_
_
_
_
_
El hombre que fue jueves
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Una noche con Mario Gas

'Amici miei', en el Teatre de la Gleva, es un recital íntimo de amigos antiguos en busca de amigos nuevos

Marcos Ordóñez

Aviso: material altamente emotivo, directo al corazón. Amici miei es un recital íntimo de amigos antiguos en busca de amigos nuevos. Mario Gas recita y canta (¡y cómo recita, y cómo canta!) acompañado por Bárbara Granados al piano. Un aire a Mark Twain, mostacho y melena blanca, en un bar de madrugada, junto a una dama elegíaca y espumosa, lírica y pop. En el barcelonés Teatre de la Gleva, más caveque nunca, Gas y Granados lanzaron a volar el espectáculo el año pasado, y ahora han vuelto, a petición, tras añadir y podar y reensamblar, una tarea que, imagino, continuará a medida que avancen las citas con el público.

Gas no se prodiga como actor, pero cuando lo hace le escucharías durante horas. En Amici miei, homenaje a la película de Monicelli y al espíritu de la fraternidad (Les Copains d’Abord, de Brassens, hubiera sido un buen himno de batalla, y quizás acabe siéndolo), los poemas llegan a lomos de una voz madura y sabia que pasa del catalán al castellano con absoluta normalidad, sin otra militancia que la del amor a la vida. Eso es hermandad. Eso es sentimiento. Eso es memoria. Eso es cultura.

Es un regalo volver a escuchar a Salvat Papasseit (Res no és mesquí, Nocturn per a acordió, Dóna’m la mà), y pasar del Desmayarse, atreverse, estar furioso” de Lope a la “Cançó d’allò que més m’estimavade Estellés, y ver como en la imaginaria barra de ese bar nocturno se acodan Luard, el marinero de Sagarra, con el boxeador Panamá Al Brown pintado por Blai Bonet. Y José Agustín Goytisolo trepa ventana arriba por la escalera de versos de A veces.

El primer mazazo en el pecho es L’absent, la canción al amigo muerto que popularizó Gilbert Bécaud, y que Gas borda. Y cada noche hay un amigo vivísimo que se suma a la fiesta: en la mía compareció Pep Molina, cantando “por Ovidi” (Homenatge a Teresa) y Aline de Christophe, también con toda la fiereza y la ternura en la garganta. Y Granados, irónica y certera, canta luego Yo quiero tener un millón de amigos, y Gas se suma, y luego alterna la voz iracunda de León Felipe (No me contéis más cuentos) con la zambullida onírica de Foix: És quan dormo que hi veig clar.

Otro enorme momento: el homenaje a Alejandro Ulloa con La profecía, de Rafael de León. Y la hora del bolerazo, con Usted y Contigo aprendí. Y el No soy de aquí de Facundo Cabral, que popularizó Alberto Cortez. Y otro puñetazo: Le Deserteur, de Boris Vian. Subiendo, subiendo, llega un extraordinario recitado del no menos enorme Pandémica y celeste, de Jaime Gil. Y un doble homenaje a Alfredo Alcón y Nuria Espert: el monólogo Me he acostumbrado de Doña Rosita, la soltera. Y aquel descomunal Anuncios por palabras con el que se despidió Fernán Gómez en su Recital de otoño. Y Cada mañana, de Benjamín Prado. Y mucho más. Amici miei acaba el 27 de enero, pero quieren girarlo. No hay que dejarlo escapar.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_