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La fiebre del cambio

Nunca ha habido unas candidaturas tan diversas en unos Goya en los que hasta cinco películas rodadas en cuatro idiomas luchan por el premio principal

Paula Robles (izquierda) y Laia Artigas, en 'Verano 1993'.
Paula Robles (izquierda) y Laia Artigas, en 'Verano 1993'.
Gregorio Belinchón
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No será la primera vez que haya dos directoras compitiendo con sus películas al Goya principal, ni películas de varios idiomas luchando por ese galardón. Pero sí es cierto que nunca ha habido cuatro lenguas para cinco películas (euskera en Handia; catalán en Verano 1993; español en El autor y Verónica, e inglés en La librería), ni una sensación de cambio tan grande. Cierto, no ha dado tiempo a que hayan hecho lobby los nuevos académicos en la operación de rejuvenecimiento que ha emprendido en la institución su presidenta, Yvonne Blake, que no podrá asistir a los Goya al estar internada en una clínica de rehabilitación tras sufrir un ictus. Pero en la variedad de géneros, en las candidaturas obtenidas por estas y otras películas como Abracadabra o La llamada, o Selfie y Pieles -aunque ambas deberían de haber logrado más candidaturas de las recibidas- parece que algo se mueve.

También es verdad que las apuestas más radicales, el denominado otro cine español, que se proyecta en festivales de todo el mundo y que apenas encuentro hueco comercial en su casa, no acaba de asomarse a los Goya. ¿Dónde está Julia Ist?¿Y La Chana? ¿Y Tierra firme? ¿O dos películas tan contundentes y logradas como son Most Beautiful Island, La vida y nada más y Mimosas? ¿Qué ha pasado con Algo muy gordo o Análisis de sangre azul? Si se estrenó al final en salas, regateando el problema de haberse visto previamente en la plataforma que la produjo, Netflix, ¿tan poco ha gustado Fe de etarras? Además de que choque en las ausencias la poca representación de las dos películas de Álex de la Iglesia, que ha logrado el bombazo taquillero de las Navidades con Perfectos desconocidos. O la extrañeza que provoca que no sean candidatas ni Macarena García ni Marian Álvarez, cuando sí lo son sus compañeros de reparto en La llamada y Morir, respectivamente. O Ricardo Darín, inconmensurable en La cordillera.

Parecen seguros -aunque nunca se sabe- los goyas a Javier Gutiérrez por El autor y Nathalie Poza por No sé decir adiós. Tendría gracia que un director de cine como Eugenio Mira ganara el Goya a mejor banda sonora con su partitura de Verónica, aunque aquí esté por encima del esto la música de Alberto Iglesias con La cordillera -y obtendría su undécimo galardón-. Está casi cantando el Goya a largometraje de animación para Tadeo Jones 2. Y entramos en arenas movedizas, en las extrañas decisiones que toman los académicos en las categorías a mejor largo documental (en lo que debería ser un cara a cara entre Muchos hijos, un mono y un castillo y Cantábrico), película europea (siempre premian algo popular -aquí estaría C'est la vie!-, ninguneando los grandes títulos del año -Lady Macbeth, Toni Erdmann y The Square-) y película iberoamericana (Zama contra Una mujer fantástica, tremendo).

En fin, todo el mundo tiene su opinión, y lo mismo los académicos: desde quienes creen que ha sido un año mediocre a quienes se reafirman que ha habido una gran cosecha: a ambos les funciona como justificación de su discurso la pluralidad de títulos. En lo que hay acuerdo es que en 2017 la reina ha sido Carla Simón, que hace ahora un año no pasaba de ser una cineasta conocida solo entre sus amigos. Hasta que en la Berlinale Verano 1993 ganó el premio a mejor Ópera Prima de todo el certamen, después la Biznaga de Oro en el festival de Málaga y el resto... El resto es ya es historia del cine español gracias a su obra maestra, un ejemplo de naturalidad y sinceridad, ahondando en su propia infancia y en los sentimientos de los niños, en el hueco que deja el dolor de la pérdida de los seres más queridos y en cómo el ser humano lucha por llenarlo. Gane quien gane, esta habrá sido la temporada de Carla Simón.

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Sobre la firma

Gregorio Belinchón
Es redactor de la sección de Cultura, especializado en cine. En el diario trabajó antes en Babelia, El Espectador y Tentaciones. Empezó en radios locales de Madrid, y ha colaborado en diversas publicaciones cinematográficas como Cinemanía o Academia. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense y Máster en Relaciones Internacionales.

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