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Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Pura vida

La actriz Alba Pujol se interpreta a sí misma viviendo la agonía de su padre, al que encarna Pep Cruz. El director Àlex Rigola firma uno de sus mejores trabajos

Pep Cruz y Alba Pujol, en un momento de la obra
Pep Cruz y Alba Pujol, en un momento de la obraIsabel Orriols
Marcos Ordóñez

El temible título de lo nuevo de Àlex Rigola, presentado en Temporada Alta, tira un poco para atrás, aunque sea shakesperiano: Aquest país no descobert que no deixa tornar de les seves fronteres cap dels seus viatgers (resumiendo: el país ignoto del que nadie vuelve). Esto va de muerte, pero el texto es pura vida. Y Pep Cruz y Alba Pujol hacen algo muy difícil: que todo fluya y parezca fácil. Casi diría que es una función de visión obligada. Por todo lo que dicen, lo que pueden enseñar, cómo te tocan el corazón y te hacen sonreír sin buscarlo. Venga, lo digo: “Quita el casi: función de visión obligada”. Rigola ha puesto su nombre en lo alto y desde luego su puesta es un currazo, pero yo creo que hubiera estado bonito inventarse un nombre de equipo que agrupase a los dos intérpretes y sobre todo al padre, o sea, darles la coautoría.

Me explico, porque el tema tiene su busilis. Josep Pujol era catedrático de Historia Económica y padre de la actriz Alba Pujol. Alba, que es amiga de Rigola y ha trabajado con él, le dice que a su padre le quedan meses de vida: cáncer de pulmón con metástasis. Sale al escenario y dice “Buenas noches. La pieza que os presentamos es una selección de las conversaciones que Àlex tuvo conmigo y, sobre todo, con mi padre, de mayo a julio del 2019, durante su último ciclo de quimioterapia”. Y añade que en esta especie de constelación, Pep (Cruz) será Pep (Pujol), ella será ella, “que aunque lo parezca no es fácil, y la pantalla hará de Àlex”. Rigola nos contó luego que grabaron 180 páginas y las dejaron en una treintena. La charla entre padre e hija es un río con incontables meandros. Va de la maldición del neoliberalismo a los chistes de Eugenio, de Hamlet a Centauros del desierto, del existencialismo a “la mangancia de Sartre” (teoría del Profe, explicada en un pispás), del caos del universo a consejos sobre amor, amistad, alcohol y drogas, trabajo, miedos y más cosas que ya irán asomando. No todas, porque hay mucha tela, pero no teman pedantería ni sermones. El material está muy bien estructurado, y el equipo logra que los asuntos más complejos lleguen con claridad y sencillez.

Ya verán que hay que tener un par para hacer lo de Alba Pujol. Desde comenzar a trabajar con el padre enfermo (que por muy pocos días, maldita sea, no llegó a ver el estreno) hasta hacernos sentir la vida con quien ya se había ido. Hubo un momento de lágrimas, y no sé si fue porque se le escapaba el dolor o lo representaba, pero me da igual: lo importante es que cuando miraba a Pep Cruz veías a Alba mirando a su padre. Si entramos en el terreno de los prodigios, hay para llenar dos carros. Pep Cruz no quiso ver fotos, escuchar grabaciones de su tocayo, preguntarle a su hija. Sin embargo, en el bar, el hermano del Profe comentó que Cruz habla exactamente como el muerto: o sea, el Muerto Vivo, como la canción de Peret. Y no solo eso: Alba contó que su padre y el actor no solo se llamaban igua,l sino que habían nacido el mismo día. Luego (o en lo alto) están los prodigios pulidos a mano. Escucho a Pep Cruz y recuerdo la tarde en que me habló de las enseñanzas de Krystian Lupa, y cómo interpretó la medidísima borrachera de Devant la jubilació de Bernhart. Y veo a una cómica del calibre de Alba clavando al público en sus butacas sin que, como decía antes, parezca buscar la emoción: ya intuimos que es cuando mejor brota. Y pienso que la naturalidad de Rigola, que aquí flamea en lo alto, quizás no empezó con el golazo de Vania sino en la calibración de tonos y ritmos, en la dirección que se percibía sin mostrarse de Maridos y mujeres.

Hay que elegir, porque no cabe todo ni de lado. Grandes momentos: cuando padre e hija se cuentan lo que deberían haber hecho juntos y ya no podrá ser. Cuando el padre dice: “No me sirve de nada tener esperanza. Lo que sirve es tocar con los pies en el suelo, vivir bien el momento, estar preparado”. O recita “Que la vida iba en serio / uno lo empieza a comprender más tarde”, y añade “¡Qué grande era Gil de Biedma!”. Momento de humor delicioso y conmovedor: padre e hija dudando entre paella o macarrones para la comida del funeral. Ah, y la escena de las cenizas de El gran Lebowski. “Mi padre murió el 22 de octubre de 2019”, cuenta Alba, y ahí viene el misterio de las dos cartas. Y que Rigola haya elegido un poema de Handke como despedida. Lo dicho: visión obligada. Aquí debajo les digo cuándo.

Aquest país no descobert… Autoría y dirección: Àlex Rigola. Sala Beckett. Barcelona. Del 30 de enero al 23 de febrero de 2020.

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