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Gol de España

'El sol de Flandes', de Fernando R. de la Flor, hace un deslumbrante recorrido por entre los imaginarios bélicos que sostuvieron el ascenso del imperio y su desmoronamiento

'Las lanzas' o 'La rendición de Breda', de Diego Velázquez.
'Las lanzas' o 'La rendición de Breda', de Diego Velázquez.museo del prado

Once de julio de 2010. Andrés Iniesta —y, con él, todos los reinos de España de nuevo unidos para la batalla— penetra en el área contraria. El portero holandés se lanza, pero la pelota llega al fondo de la red. ¡Gol! ¡Gol de España! ¡Y derrota de Holanda! Derrota del enemigo protestante, del hereje que, en el siglo XVII, doblegó al imperio español en Flandes. ¡Venganza, cielos, venganza! Y es que, ya lo ven, todo conflicto bélico —y el fútbol también lo es— tiene un imaginario que cruza los siglos para mantener viva su llama. Tan es así que todavía hoy, adentrados en el siglo XXI, asistimos a una relectura heroica de aquel imperio entre pintores, novelistas o guionistas de cine y televisión, que parecen obviar la trayectoria real y más compleja de las armas españolas.

Por ello merece la pena volver los ojos hacia este Sol de Flandes, en el que Fernando R. de la Flor revisa la trayectoria del imperio que se propuso construir un planeta católico usando como instrumento la violencia de las armas, y que terminó rodeado de una completa y compartida hostilidad, que alcanzaba desde Flandes hasta Filipinas, desde Arauco hasta Suecia. A esa inquina se sumaba la paradójica disposición de una monarquía hispánica atenta a la producción de discursos simbólicos que sustentaran la deriva de sus armas, pero incapaz de integrar en sus ejércitos, como hacían los enemigos, las novedades de la artillería, de la cartografía, de la ingeniería militar o de la navegación. ¡Que inventen ellos!

No ha de sorprender, pues, que, para celebrar una victoria emblemática como la de Breda, Velázquez optara por pintar a sus españoles armados con lanzas cuando las armas de fuego ya se habían impuesto, o que el padre Bossuet, en su Oración fúnebre por el príncipe de Condé, recordara a unos tercios españoles que, perdida ya la batalla de Rocroi, seguían formando muros humanos y oponiendo sus picas a la artillería francesa. Es el mismo ímpetu inútil que le hace confesar a don Quijote: “Yo hasta agora no sé lo que conquisto a fuerza de mis trabajos”. Por eso el Quijote atraviesa el libro como eje metafórico de ese empeño hispánico en explicar la realidad desde una ficción imaginaria y de convertir en epopeya la derrota. Al igual que los discursos iniciales señalaban a la monarquía hispana como elegida de Dios, también ahora se encontró la respuesta en un Dios que castigaba los pecados de los españoles y al que se había de implorar en busca de amparo y de refugio.

El sol de Flandes sigue un deslumbrante recorrido por entre esos imaginarios bélicos que sostuvieron el ascenso del imperio y que justificaron luego su desmoronamiento. A ello se añade alguna que otra virtud extraordinaria, como es la de acrecer la inteligencia de sus lectores o la de iluminar la erudición con ideas, como solo Fernando R. de la Flor sabe, haciéndonos entender que arte y literatura reflejan, explican y construyen no solo las mentalidades, sino también la realidad misma.

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Autor: Fernando R. de la Flor


Editorial: Delirio (2018).


Formato: tapa blanda (632 páginas, dos volúmenes).


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