_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Aquella tele putrefacta en la que la gente conversaba

Producida por José Sámano, era el justo medio que hoy nos falta entre los berridos de 'Sálvame' y las lecciones magistrales de 'La clave' de Balbín

Sergio del Molino
Francisco Umbral en 'Queremos saber'.
Francisco Umbral en 'Queremos saber'.

“Esto es un engaño, como toda la televisión, que es putrefacta, como dicen todos los días los columnistas de televisión”. Se quejaba Paco Umbral en el celebérrimo “he venido a hablar de mi libro” -viral desde 1992-, citando de rondón a los columnistas de televisión que “a diario” se dedicaban a decir que la tele era putrefacta. Qué oficio tan poco envidiable, el de insistir día tras día en que algo es putrefacto. Me gustaría pensar que en todos los textos que he publicado en esta esquina del diario no he usado ese adjetivo ni una vez, porque los columnistas de la tele ya no somos lo que eran. A veces, incluso hablamos bien de las cosas que vemos.

Más información
Díaz Ayuso, ministra del tiempo
Qué habrá sido del compañero de clase que quería ser presidente del Gobierno

He vuelto a ese hit catódico tras la muerte de José Sámano, productor teatral y de cine, pero también de una televisión no siempre putrefacta. Estuvo detrás de ese programa donde Umbral acabó por convertir su imagen pública en una caricatura. Se titulaba Queremos saber, se emitía en una Antena 3 apenas destetada y descansaba sobre dos principios tan sencillos como poderosos: el carisma de Mercedes Milá y la fuerza de la conversación.

Aquella tele producida por Sámano era el justo medio que hoy nos falta entre los berridos de Sálvame y las lecciones magistrales de La clave de Balbín. El tono podía volverse chabacano en cualquier momento, pero también sublime, dependiendo de lo que Milá (la única presentadora que no reculaba ante la agresividad de un Umbral) creyese oportuno para mantener el ritmo. Sámano tal vez fue el último productor que no le tuvo miedo a la conversación y que estaba convencido de que dos charladores no necesitan más que una buena puesta en escena para brillar. Hoy, cuando hasta la radio teme a las palabras, su tele parece fresca y libre, modulada y divertida, en absoluto putrefacta.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Sergio del Molino
Es autor de los ensayos La España vacía y Contra la España vacía. Ha ganado los premios Ojo Crítico y Tigre Juan por La hora violeta (2013) y el Espasa por Lugares fuera de sitio (2018). Entre sus novelas destacan Un tal González (2022), La piel (2020) o Lo que a nadie le importa (2014). Su último libro es Los alemanes (Premio Alfaguara 2024).

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_