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Crítica | Una ventana al mar
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Un lugar donde morir

La insólita trayectoria del director español Miguel Ángel Jiménez, siempre valiente y a contracorriente, ha llegado a su punto álgido

Javier Ocaña

La insólita trayectoria del director español Miguel Ángel Jiménez, quizá desigual pero siempre valiente y a contracorriente, ecléctica e indescifrable, ha llegado a su punto álgido con su película más completa: Una ventana al mar, drama romántico sobre la enfermedad, la muerte y nuestro lugar en el mundo. Está rodada casi en su totalidad en la isla griega de Nísiros, donde acaban convergiendo en buena medida algunas de las mejores virtudes de sus anteriores (y puede que desequilibrados) trabajos.

Jiménez ha hecho películas áridas, complejas y con un punto fascinante: como Ori (2009), filmada en las afueras de Tiflis y en las montañas del Cáucaso, sobre la guerra de Osetia del Sur; o como Chaika (2012), en Georgia y Kazajistán, en condiciones de producción dificilísimas, acerca del derrumbe del ideal comunista. También cine de género, aunque muy apegado al estilo, caso del thriller La mina (The Night Watchman) (2016), ambientada en la América profunda. Y en Una ventana al mar, su obra más narrativa y accesible para el gran público a pesar de instalarse en muchos momentos en el silencio y la incomunicación, vuelve a destacar su talento visual para el encuadre y la luz, y sobre todo para fusionar lo simbólico (ese plano de la cavidad vaginal para una nueva existencia), lo grave (la esperanza laica) y lo cotidiano (las conversaciones entre amigas). Al menos durante dos tercios largos del relato.

Emma Suárez interpreta a una madura mujer a la que le han detectado un cáncer y que, entre sesión y sesión de quimioterapia, hace un viaje con sus amigas que le va a cambiar radicalmente el destino. Jiménez encuentra en el viejo pescador griego, de aspecto físico felizmente alejado del arquetipo de última aventura amorosa, el contrapunto ideal para abrazar otro tipo de existencia. Y aunque en el último trecho lo profundo se vuelve algo pomposo, y le sobren diálogos y redundancia, sobre todo en las discusiones entre madre e hijo, Una ventana al mar convence y supone la confirmación de un director distinto, de enorme capacidad visual, y capaz de mostrar la paz del espíritu en apenas una imagen.

UNA VENTANA AL MAR

Dirección: Miguel Ángel Jiménez.

Intérpretes: Emma Suárez, Akilas Karazisis, Gaizka Ugarte, Ainhoa Aierbe.

Género: drama. España, 2019.

Duración: 105 minutos.

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Sobre la firma

Javier Ocaña
Crítico de cine de EL PAÍS desde 2003. Profesor de cine para la Junta de Colegios Mayores de Madrid. Colaborador de 'Hoy por hoy', en la SER y de 'Historia de nuestro cine', en La2 de TVE. Autor de 'De Blancanieves a Kurosawa: La aventura de ver cine con los hijos'. Una vida disfrutando de las películas; media vida intentando desentrañar su arte.

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