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El baile ‘desnudo’ de Eva Yerbabuena

La bailaora granadina presenta ‘Carne y hueso’ en Flamenco on Fire

La bailaora Eva Yerbabuena en su actuación en Pamplona.
La bailaora Eva Yerbabuena en su actuación en Pamplona.Villar Lopez (EFE)

Crear ( por ejemplo: pintar o escribir) puede ser más un acto de eliminación que de acumulación. El pintor Ramón Gaya aseguraba que pintar consistía en ir desnudando, en ir quitando materia, eliminando el juego de la pintura misma.

La bailaora Eva Yerbabuena, que este sábado presentaba en el auditorio Baluarte de Pamplona, dentro de la V edición de Flamenco on zFire, uno de sus últimos espectáculos, Carne y hueso, ha querido con esta producción ( levantada con coreografías recuperadas, aunque de manera diferente, de otros espectáculos) mostrar la “esencia” del baile, prescindiendo de afeites, escenografías y ropajes.

La escenografía ahora es el bailarín o bailaora mismos mostrando su vulnerabilidad, más allá de las luces provisionales del escenario, más allá de todo aquello que contribuye a dar la apariencia de que el artista vive en un mundo otro, más allá del bien y del mal. El artista muestra ahora, incluso, su payasez, mientras suena en la voz del cantaor el bolero de José Solís Payaso, aflamencado y popularizado en España por Bambino.

Efectivamente, Eva Yerbabuena parece querer traer una idea esencialista de la danza, como una fuerza espiritual, como una energía desbordante que el artista (en este caso la bailaora) , traslada como mediador al público o a las personas en general.

Ocurre, sin embargo, que mientras la danza clásica pretende lo espiritual y la elevación a fuerza del ‘olvidar’ el cuerpo, o al menos de doblegarlo, el baile jondo y la danza española en general son una reivindicación misma del cuerpo, una afirmación del suelo, de lo terrenal. Y esa desnudez formal del cuerpo, de la danza, parece tratar de mostrarse también en este espectáculo. La carne sin más, que a veces, en la cotidianidad de la vida, está en los puros huesos.

Paul Valéry, en un texto escrito para una actuación de Antonia Mercé la Argentina, a la que admiraba mucho, dice que el proceso mismo de creación de algo ( una pintura, un poema...) es una danza en sí mismo. Y que por ello, la danza propiamente dicha es una sucesión imparable de movimientos sin un fin, una generación de energía inútil desde un punto de vista pragmático. En ese sentido, el arte sería siempre lo ‘inútil’.

Pero hay finalmente una utilidad distinta en la danza, que conforma un tiempo propio, genuino. Una abstracción temporal, aunque luego la realidad aceche de nuevo agazapada, quizás cruel y humildemente humana.

Cualesquiera que sean los hilos filosóficos que enhebran el espectáculo presentado por Yerbabuena en Flamenco on Fire, lo que vimos fue una excelente propuesta con buena guitarra y gran cante. Y, sobre todo, con el acostumbrado maravilloso baile de Eva, quien, por cierto, parece haber cambiado sus maneras ensimismadas, concentradas y onduladas de bailar, por un estilo más erguido y rotundo y con un braceo más contundente y marcajes muy afirmativos. Quizás para mostrar mejor esa soledad y vulnerabilidad del cuerpo danzante.

Un cierto feismo en el vestuario pueden ser otra voluntad de desnudar el baile de adornos innecesarios. Así, las Alegrías, que suelen bailarse con elementos de escuela sevillana (bata, mantón, a veces palillos y hasta abanico pericón) son presentadas aquí con pantalón y chaquetilla.

El público fue de menos a más en su recepción de la propuesta, hasta acabar rendido ante el arte ‘ desnudo’ de la gran bailaora granadina.

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