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El inmaduro
Columna
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Cinco años sin Lou Reed

'Junior Dad' fue su última gran canción. Su último empeño.

Manuel Vilas
Lou Reed en 1996.
Lou Reed en 1996.Eric CATARINA (Getty)

Se cumplen cinco años desde que un cáncer de hígado acabó con la vida de Lou Reed. De no haber muerto aquel 27 de octubre de 2013 no me cabe la menor duda de que el músico de Nueva York hubiera seguido haciendo canciones poderosas. Era un artista en crecimiento, y se fue demasiado pronto. Pienso mucho en una obra como Lulu, que Reed firmó junto a la banda Metallica en el año 2011, y que ha acabado siendo un testamento extraordinario.

Lulu fue recibido con mucha frialdad. Uno nunca deja de sorprenderse de cómo le trató la crítica desde que una obra maestra como Berlin (1973) fue vapuleado por los comentaristas de la época. A Lulu le ha pasado lo mismo que a Berlin: ha crecido con el tiempo.

Una canción como Junior Dad, la última del álbum Lulu, es una de las más delicadas, fastuosas, obsesivas y complejas creaciones sonoras y verbales que se hayan compuesto en el mundo del pop. Solo por los 19 minutos que dura Junior Dad esa colaboración entre Lou Reed y Metallica debería de ascender a los altares de la modernidad, y de la excelencia. Junior Dad es una salmodia y una elegía sobre la decepción y sobre la paternidad destruida por el tiempo y convertida en inocencia. Junior Dad es un templo, un sitio en donde rezar y morir con un poco de belleza. Fue su última gran canción. Su último empeño.

Desde que Lou Reed se fue todo ha empeorado. Parece como una maldición. Gobierna su país Donald Trump. Y el recuerdo de Lou Reed cada vez es más escaso en Estados Unidos, a excepción de Nueva York. No creo ser el único que se siente viudo. Porque si Lou Reed siguiera vivo hoy, al menos tendríamos alguien en quien seguir confiando.

En Lou Reed se podía confiar, porque siempre se la jugaba por todos nosotros. Cada álbum nuevo traía un nuevo riesgo, tierra ganada al mar. Hay gente que se muere y no pasa nada. Con la muerte de Lou Reed yo noté el empeoramiento real del mundo. También en estos cinco años he notado el envejecimiento de su memoria. La iconografía de Lou Reed envejece. Sus videos de los años setenta, colgados en Internet, se están volviendo amarillos.

Pensé que si alguien no podía volverse amarillo en nuestros recuerdos ese iba a ser Lou Reed. Cada cierto tiempo aparecen nuevas fotos. El catálogo iconográfico es interminable. Hace poco vi una foto suya desconocida: era un Lou Reed de niño, en la playa, con su padre y con su madre, era una instantánea de 1947. El periodista Ignacio Juliá, que fue su amigo, me reveló algo que me parece fascinante: cuando Lou murió su madre aún vivía. Su madre murió pocos días después. No sé por qué, imagino que por mi tendencia a mezclarlo todo con mi propio país, pensé en Antonio Machado y en su madre, en esa pensión de Colliure en donde agonizaron juntos en 1939.

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