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Crítica | Las leyes de la termodinámica
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Ciencia de la comedia romántica

Nace desestabilizada por su propio dispositivo, como si su escrupuloso sentido del orden la hubiera acabado arrastrando hasta el caos

Berta Vázquez y Vito Sanz (derecha), en 'Las leyes de la termodinámica'.
Berta Vázquez y Vito Sanz (derecha), en 'Las leyes de la termodinámica'.
Javier Ocaña

LAS LEYES DE LA TERMODINÁMICA

Dirección: Mateo Gil.

Intérpretes: Vito Sanz, Berta Vázquez, Chino Darín, Vicky Luengo, Irene Escolar.

Género: comedia. España, 2018.

Duración: 100 minutos.

Ejemplificada en su cortometraje del año 2008 Dime que yo, ganador del Goya de la categoría, la obsesión de Mateo Gil por las relaciones entre el azar y el encuentro amoroso llegan a su máxima expresión en su nueva obra, Las leyes de la termodinámica, presentada estos días en el Festival de Málaga. Una película con ecos lejanos de Los amantes del Círculo Polar, Corre, Lola, corre y 500 días juntos, de insólitos y valientes planteamiento y formato, pero desestabilizada por su propio dispositivo, llevado hasta extremos casi delirantes. Como si su obstinación por las reglas de la física y sus estados de equilibrio le hubieran hecho olvidarse de las bases de la comedia romántica, que en realidad es lo que está contando. Como si su escrupuloso sentido del orden la hubiera acabado arrastrando hasta el caos.

Nos explicamos: la película viene acompañada durante todo su relato, además de por una casi constante voz en off del protagonista, el científico que interpreta Vito Sanz, por toda una serie de imágenes y gráficos de documentales científicos, junto a declaraciones de expertos —en su idioma original, y con las superpuestas voces de los dobladores, muy reconocibles de los habituales documentales divulgativos de La 2—, que van desgranando, con textos de evidente complicación, la naturaleza de las actitudes sentimentales y personales de los personajes, y su relación con las susodichas leyes de la termodinámica. Y el resultado es una película cojitranca que nunca fluye, en la que te desentiendes pronto de cada texto científico, y en la que la barroca acumulación de sonidos, gráficos y formatos perturba el sentido, en principio refrescante, de la historia en sí, que solo reluce en puntuales instantes de comedia.

De apariencia complejísima, pero en realidad muy básica, como demuestra su mensaje final, expuesto por el personaje de Berta Vázquez, la película lleva a preguntarse por qué si justo aquella es la conclusión, qué sentido tiene ocupar tanto tiempo de metraje insistiendo en la ciencia. De modo que lo único que sería una genialidad de Las leyes de la termodinámica es que todas esas eruditas parrafadas científicas descritas por Gil, esos conceptos y fórmulas matemáticos, hubieran sido inventados y no fueran más que una gran patraña, una simulación paródica. Pero a ver quién es el listo que se pone a comprobarlos durante o después de la película.

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Sobre la firma

Javier Ocaña
Crítico de cine de EL PAÍS desde 2003. Profesor de cine para la Junta de Colegios Mayores de Madrid. Colaborador de 'Hoy por hoy', en la SER y de 'Historia de nuestro cine', en La2 de TVE. Autor de 'De Blancanieves a Kurosawa: La aventura de ver cine con los hijos'. Una vida disfrutando de las películas; media vida intentando desentrañar su arte.

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