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Carlos Saura traslada al teatro el realismo mágico de García Márquez

El director estrena en Huesca 'El coronel no tiene quien le escriba', con Juan Diego como protagonista

Raquel Vidales
Carlos Saura y Juan Diego, caracterizado para su papel en 'El coronel no tiene quién le escriba'.
Carlos Saura y Juan Diego, caracterizado para su papel en 'El coronel no tiene quién le escriba'.Sergio Parra

Este viernes fue un día doblemente especial para Carlos Saura: un bautizo y un estreno. Primero fue el bautizo: a las siete de la tarde, la sala principal del Palacio de Congresos de Huesca, su ciudad natal, pasó de no tener nombre (el edificio fue inaugurado en 2008) a llamarse oficialmente Auditorio Carlos Saura. Poco después, en ese mismo escenario, el director estrenó no una película como podría esperarse por su larga trayectoria como cineasta, sino una obra de teatro: El coronel no tiene quien le escriba, adaptación de la novela de Gabriel García Márquez, con Juan Diego en el papel del coronel y Cristina de Inza como su mujer.

No es la primera vez que Saura dirige un espectáculo teatral, pues firmó con Gades la ópera Carmen y también ha hecho obras musicales, pero solo una vez antes se había enfrentado a un texto dramático convencional, cuando llevó a escena El gran teatro del mundo, de Calderón, en el año 2013. A pesar de ello, a pocas horas del estreno en una soleada mañana en Huesca, el director no se veía nervioso: “Es un espectáculo muy sencillo, casi minimalista, con un texto muy potente que necesita sobre todo buenos actores. Y eso, con Juan Diego a la cabeza, está asegurado. Lo único que puede fallar es la tecnología”.

Lo cuenta como si hubiera sido fácil, pero lo cierto es que no es fácil trasladar a escena el universo fantástico de García Márquez sin que resulte impostado. Saura lo resuelve con una fórmula sencilla: como telones de fondo utiliza dibujos suyos que recrean el paisaje mítico de Macondo o partes de la escenografía y que contrastan con el decorado físico; es decir, lo real fundido con lo imaginado: la ecuación del realismo mágico. ¿Y el gallo que aparece como personaje fundamental en la novela? “El gallo está, por supuesto, y a la vez no está”, responde ambiguo el director, rogando que no se desvele el misterio a los espectadores.

La obra, que cuenta la vida de un viejo coronel retirado que espera una pensión que nunca llega, ha sido adaptada para la escena por Natalio Grueso. Una misión que tampoco se intuye fácil. “Desde el principio mi mayor preocupación fue mantener el lenguaje poético de García Márquez y a la vez hacerlo creíble. Hemos introducido muchos diálogos nuevos con esta intención e incluso hay pasajes extraídos de La hojarasca”, explica Grueso.

Saura, recién cumplidos los 87 años, acumula premios y distinciones de alto calibre, pero la que recibió ayer es especial por proceder de su ciudad natal. “Cuando me lo propusieron me pareció excesivo, la verdad, pero por supuesto estoy muy agradecido. Es casi una manera de volver a la infancia”, confiesa. Y ya puestos, añade otra confidencia que suena casi a disculpa tratándose del día del estreno de su obra: “No soy un hombre de teatro, lo confieso, continuamente me entran ganas de agarrar una cámara para grabar a los actores más de cerca, echo en falta los primeros planos. Y además, hay que reconocer que todo es muy artificioso, sobre todo la ópera, hay que aceptar muchas más convenciones que en el cine”.

Entonces, ¿que le gusta del teatro? “Primero, me resulta un trabajo más cómodo que el cine. Me pasa como a Bergman, que a medida que se iba haciendo mayor quería hacer más teatro porque los rodajes le cansaban. Pero aparte de esto, que es importante a mi edad, lo que me gusta sobre todo del teatro es la libertad de improvisación que ofrece: puedes ver cómo los actores desarrollan sus personajes desde el principio hasta el final y cambiar cosas sobre la marcha, mientras que en el cine tienes que tenerlo todo pensado desde el principio porque es muy raro que se pueda rodar una película de manera cronológica. Solo pude hacerlo una vez, en La caza, y me pareció maravilloso”.

Con permiso de Gabo

A Gabriel García Márquez no le gustaba que se adaptaran sus obras al cine o al teatro, básicamente porque no confiaba en que resultaran bien. Nunca permitió que se llevara a la gran pantalla su novela cumbre, Cien años de soledad, pero sí aceptó que se hicieran adaptaciones de otras obras. Precisamente una de las más alabadas fue la que Arturo Ripstein hizo de El coronel no tiene quien le escriba para el cine en 1999, con Marisa Paredes, Fernando Luján y Salma Hayek en el reparto. En los escenarios se han visto sobre todo versiones parciales y, en este caso, el autor sí concedió que se adaptara Cien años de soledad: en 2004 dio el visto bueno a un proyecto de la Generalitat valenciana que finalmente no salió adelante. En 2007 cedió los derechos a su sobrino Esteban García, que la estrenó en Colombia con el título de La casa, con la presencia del autor.

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Sobre la firma

Raquel Vidales
Jefa de sección de Cultura de EL PAÍS. Redactora especializada en artes escénicas y crítica de teatro, empezó a trabajar en este periódico en 2007 y pasó por varias secciones del diario hasta incorporarse al área de Cultura. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid.

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