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Ibáñez: “Envidio a mis propios personajes, no nos parecemos en absoluto”

El tebeo ‘Mortadelo y Filemón. Rapto tremendo’ es la segunda entrega de la colección ‘Magos del humor’

El ilustrador Francisco Ibáñez posa en la sede barcelonesa de su editorial, Penguin Random House, en 2020.Foto: Gianluca Battista
Andrea Nogueira Calvar

Ha cumplido 84 años durante la cuarentena. Durante la entrevista para este artículo, que se realizó pocos días antes de que España se detuviese por el coronavirus, cuenta que sus manos ya no se mueven a la misma velocidad que cuando empezó a dibujar. No obstante, continúa inclinado sobre el tablero las mismas horas que entonces. Francisco Ibáñez solo deja a sus personajes para comer: “Me dicen que trabajo menos, pero trabajo lo mismo, lo que tengo no es menos, sino más años”, justifica. El historietista protagoniza 11 de las 20 entregas de la colección Magos del humor, que se lanzó la semana pasada con EL PAÍS y que vuelve este domingo con Mortadelo y Filemón en Rapto tremendo. Además, el diario sortea tres láminas exclusivas de Ibáñez con la compra de una entrega, de un pack o activando el boletín de Colecciones.

Pregunta. ¿Conoce a las musas o es cuestión de trabajo?

Respuesta. Mil veces me he puesto al borde del tablero a ver si veía a una señora de esas, se sienta aquí, me sopla y me da una idea, porque hay veces que la idea fluye magníficamente, pero hay otras que la maldita no. Si alguna viniera, me comería derechos de imágenes o de trabajo, prefiero que no venga. Siempre he dicho que el día que me siente delante del papel en blanco y vea que no acude ninguna idea y al día siguiente tampoco, cojo mis cosas, hago una pila, pongo una cerilla debajo y se acabó. No ha llegado todavía ese momento.

P. ¿Ha cambiado el contexto su humor?

“Crear un personaje es la mar de sencillo. A partir de ahí, es lo difícil”

R. Sí, pero el lector prácticamente no se da cuenta. Hace tiempo que voy metiendo alguna cosilla de actualidad. Se empezó con los Juegos Olímpicos, luego el mundial de fútbol, mil cosas que ocurrieron en el terreno político, sin meternos nunca en hacer crítica, ni social, ni política, ni zarandajas de esas, simplemente en sacar a un político de los que están en boga y que reciba, que eso a la gente le gusta. Si yo hago cualquier cosa de lo que han hecho los políticos en una historieta, entre que termino el álbum, se imprime y se distribuye, cuando sale el lector diría: “¿Este tío en qué año vive?”.


P. ¿Le ha llamado alguno de esos personajes para quejarse?

R. Nunca. Incluso algún político se ha gustado. A Felipe González le gustaba mucho aparecer en la historieta.

P. Lo habrá contado mil veces, pero ¿cómo nacieron Mortadelo y Filemón en su imaginación?

R. Nos cubrimos de gloria cuando hablamos del nacimiento de un personaje: esto costó horrores, fueron momentos de sudor. Todo es mentira. En una tarde se pueden crear 20 personajes. Cuando venía el dire de la antigua editorial Bruguera, que lo que quería era lanzar revistas y llenar páginas, te ponías una tarde, cogías un papel y empezabas a meter personajes. Es la mar de sencillo. A partir de ahí empieza lo difícil, lo que ese personaje tiene que hacer, los gags. Si el guion no acompaña al personaje, está condenado al fracaso. Yo soy un dibujante regularcillo, no soy Picasso ni mucho menos, pero cuido mucho el guion y eso es lo que le gusta a la gente.

Magos del humor

La colección Magos del humor se estrenó el pasado domingo con ‘Zipi y Zape en Guerra al hampa’. Le sigue mañana Mortadelo y Filemón y, en próximas entregas, las historias de

Súper López o Anacleto, agente secreto. Cada domingo llega un tebeo a los quioscos y todos están disponibles en la página web de Colecciones. Cada entrega tienen un precio de 9,95 euros.

P. El alma de los personajes entonces, ¿más que el trazo es el guion?

R. Han de ser las dos cosas juntas. Tampoco hace falta que sea un dibujo de Picasso, pero que por lo menos sea amble.

P. Usted siempre ha cuidado mucho cada bocadillo, sin repeticiones, por ejemplo.

R. Te parecerá una tontería, pero repetir en una página una sola palabra me es imposible, no puedo. Últimamente tengo mala memoria y recurro mucho al diccionario de sinónimos y antónimos. Alguna gente dice “ahí hay cuatro palabras”, pero representan tres horas de trabajo que doy por bien empleadas.

P. ¿Se trata de una cuestión personal o es que tiene conciencia de que ha ayudado a aprender a leer a muchos niños?

R. Primero me gusta a mí, me gusta hacer las cosas bien. Y después, que nunca he pensado que el lector sea tonto. El niño es niño, sencillamente, y estoy seguro de que el adulto que espera encontrar algo que no repela.

P. ¿Diría que trabaja para niños o para adultos?

R. Para todos. Antes era eminentemente un trabajo editorial, había que trabajar y, si le gusta a todo el mundo, pues mejor. Eso puede tener dos lecturas: una más sencilla para niños y luego una segunda un poco más cuidada para el mayor.

P. ¿En qué se parece usted a sus personajes?

R. Desde hace muchos años mi vida es levantarme, al tablero, “Paco, a la mesa a comer” y seguir al tablero. Envidio a mis propios personajes cuando los veo corriendo por sus mundos, pasándolo en grande o malamente, pero corriendo por ahí. Desgraciadamente, no nos parecemos.

P. ¿Cree que se ha superado ese menosprecio hacia la cultura popular y al tebeo?

R. Los cómics nunca han estado bien considerados, eso es verdad. Me gusta cuando me dicen: “Tú tendrás muchos premios”. No tengo demasiados, alguna figurita me han regalado y tengo un certificado colgado en casa que dice: “Ibáñez está vacunado contra la viruela”. Pero lo bonito es cuando llegas a firmar ejemplares, a cualquier punto de España, que he recorrido todo el país, y ves que hay una cola de cientos y cientos de personas que están esperando. Te dan ganas de dar media vuelta y echar a correr, pero eso es bonito. Eso es bonito de verdad.

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Sobre la firma

Andrea Nogueira Calvar
Redactora en EL PAÍS desde 2015. Escribe sobre temas de corporativo, cultura y sociedad. Ha trabajado para Faro de Vigo y la editorial Lonely Planet, entre otros. Es licenciada en Filología Hispánica y máster en Periodismo por la Escuela de Periodismo UAM-EL PAÍS.

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