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DECLAN DONNELLAN | Dramaturgo

“Amar a alguien es estar abierto a la sorpresa”

El autor británico estrena la fábula de Shakespeare 'Pericles, príncipe de Tiro'

Cristophe Grégoire, en el personaje de Pericles, en la obra que dirige Declan Donnellan. En vídeo, el tráiler teaser de la obra.Vídeo: PATRICK BALDWIN / CENTRO DRAMÁTICO NACIONAL
Rocío García

 A Declan Donnellan, Shakespeare le deja siempre huecos para la sorpresa. Nunca le ha defraudado, tampoco le ha cansado, ni ha dejado de amarle. “Una de las razones por las que me sigue sorprendiendo Shakespeare es porque escribe sobre el autoengaño, sobre aquello que uno siempre ha sabido pero que, de un modo u otro, olvida. Como el hecho de que voy a morir. Shakespeare comparte con nosotros la oportunidad de participar de una experiencia… experiencias profundas que nunca pueden ser iguales dos veces. Solo lo que está muerto parece igual”, explica Donnellan, el gran dramaturgo británico y fundador de la compañía Cheek by Jowl junto al escenógrafo Nick Ormerod, embrujado desde siempre por el mundo de Shakespeare y los clásicos. “No hay nada tan sorprendente como el pasado” añade el director, que estrena en Madrid Pericles, príncipe de Tiro, uno de los últimos textos escritos por Shakespeare. Fábula sobre el amor, Pericles, príncipe de Tiro, se representa en el María Guerrero desde hoy jueves y hasta el próximo domingo.

En una entrevista realizada vía correcto electrónico, Declan Donnellan (Manchester, 1953) se sumerge en el universo de Shakespeare y habla de su amor por él. “No se puede amar a alguien que no sea capaz de sorprenderte. Amar a alguien es estar abierto a la sorpresa. Cuando una persona te dice que te conoce y te entiende totalmente, ha llegado el momento de salir huyendo. Las obras de arte están vivas y, en consecuencia, cada vez que las miras son diferentes. Siempre que leo las obras de Shakespeare parece que el autor las ha vuelto a escribir para que hablen de la actualidad. Todo en ellas resulta nuevo”, asegura el dramaturgo, que en esta ocasión vuelve a contar con la escenografía de Nick Ormerod –ha situado la historia en una habitación de hospital- y con el núcleo de sus actores franceses fetiche como Cécile Leterme, Camille Cayol, Xavier Boiffier y Christophe Grégoire, a los que se han unido en esta ocasión Valentine Catzéflis, Guillaume Pottier y Martin Nikonoff.

Pericles, el príncipe de Tiro, un romance tardío, considerado un cuarteto con Cimbelino, Cuento de invierno y La tempestad, Donnellan destaca la vitalidad y el optimismo de la obra y la sensación de que quizás el orden proviene del caos. Pericles, amenazado por las tramas secretas de Antíoco, emperador de Grecia, abandona Tiro a bordo de una nave que naufraga. Pericles se salva, pero se ve inmerso en un viaje plagado de peligros, traiciones y amores. “Al principio parece ajena a nosotros, un cuento sobre torneos y caballeros”, explica su director, “pero, en realidad, es una fábula que habla de un hombre que es separado de las personas a las que ama y que, poco a poco, milagrosamente, vuelve a reunirse con ellas en un reencuentro que es más obra del destino que de su propio esfuerzo. La pieza trata del misterio del amor, de la pérdida y del amor redescubierto tras una dolorosa y desconcertante ausencia. El problema de Pericles es que se ha extraviado. Tras haber perdido todo, no entender ya nada, haber perdido el rumbo y seguir intentando desesperadamente averiguar dónde está, después de todo ese esfuerzo, nada parece servir. Pero, sorprendentemente, de todo lo posible, es el caos lo que viene a salvarlo. De repente, la suerte y el azar lo solucionan todo. Pericles no se merece ni su dolor, ni su redención”.

Apasionado de los clásicos, Donnellan defiende que los textos buenos son los que siempre tratan del momento actual, aquellos que indagan en los entresijos de la condición humana de una manera imposible de explicar. “No es un proceso racional. Lo curioso de Shakespeare y de otros autores, como Racine, Chéjov o Calderón, es que no representamos sus obras porque sean venerables, o antiguas, o las hayan escrito personas que ya están muertas. Lo maravilloso de ellas es que son magníficas. Han sobrevivido porque, a lo largo de cientos de años, han seguido mostrando la vida. Y la vida no es un estado. La vida es un proceso. La carnalidad de la experiencia humana se manifiesta en las representaciones. Shakespeare sabe que es nuestra carnalidad lo que nos hace y siempre nos hará humanos, ahora y dentro de 400 o de 4.000 años. La tecnología solo nos cambia en apariencia”.

No oculta su preocupación Declan Donnellan por la situación de incertidumbre que atraviesa Europa, con el Brexit, el proceso independentista en Cataluña, además del enfrentamiento con Estados Unidos y el autoritarismo en algunos países del Este. “Son temas muy serios. Los ingleses tienen una capacidad asombrosa para ocultar su fanatismo. Una de las causas del Brexit es la nostalgia, que siempre está enojada y otra es la amnesia. Una de las muchas razones para crear la Unión Europea era evitar otra guerra en el continente. Hoy en día hay mucho rencor. Mucha gente tiene la sensación de que no recibe bastante atención. Se queja del dinero porque parece más racional y menos embarazoso, pero lo que de verdad la enfurece es la falta de atención”.

Defiende Donnellan la política como lugar de debate público para la resolución de los problemas y el teatro como lugar para conectarnos “La política no consiste en gritar eslóganes. La política es el debate público entre personas con diferentes puntos de vista; es cuestión de empatía. La empatía es completamente diferente de la simpatía. La empatía nos permite ponernos de parte de alguien que no es como nosotros, respetar a alguien que no está de acuerdo con nosotros. En cambio, la simpatía lleva al odio y a la guerra. En política, esto ocurre con mucha frecuencia. Simpatizamos con las ideas de determinadas personas y no con las de otras, y por eso las odiamos. Tenemos que escuchar a quienes tienen puntos de vista diferentes. De lo contrario, nos encaminamos hacia el desastre. La simpatía conduce a la guerra. Creo que, en último extremo, la simpatía levanta muros, mientras que la empatía tiende puentes”.

“El teatro nos ayuda a desarrollar nuestra empatía. Necesitamos imaginación y empatía para entender a nuestros enemigos. Imaginar que el enemigo no es más que un estúpido o un malvado suele ayudarle a conseguir el poder. Tenemos que soltarnos del mundo de la simpatía y entrar en el de la empatía”.

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