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Crítica | Una razón brillante
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La verdad y la razón

Lástima que prevalezca la plantilla de la comedia de contrarios que, obligados a un objetivo común, aprenderán a comprenderse

“Es un gozo ver que (…) una novela pueda levantar unas polémicas profundas, animadversión, ira, rencores y amenazas (…) Creo que es el único país del mundo y, obviamente, es el país más bello precisamente por eso”, afirmaba Romain Gary en el espacio televisivo Lectures pour tous, a propósito de la controversia generada por su novela Las raíces del cielo, galardonada con el Goncourt en 1956. Sus declaraciones aparecen en el montaje de archivo que abre Una razón brillante. Junto a las palabras de Gary, una reflexión elegíaca de Claude Levi-Strauss, una insolencia de Serge Gainsbourg y la definición de Jacques Brel de la estupidez como el estado de conformidad de quien ya no siente curiosidad por nada. Todos los fragmentos sirven al mismo propósito: ofrecer una imagen de la cultura francesa como territorio ilustrado, donde toda disidencia y disensión puede ser razonada y argumentada. Una razón brillante no es la comedia francesa al uso para quien va a la sala de cine como quien va al salón de té. Con todo, algo traiciona la ambición de sus propósitos.

UNA RAZÓN BRILLANTE

Dirección: Yvan Attal.

Intérpretes: Camélia Jordana, Daniel Auteuil, Yasin Houicha, Nicolas Vaude.

Género: comedia. Francia, 2017

Duración: 95 minutos.

En la película, una estudiante universitaria de origen argelino (vital, estupenda Camélia Jordana) es humillada por un arrogante profesor (Daniel Auteuil, entre lo odioso y lo desvalido) en el primer día de clase. La dirección de la universidad decidirá unirles para su participación en un concurso de oratoria. Yvan Attal se planta, así, en un estimulante territorio, afín al teatro de ideas, donde la corrección política y el lenguaje ofensivo y excluyente podrían batirse en apasionante duelo. Lástima que, finalmente, prevalezca la plantilla de la comedia de contrarios que, obligados a un objetivo común, aprenderán a comprenderse. Una razón brillante es una película supuestamente ebria de alta cultura que sucumbe a las fórmulas de la cultura de multisalas. Y al chovinismo.

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