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Paloma Díaz-Mas: “Si cambia la vida, cambia la literatura”

La escritora y filóloga cree que su doble perfil le ha ayudado para ser elegida académica de la RAE frente a Dolores Corbella. Su próximo libro será una incursión en la literatura infantil

Paloma Díaz-Mas, en julio de 2020 en Vitoria.
Paloma Díaz-Mas, en julio de 2020 en Vitoria.Lino Rico
Manuel Morales

Paloma Díaz-Mas (Madrid, 66 años) tiene las dos almas que se complementan en la Real Academia Española (RAE) y que a veces se disputan una silla en la institución: la filóloga y la literaria. “Ese doble perfil de investigadora y en la creación”, decía el sábado por teléfono, es el que cree que le permitió ser elegida el pasado jueves para la silla i, la que ocupó la científica Margarita Salas hasta que falleció en noviembre de 2019. Díaz-Mas se impuso a la también filóloga Dolores Corbella. Fue la segunda ocasión, la primera en 1978, en que a una silla aspiraban solo mujeres. Entonces, Carmen Conde se convirtió en la primera académica de la institución al imponerse en votación a la escritora Rosa Chacel y la médica Carmen Guirado, las otras candidatas. Con Díaz-Mas habrá ocho mujeres y 35 hombres. Estudiosa de la literatura oral, en especial del romancero, y del judeoespañol, ya jubilada, Díaz-Mas dio clase 18 años en la Universidad del País Vasco, hasta 2001, antes de trabajar otros 18 en el Instituto de Lengua, Literatura y Antropología, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).

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Pregunta. ¿Es usted más filóloga o literata?

Respuesta. Una cosa alimenta a la otra. Parte de mi obra literaria se inspira en obras que he estudiado como filóloga. Por ejemplo, mi novela El rapto del Santo Grial [finalista del Premio Herralde en 1983] tiene elementos que provienen del romancero y la lírica popular. Y al revés, por ser escritora me han dicho que mis publicaciones científicas se leen con claridad. Parte de la autobiografía de un escritor son los libros que ha leído porque forman parte de su experiencia. Un escritor aprende a escribir leyendo.

P. ¿Y a escribir así le ayudó también que estudió periodismo?

R. Simultaneé Filología Románica y Periodismo porque ambas tenían que ver con la comunicación y el uso del lenguaje. Luego me acerqué a lo sefardí precisamente gracias a un trabajo para una asignatura de periodismo.

P. ¿Sentarse en la silla de Margarita Salas es especial?

R. Muy especial, me hace ilusión. Era una gran científica, dirigió un laboratorio científico. Me siento vinculada a ella, no sería lo mismo haber ocupado otra silla.

P. ¿Por qué se ha dedicado a las palabras?

R. Publiqué en 1973, con 19 años, mi primer libro [un volumen de relatos, Biografías de genios, traidores, sabios y suicidas según antiguos documentos]. Había una vocación por dedicarme a la literatura. La Editora Nacional, del régimen franquista, quiso renovar títulos y pidió en un anuncio en el periódico obras originales. Imagine lo que sería ahora eso. Me citaron y cuando llegué me dijeron: “¡Anda, creíamos que habíamos quedado con una escritora y es una niña!”. Era el final del franquismo y todas las posibilidades parecían abiertas, aunque había una generación perdida de escritores en el exilio que luego no encontró su hueco. En los ochenta surgió la nueva narrativa española, en la que coincidimos autores de distintas edades. Había frescura y editoriales independientes pequeñas.

Está surgiendo una literatura relacionada con la pandemia

P. Su editorial ha sido Anagrama, ¿cómo se inició esa relación?

R. Hasta 1983, cuando se convocó el primer Premio Herralde de novela, yo tenía escritas dos novelas e iba por ahí a ver si me las publicaban. Ese año fui finalista con Enrique Vila-Matas y ganó Álvaro Pombo. Jorge Herralde me la publicó. Yo no sabía nada del mundo editorial, ni siquiera quién era Herralde.

P. Luego publicó novela histórica.

R. En realidad, la única de ese género es La tierra fértil (1999) [ambientada en la Cataluña feudal]. El resto han sido más novelas alegóricas, aunque desde 2004 tendí a la autoficción. Mis últimos libros son narrativa de no ficción. El escritor evoluciona.

P. En 2014 publicó Lo que aprendemos de los gatos. ¿Qué aprendió?

R. ¡Ah!, mi gran éxito literario [risas], traducido al alemán, al portugués... Aprendí la capacidad de centrarse en el presente. Trata de un gato que observa a los humanos, que tienen una enfermedad llamada razón, con la que generan unos tóxicos, que son las ideas. Es un libro con humor que invita a reflexionar sobre el presente.

P. Como estudiosa de la lengua, se ha fijado en la literatura oral y el romancero.

R. El romancero entró en el canon gracias a Menéndez Pidal y desde ámbitos como el Instituto Escuela. Es una literatura oral, que se transmitía de generación en generación. En los ochenta me fui a recoger romanceros en pueblos de Lugo, León, el norte de Castilla... Hoy el romancero ha perdido esa función de contar la vida porque esta se ha transformado.

P. En el último año la vida también ha cambiado por la pandemia. ¿Afectará al lenguaje, a cómo nos comunicamos?

R. Ya ha cambiado hábitos lectores. El confinamiento sirvió para aumentar la lectura y está surgiendo una literatura relacionada con esto. Va a influir porque ya manejamos palabras nuevas. Cuando los atentados del 11-M en Madrid hicimos un trabajo de investigación sobre las manifestaciones de duelo colectivo. Escribí un artículo que analizaba el uso de textos literarios para expresar ese duelo. Esto quiere decir que la literatura tiene una función en la vida y que si cambia la vida, cambia la literatura.

Me hace especial ilusión sentarme en la silla que ocupó Margarita Salas

P. Su otra pasión investigadora es el judeoespañol, el castellano que se llevaron los judíos expulsados en el siglo XV de la Península. ¿Cree que debería recuperarse esta lengua en España?

R. El estudio del judeoespañol conviene hacerlo porque hay mucha literatura y cultura. Otra cosa, muy complicada, es revitalizar una lengua que lleva un siglo en decadencia porque perdió prestigio entre sus propios hablantes y se relegó al ámbito doméstico.

P. Su próximo libro será su primera incursión en la literatura infantil.

R. Es una colección de romances para niños, adaptados a situaciones actuales. Romances clásicos como el de la doncella guerrera, que se vestía de hombre para ir a la guerra, pero aquí será porque quiere jugar al fútbol. Me ha divertido mucho escribirlo.

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Sobre la firma

Manuel Morales
Periodista de la sección de Cultura, está especializado en información sobre fotografía, historia y lengua española. Antes trabajó en la cadena SER, Efe y el gabinete de prensa del CSIC. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y máster de Periodismo de EL PAÍS, en el que fue profesor entre 2007 y 2014.

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