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“Decir ‘la jueza’ es identificarse con el feminismo”

El periodista Álex Grijelmo reivindica la conciliación entre lenguaje e igualdad en su nuevo libro

Manuel Morales
Álex Grijelmo
Álex Grijelmo, en la Escuela de EL PAÍS, este febrero. David G. Folgueiras
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La política de los pronombres

El periodista Álex Grijelmo (Burgos, 63 años) es consciente de que se ha metido en terreno resbaladizo con su nuevo libro, Propuesta de acuerdo sobre el lenguaje inclusivo (Taurus). Sin embargo, como se tiene "por una persona conciliadora, cercana a las reivindicaciones del feminismo y, a la vez, apasionado del lenguaje", espera que haya mezclado bien sus dos realidades.

Lo más llamativo de esta obra es la explicación histórica de por qué obtuvo el masculino genérico un valor inclusivo, que permite hablar de las personas de ambos sexos cuando se dice, por ejemplo, "los españoles". Niega, en contra de lo que se sostiene en el feminismo, que ese masculino se deba a la herencia de una sociedad patriarcal. "En el indoeuropeo, que es la madre de la mayoría de las lenguas de nuestro entorno, había un género para señalar a las personas (lo animado) y otro para señalar lo inanimado. El primero servía para nombrar a personas de cualquier sexo. Pero hace miles de años nació el género femenino por la necesidad de nombrar a las mujeres ante el papel primordial que adquirieron en las familias. Se crean así los géneros y el que valía antes para todos se desdobló como masculino sin perder su función inclusiva original".

"El problema", continua, "viene de la Grecia clásica, cuando se empezó a reflexionar sobre el lenguaje y se habló de género masculino, en vez de hablar de un género de lo animado. Si se hubiera hecho así, entenderíamos hoy por qué hay un género que sirve para todas las personas y uno para las mujeres".

Precisamente, Grijelmo insiste en su libro en que "lo que no se nombra sí existe" y no por ello se lo discrimina. "De ahí que en el español existan el sobreentendido, la presuposición... Un ejemplo es la expresión ‘violencia de género’. En ella no se nombra de qué género se trata, pero todos sobreentendemos por el contexto que es una violencia que ejercen los varones. No hay que confundir ausencia con invisibilidad". Y prefiere la expresión "violencia machista" a  "violencia de género" porque esta última "no condena lo que nombra; por ejemplo se dice ‘políticas de género’ y ahí es una palabra positiva".

Violencia machista

Director de la Escuela de Periodismo de UAM-EL PAÍS y autor de 10 libros sobre lenguaje, Grijelmo incluye consejos sobre cómo deben informar los medios de los casos de violencia machista (o de género). Además de desterrar expresiones tipo "crimen pasional", advierte de que no hay que tratar a la mujer como culpable por no denunciar un maltrato previo. "Hay que pensar en el ambiente de amenaza en que ha vivido, presentar una denuncia no es fácil".

En un libro repleto de ejemplos y en el que su autor huye de todo dogmatismo, se aborda el informe que el Gobierno de Pedro Sánchez encargó a la Real Academia Española para dictaminar si hay que cambiar la Constitución a un lenguaje más igualitario con las mujeres. "¿Esa reforma cambiaría los derechos de las mujeres? Creo que no. La Constitución, salvo en la sucesión de la Corona, otorga los mismos derechos a hombres y mujeres". Sin embargo, "hay que considerar como positivo el valor de denuncia que implica hablar así, con duplicaciones".

En esa línea, se ocupa de palabras que el feminismo ha incorporado o que quiere se usen. "Decir 'la juez' o 'la jueza' transmite la misma información, pero hay una connotación identitaria en la segunda. Quien dice 'la jueza' se identifica con el feminismo, pero el riesgo es que se considere que quien dice 'la juez' es un machista". Grijelmo abunda en que este tipo de duplicaciones se aplican para lo positivo o lo neutro, pero no para lo negativo: "Se dice los españoles y las españolas, los diputados y las diputadas, pero no los ricos y las ricas, o el criminal y la criminala". Y hay palabras que terminan en consonante a las que no se añade la a para el femenino, pero en otras sí, como capitana. "Eso demuestra lo aleatorio del español y que no hay en él un designio machista".

Este libro de tono conciliador incluye un apartado sobre las guías de lenguaje no sexista. "Es una denominación peligrosa porque si no las sigues, se deduce que usas un lenguaje sexista. Lo que hay que hacer es contar para esos textos con las filólogas feministas, con las que suelo estar de acuerdo, pero se les hace poco caso".

Qué hacer con el 'Diccionario'

Una polémica en la que se moja Grijelmo es la de las palabras que se han eliminado del Diccionario, modificada su definición o marcado su uso como "despectivo" por la RAE. "Si hay un término que usaron personajes machistas en la literatura, debe explicarse en algún sitio qué significaba. A mí no me gusta que se insulte, pero no por ello voy a pedir que desaparezcan los insultos del Diccionario".

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Sobre la firma

Manuel Morales
Periodista de la sección de Cultura, está especializado en información sobre fotografía, historia y lengua española. Antes trabajó en la cadena SER, Efe y el gabinete de prensa del CSIC. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y máster de Periodismo de EL PAÍS, en el que fue profesor entre 2007 y 2014.

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