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Coordinado por Juan Carlos Galindo
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Una carrera contra reloj contra el monstruo que todos llevamos dentro

El escritor Félix J. Palma enfrenta a un padre a sus peores pesadillas en su primer 'thriller'

El escritor Félix J. Palma en el Hotel de las Letras, en Madrid.
El escritor Félix J. Palma en el Hotel de las Letras, en Madrid. Santi Burgos

¿Qué serías capaz de hacer por tu hija? Con esta premisa, el escritor Félix J. Palma (Sanlúcar de Barrameda, 1968) enfrenta a un padre a sus peores pesadillas en El abrazo del monstruo (Destino), su primera incursión en la novela negra. Pero el autor, que llegó al thriller casi sin querer tras pasar del cuento a la novela con la saga de ficción Trilogía victoriana, afirma que el libro trasciende al género al abordar otra serie de temas más allá de la investigación criminal: el propio proceso creativo a la hora de escribir un libro, el amor paternal y de pareja y, sobre todo, cómo afectan los traumas de la infancia al adulto en el que nos convertimos.

Diego Arce, un reconocido escritor de novelas de misterio que lleva ya demasiados años sin publicar nada de éxito, llega a su casa una noche de una fiesta con su mujer cuando descubre que su hija, Ariadna, ha sido secuestrada. Alguien ha decidido llevar a la realidad al villano que le catapultó a la fama, un psicópata apodado el Monstruo que secuestraba niñas en la Barcelona modernista. Ahora será su creador el que deberá pasar tres pruebas que tendrá que superar en directo a través de Internet si quiere recuperar a su hija. Así comienza esta novela llena de giros narrativos en una carrera por descubrir quién está detrás del apodo literario. Mientras, Diego tendrá que reconstruir su vida con la ayuda de su mujer y del inspector Rocamora para averiguar quién puede desearle tanto mal. 

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En la novela, aclara el autor, hay dos monstruos: “El Monstruo real, con el que Diego se tiene que enfrentar y la policía tiene que localizar, que es el que ha secuestrado a su hija; pero luego hay un monstruo metafórico, que es el que todos llevamos dentro, que está hecho con los retales de nuestra cobardía, de nuestras inseguridades”. Para Palma era importante reflejar que Diego ni es, ni se ha considerado nunca un héroe, que el interés recayese en que no fuera un padre modelo. Y ante los dilemas que se le plantean queda patente la poca confianza del propio protagonista en sí mismo, lo que lo vuelve más humano que héroe, papel que se le otorga en exclusiva al inspector de policía.

“Qué pasarías si…”. Y a partir de ahí “puedes poner cualquier cosa”. Palma, que también es coach literario y profesor de talleres literarios, explica el ejercicio que usa con sus alumnos para vencer el bloqueo creativo con el que comenzó la idea de la novela. Y completó la frase: “Qué pasaría si un autor de novela negra, de estos que tienen un villano con un plan malvado que nunca consigue terminar porque la policía siempre se lo impide, qué pasaría si ese villano, en vez de vengarse de la policía, sale de la novela y se venga del autor”. Y luego la fue concretando más. Admite que le gustó por esos ecos a Stephen King, cuyos protagonistas son también escritores y sus novelas metáforas del proceso creativo.

Vivir del cuento

“Los escritores somos autónomos, y generalmente mileuristas”, afirma Félix J. Palma. “La literatura tampoco es la panacea, o tienes éxito y vives bien, pero esos escritores se cuentan con una mano, o eres de los que hacen bulto en las librerías, y la mayoría no tenemos unos ingresos boyantes. Tienes un poco que mal vivir y buscar otras cosas”. Desde que de niño descubrió el programa televisivo Alfred Hitchcock presenta, este autor tuvo claro que eso era lo que quería hacer, contar historias. Y comenzó con los cuentos.

Palma confiesa que le encanta el cuento, le gustan sus normas (no oficiales), “que si las respetas, te puede salir algo bueno”. Y con esta tradición de sorpresas finales y giros inesperados, propios del formato corto, afronta sus novelas, cuyo salto resultó irremediable. “El cuento está muy limitado por el espacio y no te permite desarrollar personajes ni hacer tramas complicadas”, dice. Pero el cambio no fue solo un requerimiento artístico, señala, sino también comercial. “Porque el cuento en España, la verdad, es un género muy minoritario, y si yo quería vivir de mi obra tenía que escribir novelas, con cuentos es muy difícil”.

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