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David Rieff: “Ahora solo se habla con personas que piensan lo mismo que tú”

El ensayista estadounidense se muestra pesimista con el futuro del mundo después de la pandemia

Juan Cruz
David Rieff
El escritor David Rieff, en Nueva York, el pasado viernes 26 de febrero.Joana Toro

David Rieff ha recorrido el mundo, desde Nueva York, donde nació hace 68 años, para comprobar qué hay de verdadero o impostado en la solidaridad que proclaman las naciones y hasta qué punto la desigualdad marca el estado de la civilización del siglo XXI. Ahora, confinado en su casa, ansía la hora de volver a hacer esos viajes de los que han salido ensayos en los que vuelca también su talento de reportero. Entre ellos, Una cama por una noche, El oprobio del hambre o Elogio del olvido, todos comprometidos con el drama de las guerras, el desamparo o la lucha contra el hambre. En este momento, dice por teléfono desde su casa, tiene miedo de que la pandemia confirme la desigualdad global. Sobre el dominio del mundo virtual advierte: “Ahora solo se habla con personas que piensan lo mismo que tú”.

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Pregunta. ¿Tras la pandemia usted cree que todo seguirá igual?

Respuesta. En el mundo desarrollado me parece que sí. Pero en países como Senegal o Guatemala, por ejemplo, eso no va a ser así. Ahora hablamos de un plan exitoso de vacunación en Europa o América del Norte, pero si observamos lo que pasa en otras partes del mundo tengo mucho miedo de que vayamos a confirmar la desigualdad global en la pandemia. En Nueva York yo he tenido la vacuna, pero en muchos lugares del mundo eso no es posible. Y la he tenido aquí, como otros muchos, a pesar de que Trump irrumpió fatalmente en la distribución.

P. ¿Cómo ha vivido la experiencia que supuso la época de Trump, y sobre todo su despedida?

R. Hace cuatro años, cuando ganó, una amiga argentina nos envió a sus amigos este mensaje: “Con Trump ustedes tienen al primer presidente latinoamericano”. Yo añadiría que fue el primer presidente peronista, porque te da una impresión completamente ridícula y exagerada del caudillo latinoamericano, como Yo el Supremo, de Roa Bastos. El desastre actual ha sido tremendo en regímenes populistas, dos de derechas (los de Trump y Bolsonaro) y otro de izquierdas, el de López Obrador… Ellos son responsables de un tercio de los dos millones y medio de fallecidos en el mundo… Protagonizan la dimensión loca del populismo. Es una política de fantasías, de mentiras, de triunfalismos. Y así han cambiado a peor el destino de sus países. En el caso de Trump, sus responsables de sanidad hablaban bajo su mando como oficiales de un régimen estalinista… Y al irse pasó ese golpito de Estado del asalto al Capitolio. Tuve miedo durante las primeras horas. ¡Al principio parecía como el golpe de Tejero! Tenía miedo porque creí que ahí se pronunciaba un terrorismo de la derecha dura, el nacionalismo blanco, que sigue siendo muy posible, como pasó en Oklahoma hace 15 años.

P. Y después vino Biden…

R. A quien ha ayudado ese golpito. Porque está claro que la mayoría del centro político norteamericano estaba y sigue estando en contra de esa política terrorista… Yo creo que un presidente de Estados Unidos puede cambiar las cosas al 20 o 25%. Biden va a tener un año de luna de miel, ayudado por el horror de lo que sucedió en el Capitolio. En la política se olvida todo en un tiempo bastante pequeño. Pero el Congreso que salió de las elecciones sigue sin una minoría fiable y este es un momento delicado. Las sorpresas que dio Trump fueron grandes, y algunas muy crueles, como todo lo que hizo en la frontera con México, contra las familias emigrantes, con los niños… Biden no es un ángel y sería un gran error pensar que con él todo va a cambiar. Hay que moderar las esperanzas, pero va a cambiar mucho, sobre todo con respecto a la inmigración. Abordará una cierta lucha contra la desigualdad, en parte por razones idealistas y también porque debe mucho al establishment afroamericano y ha de pagar su deuda con ellos. El mundo de Wall Street no tiene miedo de Biden; él no es una personalidad política del ala izquierda del Partido Demócrata.

P. Dice que tuvo miedo al principio de lo que usted llama el golpito. ¿También lo tuvo cuando el Senado lo liberó del impeachment?

R. No. Yo no pensé ni por un segundo que fueran a votar para condenarlo. Es imposible. En el sistema estadounidense hay que tener dos tercios de votos en el Senado para condenar… Claro que hubiera sido una felicidad su condena. Lo peor es que va a quedarse con millones de personas que seguirán apoyándole. El gran debate será dentro del Partido Republicano: ¿va a seguir siendo el partido de Trump o va a rechazar finalmente el trumpismo? En un año vamos a entender un poco lo que está sucediendo en el Partido Republicano, pero ahora las realidades están ocultas.

P. Trump impuso el populismo en las redes sociales y afectó gravemente a la credibilidad de la información. ¿Son lesiones definitivas?

R. He sido bastante escéptico ante las promesas y fantasías de las redes sociales, del mundo virtual. Ahora se habla solo con personas que piensan lo mismo que tú. Alguien de Podemos no habla con personas del PP, y la misma situación ocurre con respecto a la derecha. Eso da de sí realidades que no son tales y así triunfa la subjetividad absoluta. No sé cómo se va a luchar contra ese fenómeno, que es una metáfora del sistema virtual. Tampoco había objetividad en los periódicos de 1900. En el ámbito de la derecha, Hearst ha sido luego la familia Murdoch; en Estados Unidos la izquierda de los medios la representa la NBC, que mantiene los puntos de vista de Sanders o de Elizabeth Warren… Existen las fake news, claro, pero cada uno tiene las suyas: hay que ponerlo en contexto.

P. Decía usted que íbamos a salir de la pandemia con una desigualdad global más acentuada.

R. Europa Occidental puede tomar el riesgo de la inflación y hacer circular más dinero, invertir más en la obra pública, en subvenciones, porque no hay un peligro de una inflación devastadora en España, Alemania o Francia. Pero en Argentina o Brasil, por no hablar de África o países del Oriente pobre, no puede darse lo mismo. Y una gran inflación, como la que podría venir, en América Latina siempre ha sido el asesino de la democracia. Además, la pobreza está creciendo. En Argentina, país sobre el que ahora estudio para hacer un libro, la pobreza afecta en este momento a más del 50%. Lo más lógico, por desgracia, es que, tras la pandemia crezca la pobreza. Yo tengo mucho miedo cuando trato de pensar en el futuro, de anticipar lo que va a suceder después de la pandemia. No tengo una perspectiva muy optimista.

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