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Joan Jonas: “Los hombres y las mujeres ya no son seres contrarios y enfrentados”

Pionera del vídeo y la ‘performance’, inaugura una exposición sobre la belleza de los océanos en el Museo Thyssen-Bornemisza y actúa este miércoles en el Prado

Álex Vicente
La artista Joan Jonas, en el Museo Thyssen en febrero de 2020.
La artista Joan Jonas, en el Museo Thyssen en febrero de 2020. Álvaro García

En el interior de la nueva exposición de Joan Jonas (Nueva York, 83 años), que se inaugura mañana martes en el Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid, cinco vídeos rodados por la artista evocan la belleza enferma de los océanos del planeta, junto a un surtido de ilustraciones de temática marina y un hermoso acuario lleno de viejos cristales comprados en Italia y Portugal. Pantallas reflectantes apoyadas en las paredes irradian sombras turquesas por toda la sala, dando al espectador la sensación de estar flotando dentro de una pecera. En el centro, una silueta minúscula y enérgica da los últimos retoques a la exposición, Moving off the land II, presentada en el marco de la programación de la fundación TBA21 que lidera Francesca Thyssen, donde permanecerá abierta hasta el 18 de mayo.

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El proyecto se inspira en los textos de Emily Dickinson y Herman Melville sobre los océanos, pero también en las grabaciones subacuáticas del biólogo David Gruber, especialista en arrecifes coralinos. Mezclando la poesía con la ciencia, los estímulos visuales y el discurso multicapas de los monólogos interiores, Jonas deja entrever un comentario alarmado sobre la urgencia medioambiental. “Quiero que mi obra tenga relación con el presente, pero sin ser didáctica. No quiero escandalizar ni aleccionar, sino perturbar”, responde Jonas, que aspira a provocar una toma de conciencia sin recurrir a los eslóganes baratos.

Los tiempos han cambiado desde que esta pionera de la performance y el vídeo exhibía sus obras delante de una minúscula parroquia de espectadores. Hoy esas disciplinas, antes denostadas, son aplaudidas y han quedado integradas a la programación de los museos que, hasta no hace tanto, se limitaban a exponer pintura: el Prado acogerá una de sus performances este miércoles. “Se han convertido en parte del mundo del arte y los museos lo han terminado aceptando, como sucedió, en el pasado, con otras disciplinas”, sostiene Jonas, en referencia a la fotografía o las instalaciones.

Esta artista algo ermitaña está satisfecha con el reconocimiento recibido en los últimos años, en los que ha representado a su país en la Bienal de Venecia y protagonizado una retrospectiva en la Tate Modern de Londres. “Me alegro de que ahora haya más gente que conoce mi trabajo”, dice. ¿No vivía mejor en la marginalidad? “Sí, pero ya estuve allí mucho tiempo”, se explica. “Aun así, intento seguir sintiéndome un poco marginal, porque seguramente lo siga siendo”.

Jonas iba para escultora. Hasta que un día destruyó todo su trabajo y volvió a empezar de cero. “Sabía que mi escultura nunca sería puntera. Cuando descubrí los happenings y vi cómo artistas de varias disciplinas trabajaban juntos, entendí que eso iba a ser lo mío”, afirma Jonas, que mantiene un “lazo invisible” con nombres de su generación, como Richard Serra, Robert Smithson, Dan Graham o Laurie Anderson. Ese género en plena gestación le permitió sentirse más libre y menos sometida al genio masculino. “La pintura y la escultura estaban controladas por los hombres. Hacer performance fue una manera de salir de los límites que otros habían trazado y de adentrarme en un nuevo paisaje”, relata Jonas. La mentalidad de los pioneros, dicen los estadounidenses.

Los animales son la devoción de Jonas. Desde los setenta la artista ha introducido a sus distintos perros en su trabajo, como vuelve a suceder en su nueva muestra, pero en este caso predominan las especies marinas. “Siempre me he identificado mucho con los peces. Nunca me canso de mirarlos. Me sucede lo mismo que con los niños…”, dice Jonas. Tal vez porque ambos grupos viven ligeramente apartados de las reglas de la civilización, como esta artista furiosamente libre. “Sí, debe de ser por eso”, confirma con la risa más inaudible. Como los peces, Jonas nada a diario en una de las escasas piscinas públicas que subsisten en su barrio. La artista es una de las pocas supervivientes de aquel Soho neoyorquino que se convirtió en hervidero de las vanguardias. Hoy ha transmutado en “un horrible centro comercial”, lamenta. “Cuando paseo a mi perro siempre miro al suelo, para no tener que ver lo que tengo a mi alrededor”. Aun así, no se plantea una mudanza. “Me llevaría dos años”, afirma Jonas, consciente de que no tiene tiempo que perder.

Desde que arrancó su carrera el arte contemporáneo ha pasado de ser una excentricidad para entendidos a un sector económico que mueve billones. “Ahora el arte es un negocio, pero tampoco estoy en contra de esa idea. Me parece bien que los artistas puedan vivir de su trabajo. En mi época teníamos que lavar platos en restaurantes”, afirma sin un ápice de romanticismo. “Los sesenta y los setenta fueron un momento maravilloso, pero no me gusta la nostalgia. Es importante no transmitir eso a los jóvenes de hoy”, responde Jonas, profesora emérita del Massachusetts Institute of Technology (MIT).

Entre sus sucesores destaca los nombres de artistas como Anri Sala y Tino Sehgal. ¿Y Marina Abramovic, señalada como responsable del boom de la performance en los últimos años? “Me gustaba su trabajo con Ulay. Me admiraba su resistencia”, responde con más educación que entusiasmo.

En una de sus Mirror Pieces (1968-1971), Jonas se desnudó e inspeccionó cada parte de su cuerpo con un minúsculo espejo. Ese trabajo cobra hoy una gran influencia en el marco del último repunte feminista. “Sí, aunque hoy el contexto ha cambiado. Antes era casi la única artista y profesora, mientras que ahora hay muchas más. La posición de las mujeres no es perfecta y los hombres todavía son dominantes, pero ha habido un cambio”. ¿Considera que ya somos iguales? “Espero que sí, pero sospecho que no…”, dice con el optimismo de la voluntad y el pesimismo de la inteligencia. “Aun así, nuestra relación con el género ha cambiado. Hoy ya no vemos a hombres y mujeres como seres contrarios y enfrentados. De hecho, tengo estudiantes que ya no se consideran hombre o mujer, que han dejado de creer en esas categorías. La lengua cambia y los pronombres son distintos”. Y, como los glaciares, el género se fluidifica.

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Sobre la firma

Álex Vicente
Es periodista cultural. Forma parte del equipo de Babelia desde 2020.

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