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La corriente del Golfo

Iconos sostenibles, urbanismo colaborativo y un Pritzker español, entre los logros del año

Anatxu Zabalbeascoa
Patio central del Centro de investigaciones del petróleo Rey Abdullah en Riad, de Zaha Hadid.
Patio central del Centro de investigaciones del petróleo Rey Abdullah en Riad, de Zaha Hadid.HUTFON & CROW

La mejor arquitectura levantada este año asume la responsabilidad de indicar caminos escuchando al entorno y a los ciudadanos para dar respuesta imaginativa a problemas económicos, medioambientales y demográficos. Así, algunos iconos en Oriente Próximo exploran vías de crecimiento sostenible que cuestionan la exportación acrítica del modelo arquitectónico occidental. Aunque urge replantear también las condiciones de vida de quienes viven en campos de trabajo levantando esos emblemas, se ha dado un primer paso hacia un modelo más sostenible. Más allá de esos vistosos trabajos, el premio del Royal Institute of British Architects ha reconocido una intervención que, hace poco, no hubiera sido considerada ni urbanística ni arquitectónica: la recuperación de un muelle victoriano para transformarlo, como demandaban los ciudadanos, en un espacio público flexible. En esa línea, los holandeses MVRDV llevaron la iniciativa del High Line neoyorquino —reciclar las infraestructuras ferroviarias elevadas para convertirlas en jardines— a Seúl para culminar el Sky Garden de la capital coreana redefiniendo la idea de una arquitectura global. Este es un posible resumen del año arquitectónico.

Hadid póstuma en el golfo Pérsico

Las celdas de celosía del Centro Rey Abdullah en Riad (Arabia Saudí) no obedecen a criterios formales, sino a objetivos sostenibles. El último edificio póstumo de Zaha Hadid está salpicado de patios que desvían la luz indirecta y, sin embargo, iluminan y ventilan el interior. Protegerse del sol y del viento y, a la vez, aprovecharlos justifica la forma cristalina de una construcción que imita el crecimiento de las formaciones minerales. Levantado con un 30% de materiales reciclados, el empleo de ledes, la sombra o los patios le reportan un consumo energético un 45% inferior a inmuebles de tamaño similar. Eso sí, no lejos de Riad, en Dubái, la firma de esta desaparecida arquitecta culmina el edificio The Opus para el hotel ME utilizando otro discurso y otros materiales: los asociados al lujo occidental: el acero y el vidrio.

Lo mejor de lo levantado este año indica caminos escuchando al entorno y a los ciudadanos y responde a problemas económicos y ambientales

Koolhaas recicla en Dubái

Que en Oriente Próximo no se puede construir como en Londres y que se debe abandonar el ideal arquitectónico occidental lo pregonó el holandés Rem Koolhaas cuando inauguró la reconversión de una nave industrial en el centro de exposiciones Concrete. Alterando fachadas y reorganizando el interior, su estudio OMA defiende una arquitectura “100% producida en Dubái” y el reciclaje de la construcción existente por encima de la transformación de un desierto en una ciudad de aspecto occidental.

Louvre que responde al desierto

Justamente eso, responder a las duras condiciones climáticas del desierto, es lo que hace la cúpula de 180 metros de diámetro de la nueva sede del Louvre que Jean Nouvel inauguró este otoño en Abu Dabi. Más allá de marcar el territorio anunciando la franquicia del museo más visitado del mundo, las ocho capas de esa celosía filtran los rayos solares, y la organización del espacio en cubos potencia las corrientes de aire. Así, por algo más de 1.000 millones de euros, el Louvre ha cedido su nombre y parte de su colección durante 30 años a este nuevo emblema en el golfo Pérsico que, lejos de homogeneizar arquitectónicamente el mundo, habla de respetar tradiciones, actualizar técnicas constructivas y del reto, o la locura, de urbanizar el desierto.

Colaboración y regeneración

La recuperación del muelle Hastings en East Sussex (Reino Unido), arrasado por el fuego hace siete años, revela una arquitectura inesperada, en lugares de paso, y subraya la importancia de la movilización ciudadana a la hora de redefinir las prioridades urbanas. El estudio dRMM inició su intervención consultando a las asociaciones de vecinos, que propusieron transformar el muelle en un espacio flexible capaz de modificarse con los usos. En un ejemplo de colaboración y regeneración, los arquitectos trabajaron con los ciudadanos y las instituciones —desde la lotería hasta la oficina de empleo local, que proporcionó los carpinteros— para recuperar un emblema público. Como declaró el arquitecto Alex de Rijke, el muelle tenía más potencial que el de marcar icónicamente el lugar.

Nuevo Pritzker español

En este marco, el segundo Pritzker español juega un papel paradójico. A diferencia de otras ocasiones, en las que el galardón reivindicaba una vía de futuro para la profesión —el chino Wang Shu y el reciclaje por encima de la tabula rasa; el japonés Shigeru Ban y la arquitectura de emergencia, o el chileno Alejandro Aravena y sus viviendas incrementales—, el estudio de Olot RCR construye desdoblando con firmeza sus intuiciones plásticas. El resultado es una arquitectura personal de tan alto valor artístico como limitada ejemplaridad puesto que un trabajo tan artesanalmente producido está condenado a ser excepcional. Nace con cuentagotas y, por eso, carece del poder transformador de otras arquitecturas. Siendo una escuela de esfuerzo y dedicación produce resultados más cercanos al arte constructivo que preparados para solucionar urgencias urbanísticas.

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