el tuyo, del que provienes ya no volverá a ser el tuyo. Una situación de diáspora permanente que nos recuerda a los campos de Palestina o Siria. Es una condición contemporánea”, ha planteado el director.

Fotografías de Robert Capa en la frontera de Cataluña con Francia.
Fotografías de Robert Capa en la frontera de Cataluña con Francia.Claudio Alvarez/EL PAIS

El director habla al lado de un dibujo de Josep Bartolí de los campos de concentración. Está hecho en papel, no había dinero para mejores materiales, y ofrece una mirada dura sobre el dolor extremo. Al lado hay una foto de Lee Miller donde los que miran a los muertos lo hacen casi desde la obscenidad de la frialdad. Hay también en esta zona un cuadro de la artista austriaca Ceija Stojka. Parece el cuadro de una niña, hasta cierto punto lo es. Es el recuerdo de la infancia de una mujer gitana que a los 60 años empezó a dibujar el horror de su experiencia en tres campos de concentración, de los que se salvó gracias a que su madre la escondió entre cadáveres. Borró su herencia gitana, su pasado, hasta que no pudo más. “Vomita toda esa historia que había tenido reprimida cuando uno de sus hijos muere de sobredosis y considera que no lo pudo salvar como sí había hecho su madre con ella”, ha contado el director.

El campo en estas salas es el de concentración, pero también el medio rural. “Durante el franquismo es un lugar idealizado, el lugar opuesto a la ciudad, el pecado, el crimen”, ha recordado Borja-Villel. “Pero es también el símbolo del aislamiento, de la pérdida de libertades”.

La autarquía

En las salas dedicadas a la autarquía, a la inicial cerrazón del franquismo hasta su apertura en los años cincuenta, suena en el silencio ese discurso revisionista tan presente en la actualidad. Aparece la España del silencio y las prisiones, del hambre, de las cartillas de racionamiento como en la pintura La costurera (1943), de José Gutiérrez Solana. Aunque, como ha explicado el director del Reina Sofía, también “aparecen formas de resistencia y resiliencia en un contexto asfixiante”. Ha puesto de ejemplo el regreso de Miró a España en los años cuarenta. “De modo silencioso es capaz de crear una escuela con artistas muy jóvenes como Tapiès, Cuixart y Saura”.

La obra 'Forjadores del imperio', de Ángel Jalón, de la zona dedicada a la autarquía. Al fondo, estudio para la Cruz del Valle de los Caídos de Francisco de Asís Cabrero.
La obra 'Forjadores del imperio', de Ángel Jalón, de la zona dedicada a la autarquía. Al fondo, estudio para la Cruz del Valle de los Caídos de Francisco de Asís Cabrero.Claudio Alvarez/EL PAIS

El surrealismo de Dalí, el humor de la revista Codorniz y la fotografía de Santos Yubero tienen su lugar en la sala La vanguardia “frívola” en la postguerra. Esas muestras de modernidad contrastan con el surrealismo de Diego de Rivera. “El surrealismo mexicano tiene otro lenguaje que no estaba tan presente en el surrealismo que llega del norte, el de Estados Unidos o el francés, tiene que ver con el indigenismo”, ha apuntado Borja-Villel. Su cuadro Campos magnéticos, como las muestras de cartelería que unen México con Alemania, representa otra de las vías por las que el Museo Reina Sofía trata de contar la historia del arte desde abajo, desde el sur, sin ceñirse a la linealidad que en tantas ocasiones ha excluido varios capítulos de la historia. “Parece que la historia del arte haya evolucionado de Europa a Estados Unidos, pero aquí vemos que evoluciona desde España a través de las Canarias a México y a Latinoamérica”, ha zanjado.

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Sobre la firma

Ana Marcos
Redactora de Cultura, encargada de los temas de Arte. Ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS. Fue parte del equipo que fundó Verne. Ha sido corresponsal en Colombia y ha seguido los pasos de Unidas Podemos en la sección de Nacional. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y Máster de periodismo de EL PAÍS.

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