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“Cuanto más se enfaden conmigo los talibanes del rock progresivo, mejor”

Steven Wilson presenta en España en febrero su último disco de “sensibilidad pop”

Steven Wilson, en las oficinas de Music As Usual, en Madrid.
Steven Wilson, en las oficinas de Music As Usual, en Madrid.ULY MARTIN (EL PAÍS)

Una infecciosa canción pop, él sentado al piano y bailarinas tipo Bollywood: el videoclip recoge la nueva inmediatez de Steven Wilson. El énfasis que el músico británico ha puesto en la melodía y el formato de canción en su quinto álbum como solista, To the bone (Caroline/Music As Usual), arquea algunas cejas: “Cuanto más se enfaden al verlo los talibanes del rock progresivo más querrá decir que lo estoy haciendo bien. Se trata de desafiar las expectativas de los fans”.

Gafas, melena lacia y sorprendente apariencia juvenil, Wilson (Londres, 1967) aparcó en 2010 Porcupine Tree, la banda de culto de la que era factótum, catalogada como los Pink Floyd de los noventa: “Algo que ahora me irrita, porque creo que me he ganado el derecho a que se me considere un artista con mundo propio”. A pesar de la policromía de estilos de Porcupine Tree, el grupo le provocaba cierta claustrofobia: “Aunque seas el compositor y dictes la dirección, el resto de la banda tiene que sentirse contento con lo que toca. Para mí los parámetros se volvían cada vez más pequeños. En solitario puedo cambiar de rumbo o de músicos cada vez”.

To the bone, que presentará en Madrid y Barcelona el 1 y 3 de febrero respectivamente, supone el primer álbum en la prolífica discografía de Wilson volcado en “la sensibilidad pop” de su ADN. Siempre estuvo allí, pese a que solo había aparecido en pequeñas dosis. El verbo claro pero florido del músico lo explica con una escena infantil navideña en la que sus padres se intercambiaron elepés como regalo: él recibía Dark side of the moon de Pink Floyd; ella, Love to love you, baby de Donna Summer. “Toda mi carrera transpira cosas de esos discos. Del primero, la idea de álbum, el rock conceptual y el invitar a un viaje a través de los surcos. Así como el brillo pop y de ritmos y producción del segundo. Además, piensa que la de Pink Floyd es a su vez una colección con grandes canciones pop. Y que la primera cara del álbum de Donna Summer la acaparan 16 minutos de sinfonía disco”.

A Wilson le va el concepto. Miremos sus dos trabajos previos como solista: The raven that refused to sing (and other stories) giraba en torno a lo sobrenatural; Hand. Cannot. Erase. partía del caso de Joyce Carol Vincent, una joven británica que permaneció casi tres años muerta en su apartamento sin que nadie la echara de menos. To the bone no es un disco conceptual, pero sí aparece en él una idea con frecuencia: qué entendemos por verdad en distintos contextos. “Creo que en esta sociedad de sobredosis informativa se vuelve el principal problema lidiar con los políticos que retuercen los hechos para que encajen con sus intereses. Y con los fundamentalistas que lavan cerebros, crean su propia verdad y dañan a aquellos cuya verdad no concuerda”.

El terror atañe de pleno a dos de los cortes: People who eat darkness y Detonation, inspirados por las matanzas de la sala Bataclan en París y de la discoteca Pulse en Orlando, respectivamente. “El terrorista moderno se parece a los asesinos en serie de antaño como Ted Bundy en su apariencia de normalidad. O bien buscan una excusa en la religión para justificar su propio odio, homofóbico en el atentado de Orlando”. En sus tribulaciones, Wilson sí tiene claro que la verdad desnuda, pura, a la que alude el título del álbum es una utopía, no existe. “Filtrada por múltiples factores, la verdad de cada uno es simple perspectiva”. Hay otros temas donde asoma esperanza en panoramas desoladores: “Es fácil deprimirse aunque sigo encontrando el mundo extraordinario. Y de nosotros depende la profundidad de nuestras vidas”.

Junto a Wilson repite respecto al disco anterior la aportación vocal de la israelí Ninet Tayeb (“un producto de concurso televisivo reconvertida en maravillosa cantautora”), incluso a dúo en Pariah, que recuerda al Don’t give up de Peter Gabriel y Kate Bush. “Seguro que iba en mi subconsciente, ambos son una influencia. Y el álbum pretende remitir a su pop elaborado o al de Prince, Tears For Fears, Talk Talk…”

Wilson continúa con su faceta de remezclar catálogos ajenos: XTC, King Crimson, Caravan, Roxy Music… Y mantiene en stand-by sus otros grupos paralelos (Blackfield, No-Man…). En el “privilegio de dedicar su vida a algo que le da felicidad”, admite frustración por su invisibilidad mainstream, “porque el 90 por ciento del público no puede decidir si le gusta o no mi música. Está empezando a cambiar con este disco y mi modelo sería el de Radiohead: hacen lo que quieren y siempre con atención masiva”.

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Artista: Steven Wilson.


Sello: SW Records (2017).


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