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Instrucciones para levantarse contra Amazon

Jorge Carrión publica una recopilación de artículos en los que reivindica la resistencia de las librerías, las bibliotecas y el criterio de la ciudadanía para imponer el ritmo de la transformación digital

Real Gabinete Portugués de Lectura, (Rio de Janeiro, Brasil)
Real Gabinete Portugués de Lectura, (Rio de Janeiro, Brasil)alamy

Amazon no solo baja los precios de sus productos, sino que los devalúa. “Desde su mirada algorítmica e hiperpráctica no hay diferencia entre una caja de tornillos y un libro”, dice Jorge Carrión (Tarragona, 1976) que acaba de publicar Contra Amazon (Galaxia Gutenberg), recopilación de sus artículos publicados en prensa con la empresa como protagonista. El autor defiende la resistencia de las librerías y las bibliotecas, pero con la complicidad de un ciudadano consciente y crítico con el lugar en el que va a gastar su dinero. Es un consumo ético que apela a pagar en los comercios de proximidad y no en las grandes áreas comerciales o en una distribuidora que trata de que tus deseos y caprichos sean atendidos de inmediato.

Jorge Carrión.
Jorge Carrión.wikimedia commons

Amazon vende Contra Amazon. Para la multinacional el único enemigo es el que no vende. “En su modo salvaje de concebir el capitalismo no hay zona de la realidad donde no vaya a meter sus zarpas, tanto en los continentes como en los contenidos e imponiendo una ética que no incluye la transparencia, que no respeta la autoría y que se basa en la velocidad”, sostiene Carrión. “Y que no paga impuestos en España”, añade. ¿Compraría su libro en Amazon? “Solamente si fuera la última opción. En Amazon USA compré Barcelona tales, donde se ha publicado un texto mío y durante mucho tiempo compré en Iberlibro sin saber que era de Amazon”, explica.

En el último barómetro de ventas publicado, en 2016, por Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Libreros (Cegal) se muestra que cuanto más grande es la librería, más fondo tiene, menos devoluciones hace y más vende. Aquellos comercios con más de 25.000 ejemplares a la venta y más de 250.000 euros de facturación anual tienen mayores posibilidades de resistirse a Amazon. En España hay 42 librerías que facturan 1,5 millones de euros (sin contar centros comerciales) y son una excepción: la mitad de las librerías españolas facturan menos de 90.000 euros al año. El resultado es que en 2008, al inicio de la crisis financiera, había 7.074 establecimientos abiertos. En 2016, según Cegal, eran 3.967.

Fuera de control

El precio del libro está regulado por ley en España y eso mantiene a raya a la empresa logística, a pesar de que para el autor este es un proyecto antirregulación, “un monstruo global al que los organismos internacionales llegan tarde para controlar”, en palabras del autor. “La lógica de Amazon es eliminar cualquier figura de mediación y de control, para crear nuevos modelos de autopublicación. Sin embargo, tanto Facebook, como Twitter, como YouTube han tenido que reconocer que la moderación y el control son importantes para no divulgar noticias falsas. Me parece terrible que Wikipedia haya quedado desvalida y en minoría frente a todos estos monstruos, que imponen una visión de la creación donde ni el autor ni la autoría existe”, explica Carrión.

“Habría que tomar una decisión de apoyo firme al comercio de cercanía para garantizar la supervivencia de la cultura”, dice el autor de Librerías, que propone levantar el pie del acelerador y recordar que somos cuerpo, que los espacios más adecuados para el diálogo son los bares, los centros culturales, las bibliotecas y la prensa. Piensa que es tan importante no ser reaccionarios como conservar y aumentar la inversión pública en estas “estructuras físicas esenciales para las ciudades y la democracia”. Reivindica un ciudadano crítico que defienda el comercio de cercanía y las empresas que pagan impuestos en España.

La bibliofilia es una afición más propia de un museo que de la vida

De ahí que su pretensión sea “la defensa de la dimensión física de la realidad”. “El ritmo lo decidimos nosotros, no Amazon o Facebook”, añade contra la transformación fuera del control ciudadano. “Intento impulsar la idea de resistencia vinculada a la creación de espacios de diálogo y en ellos siempre imagino en el centro un libro. Se trataría de reconvertir la idea cristiana, que reúne a sus fieles en la iglesia, alrededor de la Biblia, para reunirnos en torno a un libro”, propone Carrión.

Consciente de que “la bibliofilia es una afición más propia de un museo que de la vida”, porque “es un anacronismo”, lanza en sus conclusiones un alegato a favor de la contradicción para no dejar de comprar más libros. “Porque la pulsión es una tiranía. Si eres amante de los libros las paredes de tu casa se van a ir revistiendo de anaqueles, hasta cubrirlas por completo. Si eres amante de los libros con el tiempo irás olvidando que tu casa tenía paredes. Si eres amante de los libros, en fin, estás condenado a ser anacrónico, porque el precio del metro cuadrado no permite las bibliotecas infinitas”, escribe. También parece anacrónico levantarse contra Amazon, pero la resistencia nunca pierde vigor ni vigencia.

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