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Crítica | John Wick: Capítulo3 - Parabellum
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Artes marciales barrocas

El filme va de más a menos, en su brillantísimo primer tercio se suceden tres secuencias de artes marciales con las que poder aplaudir al final de cada una

Javier Ocaña
Keanu Reeves y Anjelica Huston, en 'John Wick 3'.
Keanu Reeves y Anjelica Huston, en 'John Wick 3'.

El éxito de John Wick en el año 2014 pilló desprevenidas incluso a las distribuidoras españolas, que no llegaron a estrenarla en nuestros cines pese a la buena taquilla en Estados Unidos y a las notables críticas. Pocos podían imaginar que un coordinador de especialistas de múltiples superproducciones como Chad Stahelski pudiera esconder a un director primerizo que, con su ópera prima, exhibiera tal convicción, estilo y hasta sofisticación. Ayudado por David Leitch (Atómica, Deadpool 2), otro supervisor de especialistas reconvertido en director de semejantes trazas, Chahelski sacó de la nada un producto de acción casi a contracorriente: sin estrellas (Keanu Reeves hace tiempo que no lo es), de cuidado diseño de producción, montaje tranquilo, planos alargados en el tiempo y encuadres con estilo de viñeta de novela gráfica, a pesar de no estar basado en material literario previo alguno.

JOHN WICK: CAPÍTULO 3 - PARABELLUM

Dirección: Chad Stahelski.

Intérpretes: Keanu Reeves, Ian McShane, Halle Berry, Laurence Fishburne, Anjelica Huston.

Género: acción. EE UU, 2019.

Duración: 130 minutos.

Tres años después, la serie dobló su éxito con una segunda entrega, John Wick: Pacto de sangre (2017), sí estrenada en nuestro país, y ahora renueva con John Wick: Capítulo 3 – Parabellum, en la que se confirma que el argumento es casi lo de menos en un producto asentado en la calidad de sus piezas de acción (casi) independientes, secuencias de enorme violencia narradas como coreografías físicas de estupenda originalidad e impacto súbito. Si la primera entrega era la historia de una venganza amparada en apenas una línea (“Robaste mi coche y mataste a mi perro”), como una versión aún más lánguida de aquel “Quiero mi dinero, mis 93.000 dólares”, proclamado por Lee Marvin en la histórica A quemarropa (1967), esta tercera entrega se entrega a los continuos guiños a las dos primeras de la serie, como una suerte de juego para fanáticos conocedores, a la espera de sus puntuales y espectaculares set pieces.

Con un hermoso barroquismo en los escenarios, un exquisito tratamiento de la luz y del color, y la profundidad de una piscina de goma con michelines, Parabellum va de más a menos. En su brillantísimo primer tercio se suceden tres secuencias de artes marciales con las que poder aplaudir al final de cada una de ellas: la de la armería, la de la cuadra de caballos y, sobre todo, la de la lucha en la Biblioteca Pública de Nueva York, donde el protagonista que encarna Reeves utiliza con insólita eficacia un arma imposible, un volumen de tapa dura de Cuentos populares rusos, de Alexánder Afanásiev.

Stahelski se atreve a filmar en plano único acciones para las que otros directores necesitan variados cortes de montaje, pero conforme avanza el metraje (que se ha ido hinchando innecesariamente en las tres entregas desde los 100 minutos de la primera hasta los 130 de la tercera) la película se va desinflando: la parte en Casablanca tiene poco o nada que rascar y el clímax final es bastante inferior a su magnífica primera media hora.

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Sobre la firma

Javier Ocaña
Crítico de cine de EL PAÍS desde 2003. Profesor de cine para la Junta de Colegios Mayores de Madrid. Colaborador de 'Hoy por hoy', en la SER y de 'Historia de nuestro cine', en La2 de TVE. Autor de 'De Blancanieves a Kurosawa: La aventura de ver cine con los hijos'. Una vida disfrutando de las películas; media vida intentando desentrañar su arte.

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