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BIENAL DE FLAMENCO DE SEVILLA

Israel Galván lleva su baile al circo

El bailaor sevillano se asocia con la familia gitana Romanés para encontrarle un nuevo entorno a su expresión

El bailaor y coreógrafo, Israel Galván durante su espectáculo en el Teatro central de Sevilla.
El bailaor y coreógrafo, Israel Galván durante su espectáculo en el Teatro central de Sevilla.PACO PUENTES (EL PAÍS)

El circo como marco al que acogerse. Están su pista circular, su trapecio, sus cortinajes y esos elementos coloristas que lo identifican y evocan. Entre ellos se hace presente el bailaor como si fuera uno más de la troupe, con un ánimo lúdico acorde al entorno. Es la primera expresión que Israel Galván emite aupado en unos zancos japoneses sobre los que evoluciona con la naturalidad con la que se reencuentra con su mecedora metálica, rescatada del espectáculo Arena, sobre la que dibuja figuras imposibles, por más que los movimientos o su función se antojen superados. En Gatomaquia, el artista ha llevado su baile al circo buscando una nueva fuerza o quizás un pretexto, un entorno afín en el que reencontrase y sentirse a gusto para liberar toda la energía y fantasía que lleva dentro.

El bailaor sevillano conoció a la familia Romanés hace poco más de dos años y la simpatía surgió de inmediato: pidió sumarse a la caravana y hacerse uno de ellos. Quizás pesara la sintonía étnica —parece que este circo, estable en París, es el último íntegramente gitano— o, sencillamente, la curiosidad. En el espectáculo resultante de la asociación, Galván encuentra la motivación para refrescar un repertorio que parece reunir en gran parte su gramática dancística, reconocible para quienes la conozcan, pero que él se resiste a presentar de la misma forma, algo inasumible para un artista de su inquietud: siempre hay que guardar un espacio para la improvisación, por más que todo se intuya perfectamente trabajado y ensamblado.

Vestido siempre de negro, traje con hechuras de frac, el bailaor incorporará un delantal de chef para bailar sobre un espacio tan reducido como la legendaria losa. Caracafé lo acompaña con el aire de la caña, pero él cambia de tarima —bailaría sobre más de media docena de superficies de madera o metal— para acompañarse a sí mismo en una impactante muestra de compás y comicidad. A continuación, hilvanaría una larga faena taurina —olés y sonido de una corrida como fondo—reinterpretada a su manera, antes de encontrarse con el animal que da nombre al espectáculo. El único felino de los diecinueve de la compañía que había viajado hasta Sevilla, era una gatita de nombre de Cocotte y, como cualquier otro de la troupe, no extrañó el zapateado de Galván sobre la misma superficie en la que ella comía su pienso.

Antes de dar paso a su hermana, así anunciada, Israel extendió su danza a la tarima basculante que evoca otra obra suya, El final de este estado de cosas. Cada cuadro se presenta como un número de circo, aunque los anfitriones Romanés tardarían en hacerse presentes. Así, compareció Pastora Galván para poner, de múltiples y variadas formas, el baile más étnico de la función: su calzado es la expresión de esa variedad, desde los altos tacones de plataforma, acordes con el contexto, a la descalza desnudez que finalmente exhibió. Bailó lo mismo música circense que la que le conjugó la guitarra de Caracafé, convertido en un incesante dispensador de músicas: recuerdo a Paco de Lucía, un medley de coplas y un toque muy inspirado con recuerdos al del Gastor.

El circo, propiamente dicho y en toda su expresión, llegaría casi al final, por más que su espíritu ya había inundado la obra. Se trató de un ejercicio tan sencillo como plástico en su presentación: juegos malabares y contorsionismo, una exótica danza hola-hoop y, de forma especial, el vuelo sobre las telas aéreas de Alexandra Romanés. La gata Cocotte, por cierto, se negó a colaborar en su audaz acrobacia. Un peculiar paso a dos de los hermanos Galván anuncia un final al que quizás faltaba una reunión efectiva entre las dos disciplinas, algo que se estaba echando en falta. Llegó en forma de fin de fiesta de la mano de Las Grecas: ¡Ay que tiene la María, la Baesa, ay la portuguesa! Anma, Inmi…. La rumba como festivo punto de encuentro étnico y artístico entre los Galván y los Romanés.

Israel Galván: 'Gatomaquia'

Idea y coreografía: Israel Galván. Baile: Israel Galván, Pastora Galván. Guitarra: Emilio Caracafé. Circo Romanès. Telas aéreas y trapecio: Alexandra Romanès. Danza: Alin Romanès. Hola-hoop: Irina Romanès. Malabares: Sorin Romanès. Técnico: Dorin. Dirección técnica y escenografía: Pablo Pujol.

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