_
_
_
_
_

Bailar sobre la arquitectura: edificios que se leen como partituras

El nuevo álbum de Nicolas Godin, integrante de Air, es un homenaje instrumental a diez grandes construcciones. El último ejemplo de las sinergias existentes entre el lenguaje musical y el arquitectónico

Carlos Primo
El músico Nicolas Godin (Air), en la Villa Savoie de Le Corbusier.
El músico Nicolas Godin (Air), en la Villa Savoie de Le Corbusier.

La Unité d’Habitation, base teórica del gran edificio de viviendas que Le Corbusier levantó al sur de Marsella entre 1947 y 1952, es un experimento de hormigón que nació para condensar muchas de las obsesiones arquitectónicas de posguerra –la geometría, la técnica, la vida cotidiana, la experiencia comunitaria– y que, a medida que avanzó el siglo XX, se convirtió en un símbolo de los sueños cumplidos y rotos de la modernidad. Consolidado como edificio-manifiesto, su presencia fantasmal e imponente ha planeado sobre varias generaciones de estudiosos de la arquitectura. Uno de ellos es el francés Nicolas Godin, cofundador del dúo de música electrónica Air. El tema que cierra su nuevo álbum, Concrete and Glass (Because/Warner) se titula, significativamente, Cité Radieuse, nombre por el que se conoce la obra maestra de Le Corbusier.

Unité d'Habitation, en Marsella, de Le Corbusier.
Unité d'Habitation, en Marsella, de Le Corbusier.

“La Cité Radieuse tiene un sistema muy inteligente de módulos entrelazados”, explicaba recientemente Godin a la revista Purple. “Cada apartamento es como una L que encaja en la L del siguiente apartamento, como en el Tetris. Del mismo modo, he creado módulos musicales que encajan entre sí”. El edificio marsellés y Godin son viejos conocidos, porque el músico estudió arquitectura a principios de los noventa y dedicó a esta obra una de sus primeras composiciones, Modular Mix. La intención de Godin era que la obra se reprodujera en el interior de este edificio que, en su opinión, refleja el desinterés austero y protestante de Le Corbusier por la acústica.

El nuevo encuentro entre Godin con este edificio de viviendas ha venido propiciado por el artista Xavier Veilhan, que entre 2012 y 2014 llevó a cabo una serie de intervenciones artísticas en edificios emblemáticos de la arquitectura moderna. Godin compuso la banda sonora para cada una de esas instalaciones, y esas composiciones, reescritas y traducidas en forma de canción, son las que conforman este álbum. Escucharlo, según su autor, debería evocar la sensación de recorrer cada una de las paradas de este itinerario por las obras maestras del siglo XX: la iglesia de Sainte-Bernadette du Banlay de Claude Parent y Paul Virilio; la casa Melnikov en Moscú; la casa Sheats-Goldstein de John Lautner, la casa VDL de Richard Neutra y la Case Study House Nº21 de Pierre Koenig (las tres, en Los Ángeles); y el pabellón de Mies Van der Rohe en Barcelona. Como ha declarado Godin a France Inter, “la música y la arquitectura siempre han estado relacionadas”.

En sus palabras resuenan ecos de aquella afirmación –“Todo arte aspira constantemente a la condición de música”– con que el historiador y escritor Walter Pater abrió en 1873 la puerta a las analogías musicales y los fenómenos sinestésicos que obsesionaron a los artistas simbolistas, modernistas y, Bauhaus mediante, de las Vanguardias históricas.

Pabellón alemán diseñado por Miles van de Rohe para la Exposición de Barcelona 1929.
Pabellón alemán diseñado por Miles van de Rohe para la Exposición de Barcelona 1929.Pepo Segura

Sin embargo, el diálogo venía de antes. El musicólogo Björn Schmelzer, fundador de la formación vocal belga Graindelavoix, lleva años investigando la relación entre arquitectura y música en la Edad Media y el Renacimiento a través de grabaciones y escritos. The liberation of Gothic (Glossa Music, 2018), por ejemplo, argumenta que en la polifonía inglesa del siglo XVI las líneas melódicas se trenzan y multiplican tanto como la decoración escultórica del gótico de finales del siglo XIII. Su anterior proyecto –plasmado en tres grabaciones publicadas entre 2012 y 2014– está dedicado al célebre cuaderno de apuntes y bocetos arquitectónicos de Villard de Honnecourt, un hombre enigmático que viajó entre Francia y Hungría durante el siglo XIII y que, según diversos estudios, pudo ser tanto un arquitecto como comerciante de reliquias.

Para Schmelzer, el cuaderno fragmentario y cosmopolita que el andariego Honnecourt compuso por los mismos caminos de Europa que vieron el surgimiento de las grandes catedrales, podría ser un modelo metodológico para entender la música de la época. “Los artistas, arquitectos, diseñadores y músicos no poseían un conocimiento abstracto de las proporciones y la geometría, sino un conocimiento aplicado, práctico y concreto”, escribe Schmelzer. Según su teoría, el modo directo e intuitivo con que los constructores de catedrales adquirían su conocimiento era el mismo con que melodías y canciones populares viajaban de ciudad en ciudad. Por tanto, el cuaderno de Villard, en principio un resumen de la arquitectura de su tiempo, serviría para mostrar el modo en que “los cantantes y los músicos construían, embellecían, improvisaban, combinaban y reciclaban su material”.

La obra 'Tourette 2' de Friederike Von Rauch es una de las inspiraciones del proyecto 'RAUCH' del productor de electrónica Marcel Dettman.
La obra 'Tourette 2' de Friederike Von Rauch es una de las inspiraciones del proyecto 'RAUCH' del productor de electrónica Marcel Dettman.

El reciclaje y la remezcla son precisamente las técnicas que Studio Karhard aplicó en 2015 a la remodelación de los interiores brutalistas de Berghain, el legendario club de tecno instalado en una antigua central eléctrica de hormigón en Berlín. Su proyecto arquitectónico, basado en los rituales de baile de la música electrónica, traslada las bases oscuras y repetitivas del tecno berlinés a imponentes superficies desnudas de hormigón y el acero. La importancia que la arquitectura tiene para este monumental club nocturno se plasma también en proyectos propios como RAUCH, una obra colectiva de música minimalista producida por Marcel Dettman a partir de las imágenes ascéticas de monasterios contemporáneos –por ejemplo, el de La Tourette de Le Corbusier– reunidas por la fotógrafa Friederike Von Rauch en su serie Monastic. El sonido, construido con sintetizadores y drones, replica auditivamente las ásperas texturas de las construcciones de la Guerra Fría.

Traducir un edificio en música es, a fin de cuentas, una tentación irresistible para creadores multimedia. Un ejemplo muy cercano es el Diafragma Decafónico de Dígitos que el escultor y diseñador José María Cruz Novillo instaló en 2008 en la fachada de la sede madrileña del Instituto Nacional de Estadística. Sus rectángulos de distintos colores y tamaños representan, como si fueran infografías, datos estadísticos de España, y se pueden leer como notas musicales. El propio Cruz Novillo, Premio Nacional de Diseño, lo explicaba a EL PAÍS en 2008: “Cosas que se leen como sonidos, que se perciben como formas". O, dicho de otro modo, un edificio que se puede leer como una partitura y una obsesión tan antigua como la arquitectura misma.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Carlos Primo
Redactor de ICON y ICON Design, donde coordina la redacción de moda, belleza y diseño. Escribe sobre cultura y estilo en EL PAÍS. Es Licenciado y Doctor en Periodismo por la UCM

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_