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Blogs / Cultura
La Ruta Norteamericana
Por Fernando Navarro
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Operación Salvador Sobral

El músico portugués emociona con su jazz delicado y su fragilidad vocal en su gira española

El cantante portugués Salvador Sobral durante el concierto en el Teatro Nuevo Apolo de Madrid.
El cantante portugués Salvador Sobral durante el concierto en el Teatro Nuevo Apolo de Madrid.J.P.Gandul (EFE)
Fernando Navarro

“Me gusta el arte que te hace sentir incómodo”. Sentado al piano, Salvador Sobral citó a Miles Davis. Con su estupendo sentido del humor, el músico portugués usó esta frase del coloso jazzístico para justificar la historia chistosa e improvisada que dio paso a la delicadísima interpretación de Ay amor, balada original del cubano Bola de Nieve, que anoche hizo sobre el escenario del Teatro Nuevo Apolo de Madrid.

“El arte que te hace sentir incómodo”. A decir verdad, había un mensaje que iba más allá de cualquier gracieta bien contada por Sobral. Era el mensaje de su propia filosofía artística. La filosofía del uncomfort, palabra que el cantante portugués dijo en inglés reproduciendo la frase literal -también en inglés- de Miles Davis. Filosofía fuera de la comodidad, de lo fácil, de lo masivamente aceptable, de la intranscendencia. Toda una actitud, todo un camino propio, sin más interés que hallar un lugar en el mundo siguiendo tu instinto, con tu talento y sin pagar peajes a nadie.

Una actitud que siempre nace al tomar decisiones. En el caso de Sobral, la primera decisión fue tomar la dirección contraria que le proponía el programa Ídolos -el Operación Triunfo portugués-. Abandonó Lisboa, se marchó a Palma de Mallorca a estudiar una beca Erasmus y allí se pateó todos los garitos de jazz de la isla al tiempo que buceaba en el legado del propio Miles Davis, Chet Baker o Caetano Veloso.

Anoche, bajo los focos del Teatro Nuevo Apolo, Sobral dio rienda suelta a su música bajo esa filosofía, que le llevó a ganar contra pronóstico Eurovisión en 2017 y, sobre todo, a encontrar su lugar en un mundo musical repleto de ídolos de barro, muñecos teledirigidos y marionetas vacuas. Bastaron los primeros compases de la noche para comprobarlo con canciones como Change o Cerca Del Mar, cantada en español y perteneciente a su próximo disco.

Fue una degustación de calidad. Su amor por el jazz, el bolero y la bossa nova marcaron un concierto delicioso, que hacía volar emociones con su canto de pajarillo. La fragilidad vocal de Sobral es tan exquisita que en composiciones como Nem Eu o Presságio, que incluye un poema de Fernando Pessoa, se arrima al candor imbatible del Caetano Veloso más íntimo. Pero eso no quitó para que también se permitiese licencias vocales más viscerales y entrase al “juego” del jazz acelerado en compañía de Júlio Resende (piano), Bruno Pedroso (batería) y André Rosinha (contrabajo).

Dueño de una inteligencia y una elegancia en escena envidiables, el músico portugués, que sabía despertar risas entre el respetable entre canción y canción por su afilado sentido del humor, se revolvía de pie como si el ambiente instrumental que le envolvía le alumbrasen espasmos de gozo. Movía la manos con rapidez, luego con lentitud, pero siempre dibujando una guitarra o un piano imaginarios, que en ninguna academia de lo correcto le hubiesen dejado tocar con sus ojos cerrados como un niño.

En un mundo dominado por el imperativo de ese producto televisivo llamado Operación Triunfo, Salvador Sobral es como el agua que abre la brecha en la tierra. Un camino natural y esperanzador, como sonó su ya clásica Amor pelos dois. Un camino intenso y emociones a flor de piel, como cuando al final de la noche se sentó al piano de cola para cantar Prometo não prometer, que empalmó con Pongamos que hablo de Madrid, de Joaquín Sabina. Un camino fuera de lo fácil, que empezó cuando tomó decisiones incómodas, cuando buscó el arte más allá de las fronteras de lo establecido, cuando, transitándolo, el arte le empujó a ser él mismo, ese tipo quebradizo, tierno, original.

Puede haber 250 ediciones de Operación Triunfo y 2.000 aspirantes a estrellas del pop, con decenas de millones de telespectadores atiborrándose de fast food musical, pero ni todo eso metido en un gran saco o nube digital puede tumbar o eclipsar a la mejor operación de todas: Operación Salvador Sobral. Es la operación que no necesita cámaras, ni chismes, ni exhibicionismo, ni revistas del corazón, ni competiciones, ni votaciones, ni ejecutivos con iPhones de última generación detrás del plató, ni agencias televisivas midiendo audiencias, ni los dichosos 15 minutos de fama. Es el arte de la música.

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Sobre la firma

Fernando Navarro
Redactor cultural, especializado en música. Pertenece a El País Semanal y es autor de La Ruta Norteamericana. Ejerce de crítico musical en Cadena Ser. Pasó por Efe, Abc, Ruta 66, Efe Eme y Rolling Stone. Ha escrito los libros Acordes Rotos, Martha, Maneras de vivir y Todo lo que importa sucede en las canciones. Es de Madrid.

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