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Columna
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Vergüenza

Los aciertos de la serie no se producen solo por sus guiones y el buen hacer de Javier Gutiérrez, sino que serían impensables sin esa formidable actriz que es Malena Alterio

Es curioso que al actor Javier Gutiérrez, bajito, no precisamente un adonis y que está en las antípodas del galán cinematográfico clásico, sin embargo se le vea en buena parte de las películas españolas actuales o en series de televisión, hasta el punto de superar en asiduidad al también estupendo y hasta ahora inevitable Antonio de la Torre. Desde Borjamari y Pocholo a Águila roja o Estoy vivo, pasando por Campeones y Durante la tormenta, Javier Gutiérrez alterna personajes dramáticos desde el policía de La isla mínima -por el que recibió diversos premios incluido el Goya- con este bochornoso y cutre cantamañanas de la serie Vergüenza, que afortunadamente ha regresado a la pequeña pantalla con una segunda temporada, y en la que el hombrecillo sigue metiendo impenitentemente la pata para regocijo y rubor de la audiencia.

La serie, ya se sabe, es obra de Juan Cavestany y Álvaro Fernández Armero, que hacen reír al espectador con las situaciones que crean, sin dejarle de sentir al tiempo buenas dosis de alipori. Pero estos aciertos no se producen solo por sus guiones y el buen hacer de Javier Gutiérrez, sino que serían impensables sin la presencia de esa formidable actriz que es Malena Alterio, la esposa de ficción del esperpéntico protagonista. Ella no le va a la zaga en sus vergonzantes errores, y su propia actitud, entre cómplice y perpleja, tímida y decidida, es el complemento ideal para esta sorprendente serie que promete un capítulo especial para Navidad como hacen algunas británicas. Veremos qué les ocurre y en qué ridículas situaciones se colocan, una vez que han sido padres por partida doble, tras la adopción de un niño etíope que les sorprende por su gigantismo, y del nacimiento de una niña que de momento no les ha creado problemas. Todo ello mientras el padre de ella es sospechoso de ser gay, el matrimonio experimenta incluso con embutidos en busca de la necesaria excitación sexual, y la abuela en silla de ruedas persiste en un falso mutismo ante la arrebatadora mirada ingenua del personaje de Malena Alterio, y la caricaturesca pomposidad del mequetrefe de Javier Gutiérrez.

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