El disco más doloroso que un músico puede grabar
Steve Earle publica ‘J. T.’, un trabajo dedicado a su hijo, el también cantante Justin Townes, que murió en agosto a los 38 años de una sobredosis
El pasado 23 de agosto el talentoso músico de 38 años Justin Townes Earle moría por una sobredosis de drogas. Estaba solo en su apartamento de Nashville (Tennessee, EE UU). Unas semanas después, su padre, el también músico y referente del country-rock Steve Earle (Virginia, 65 años), escribía para él Last Words (Últimas palabras), una canción donde Earle narra la última charla que compartió con su hijo.
Con la instrumentación austera de una guitarra acústica quejosa, Earle escribe una carta a su hijo en la que se lamenta (“ojalá te hubiera abrazado”) y cuenta el último contacto, por medio de una llamada telefónica, solo tres días antes de la muerte de Justin. “Lo último que dije fue ‘te quiero’, y tus últimas palabras para mí fueron: ‘Yo también te quiero”, canta Earle con una voz ronca que no puede ser más dolorosa. Un pequeño consuelo, esa despedida llena de amor, para un sufrimiento eterno.
Los dos músicos compartían muchas cosas, a pesar de que vivieron una relación complicada con temporadas sin hablarse. Ambos desarrollaron una capacidad interpretativa enorme, con querencia por los sonidos americanos, el country, el rock, el bluegrass, el folk, el ragtime. Sus temas mantienen un compromiso con la honradez, siempre dispuestos a abrir puertas donde el reflejo de uno mismo no es nada agradable. También compartieron el mismo y peligroso método para evadirse: la heroína. Los dos fueron adictos. Steve fue condenado a 18 meses de prisión (cumplió seis en 1994) por tenencia de drogas y armas. Tras salir de la cárcel, se limpió y no ha vuelto a recaer. Justin se enganchó a la heroína y al alcohol. Logró dejar atrás algunas sustancias; otras le acompañaron hasta el final.
Artísticamente, Justin superó el síndrome de la sombra del padre famoso. Empezó adorando a Kurt Cobain para luego acudir a las raíces de la música americana: Leadbelly, Woody Guthrie, Sonny Terry y Brownie McGhee, Howlin’ Wolf… Se labró una consistente carrera en solitario con ocho discos que le abrieron las puertas de los medios más reflexivos que al principio arrugaban el ceño por ser “hijo de…”.
Sin embargo, en lo emocional no pudo romper con el molde del padre. “Yo decía: ‘Lo haces tú, pues yo también”, contó en 2019 en una entrevista a Rolling Stone, donde reveló que consumió heroína por primera vez con 12 años. Mientras su padre daba tumbos y se convertía en un forajido del rock, Justin creció con su madre (Carol-Ann Hunter) en condiciones a veces precarias: en alguna ocasión tuvieron que hacer cola para recibir alimentos en un comedor social. Steve, con una historia sentimental complicada (se ha casado siete veces), se marchó de casa cuando su hijo tenía dos años.
Justin empezó a conocer realmente a su padre ya de adolescente. Steve había pasado por prisión y había dejado las drogas duras. Ahora se enfrentaba a un hijo que le reprochaba haberse desentendido de él y de su madre. Justin no ocultó en sus entrevistas que se sintió desvalido y que la ausencia de su padre le produjo un enorme dolor. También lo ha cantado, en temas como Mama’s Eyes o Farther From Me. Así explicó el significado de Mama’s Eyes: “Habla de alguien que es igual que su padre, que era lo último que quería ser. Un día se mira al espejo y ve que tiene los ojos como su madre. Y eso es lo único redentor en su vida”. Una letra autobiográfica.
En los últimos tiempos la relación se enderezó, aunque los rencores siempre acechaban. En una entrevista para The New York Times publicada la semana pasada Earle cuenta que en aquella conversación final con Justin le dijo que le apoyaría si estaba listo para recuperarse de sus adicciones. “Le imploré: ‘No me hagas enterrarte’. Y él me dijo: ‘No lo haré”. En agosto, Justin ingresó en un hospital con neumonía. El médico le urgió a dejar el alcohol y las drogas.
En J. T. (iniciales de Justin Townes), Steve recrea con su voz áspera 10 canciones compuestas por su hijo (el álbum se completa con la única pieza propia, la mencionada Last Words). Una de ellas es The Saint Of Lost Causes, del último disco de Justin, de 2019. La letra dice: “Durante mucho tiempo fui como un perro herido apoyado en una valla metálica. El mundo era como un niño grande y malo golpeándome con un palo a través de la valla”. No debió ser fácil para Steve interpretar un tema donde su hijo se presenta como un perro apaleado entre otras cosas por la falta de cariño del padre.
En aquel encuentro de 2019 con Rolling Stone, Justin Townes Earle se juramentaba: “Protegeré a mi hija para que tenga una vida mejor que la mía”. Etta St. James Earle tiene ahora tres años. Su padre no pudo cumplir aquella promesa.
Historias cantadas de perdedores
Steve Earle siempre ha sido generoso con sus mentores. A algunos les ha dedicado discos enteros. Nunca ha sido por oportunismo: él ha terminado por ser más popular que ellos. En 2009, publicó 'Townes', dedicado a Townes Van Zandt. La relación de los músicos fue paternal: Van Zandt era 11 años mayor que Earle. El hijo de Earle lleva en su nombre compuesto Townes, por Van Zandt, un tipo que no obtuvo reconocimiento en su tiempo y que murió alcoholizado en 1997 a los 52 años. Otro tributo: Steve Earle editó en 2019 'Guy', con temas de Guy Clarke, otro de los grandes referentes de Earle y de todos los músicos de 'country'. Clarke fue clave (junto a Kris Kristofferson, Johnny Cash o Willie Nelson) para la renovación del 'country' en los setenta, en un tiempo en el que este género no vivía su mejor momento. Murió en 2016 a los 74 años. El tercer homenaje, 'J. T.', dedicado a su hijo muerto, es el que nunca quiso grabar.
Babelia
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