_
_
_
_
_

“Cotizar 64 años no es tanto: no me ocupé de la casa”

Tras 113.000 horas al pie del mostrador, esta coruñesa ha colgado en el escaparate de Lencería Marta el cartel de 'Liquidación por jubilación'

Vídeo: Foto y Óscar Corral
Sonia Vizoso

La mujer que más tiempo ha cotizado a la Seguridad Social en España es una fuerza de la naturaleza. A sus 78 años y con 64 de vida laboral oficial, a la gallega Loli Agra aún le sobra energía para trepar por la escalera de mano de su mercería de A Coruña en busca de un modelo concreto de camisón, mientras se inclina hacia el probador para evaluar cómo le sienta un traje de baño a otra clienta. Nacida en A Coruña, empezó ese maratón a los 14 años. Tras unas 113.000 horas al pie del mostrador, ha decidido colgar en el escaparate de Lencería Marta la rima hoy más frecuente en cualquier comercio de barrio: “Liquidación por jubilación”.

Pregunta. ¿Cómo ha logrado resistir?

Más información
Todas las 'Conversaciones a la contra' de EL PAÍS
Los grandes crímenes capitales recientes
Crónicas, entrevistas y reportajes veraniegos

Respuesta. He estado de pie todas las horas del mundo, pero en general he tenido buena salud. Padecí de migrañas y aguanté. Es como ese dicho: “Mujer enclenque, mujer para siempre”. También llevo dos operaciones de juanetes, tengo los pies parcheados...

P. Empezó a trabajar siendo una niña.

R. Con 14 años. Ganaba 150 pesetas al mes, ¡no te lo pierdas! No pude estudiar porque mis padres se separaron y tenía dos hermanos pequeños. Había que meter dinero en casa.

P. ¿Y ya cotizaba? Ahora hay quien cumple varias décadas sin saber lo que es eso.

R. Estuve primero unos meses en una tienda en la que no. Una amiga me dijo que en la mercería de enfrente te daban de alta en la Seguridad Social y me cambié. En realidad, no sabía siquiera las ventajas de cotizar. Eran 14 años de entonces, no de ahora, que las niñas lo saben todo.

P. Mujer que trabaja fuera de casa y cotizando 64 años. Lo suyo ha sido una rareza.

R. No fue un sacrificio porque, a diferencia de otras mujeres, yo no me preocupaba de la casa: llegaba de trabajar y tenía todo hecho. Viví siempre con mi madre y mi tía. El plato ya estaba en la mesa y no sabía ni lo que iba a comer. Ellas se ocupaban también de mis dos hijos.

P. Ahora lo llaman emprendimiento.

R. A mí ya no me cogió la moda de llamarlo así y me hace muchísima gracia. Yo me lancé a la aventura. Cuando tenía unos 40 años, monté el negocio que tengo aún ahora. Empecé con muy poquito dinero y muy poquita mercancía. Cuando mi madre y mi tía se iban de viaje, mi marido cambiaba el turno en la Fábrica de Tabacos, en la que trabajaba, y se encargaba de los niños y la comida. Yo llegaba y él tenía la mesa preciosa y la cocina limpísima. Fui una privilegiada.

P. Ayudas públicas no tuvo.

R. Mi madre era el Banco de España. Si me venía una letra con la que no contaba, me daba el dinero de sus ahorros, que luego le pagaba. Los representantes de las casas comerciales también confiaban y me dieron facilidades.

P. El comercio de proximidad corre el riesgo de agonizar.

R. Nos abrasan a impuestos y tenemos muchísimos gastos. Sin embargo, cuando yo empecé eran buenos tiempos, pero luego llegaron las grandes superficies y también el comercio por correo.

P. ¿Qué están perdiendo las ciudades con esos cierres?

R. Calidad y especialización.

P. Y asistencia psicológica.

R. [Risas] Creo que conozco a mis clientes mejor que sus familias. Me cuentan muchas cosas y yo soy una tumba. Les aconsejo lo mejor posible. Nunca he forzado a nadie a que me compre y siempre he recomendado lo que les conviene a ellos, no a mí. A un cliente lo engañas una vez o como mucho dos; luego lo pierdes. Estos días me dicen que jubilándome les hago una faena.

P. ¿Sus nietos compran online?

R. No.

P. Será porque le tienen mucho respeto a su abuela...

R. No, no. Ellos prefieren ir a tiendas donde los conocen.

P. ¿Qué siente cuando entra en las grandes superficies, donde no atiende nadie?

R. Me agobio. A mí me gusta que me aconsejen y prefiero comprar donde conocen mis gustos.

P. Amancio Ortega, que es de su quinta, empezó tras el mostrador de una mercería del centro de A Coruña como usted y ha acabado dirigiendo un emporio de tiendas que parecen discotecas.

R. Por la edad que tiene, no creo que para comprar cosas para él vaya a esas tiendas con el chun chun chun. Es una cuestión generacional.

P. ¿Se puede salvar el comercio de barrio?

R. Si nos bajan los impuestos y podemos vender a un precio normal, sí. Se gasta menos comprando bueno.

P. Hace tres años, recibió la llamada de una ministra.

R. Llamaron a mi hijo de parte de Fátima Báñez [entonces titular de Empleo]. Él pensó que era una broma. Creo que les respondió que él era el Ratoncito Pérez o el Pato Lucas, algo así. Era para darme la Medalla al Mérito en el Trabajo. Nos la dieron a 10 hombres y a mí. Desde entonces, soy ilustrísima.

P. ¿Sabía entonces que es la mujer que más ha cotizado?

R. Ni mucho menos. De hecho, al principio dije que no iba al acto en Madrid. Soy muy tímida.

P. ¿Es como las actrices que dicen que se sacuden la timidez en el escenario?

R. Pues sí; algo así me pasa a mí en el mostrador.

P. ¿Qué piensa hacer con el tiempo libre que tendrá?

R. Lo pensaré sobre la marcha. Tengo muchas amigas y disfrutaré de la vida con ellas. Me veo con ganas de pasarlo bien.

Sobre la firma

Sonia Vizoso
Redactora de EL PAÍS en Galicia. Es licenciada en Periodismo por la Universidad de Santiago. Lleva 25 años ejerciendo el oficio en la prensa escrita y ha formado parte de las redacciones de los periódicos Faro de Vigo, La Voz de Galicia y La Opinión de A Coruña, entre otros. En 2006 se incorporó a El País Galicia.

Archivado En

_
_