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Alfonso Cuarón, el obrero del cine mundial

Durante más de dos horas, el cineasta mexicano desgrana su carrera en una clase magistral en Cannes

Gregorio Belinchón
Desde la izquierda, Guillermo del Toro, Sherezade Goldsmith y Alfonso Cuarón, el martes en Cannes.
Desde la izquierda, Guillermo del Toro, Sherezade Goldsmith y Alfonso Cuarón, el martes en Cannes.dominique Charriau (WireImage)
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Seis veces candidato al Oscar, ganador de dos estatuillas de Hollywood por Gravity (mejor dirección y montaje, junto a Mark Sanger), y cuando Alfonso Cuarón (Ciudad de México, 1961) se sentó delante de Michel Simon, crítico de Positif, quiso aclarar que no era ni un artista ni un hombre de oropeles: “Jamás recomendaría a nadie mi viaje, porque ha sido una travesía llena de inseguridades. Crecí en una industria cinematográfica devastada, en la que la generación previa a la mía no pudo hacer nada. Más aún, yo tuve un hijo con 20 años, muy joven, así que soy un currante del cine porque siempre he luchado por mantener económicamente a mi familia: durante muchos años trabajé como ayudante de dirección. Así que mi carrera, en resumen, tiene más que ver con la supervivencia que con la creación artística”,

Así arrancaron más de dos horas de charla, salpicadas por vídeos de sus películas, y con la presencia en primera fila desde la mitad de la lección, de Guillermo del Toro. Tanto mexicano junto azuzó a Cuarón para que afirmara: “No estoy seguro de que Cannes quiera las películas mexicanas, pero desde luego sí sé que le gustan nuestras fiestas”.

"Para mí las películas son más bien como exesposas. Casados les doy lo mejor y luego las quiero en la distancia"

El director recordó como a los 12 años se colaba en unos estudios cinematográficos cerca de su casa. “Aprendí que no me interesaba nada lo que allí hacían”. Estudió cine y filosofía, no acabó ninguna de ambas, y en esos momentos conoció al que se convertiría en otro “genio” del cine, Emmanuel Lubezki. “Guillermo del Toro apareció más tarde en mi vida. Es, como yo, otro currante del cine. Yo llevaba la pértiga del sonido y oí hablar de un genio del maquillaje en Guadalajara. Finalmente, nos conocimos en una serie de televisión, Hora marcada. Nos cruzamos en un camerino: “Tú eres Del Toro”; “Tú eres Cuarón”. Me dijo que había cazado la referencia en mi historia a un cuento corto de Stephen King, yo le contesté feliz que gracias, y él me respondió que había traicionado la historia y hecho basura. Así nos hicimos grandes amigos”. También reconoció la influencia de la generación de Felipe Cazals y de Arturo Ripstein. "Me fascina Canoa. Y ellos fueron muy generosos, aunque nosotros queríamos hacer otra cosa en cuanto a la forma". Y a continuación repasó su carrera:

‘Sólo con tu pareja’ (1991). En esa película, desde el inicio, ya se ve la apuesta visual que con el tiempo sería su marca natural: la primacía del color verde. “Siempre quise hacer algo al estilo Lubitsch, y con aquel ritmo, y a la vez quería que fuera cercana a cine de ese momento, como Jo, qué noche de Scorsese. En la trama quería burlarme de los prejuicios existentes entonces en México sobre el sida, que solo parecía afectar a mujeres y sobre todo a homosexuales, y no a los machos. Estrenamos la película en Toronto, donde fui con el Chivo [apodo de Emmanuel Lubezki] y mi hermano y productor, Carlos. Estábamos en la bancarrota, yo había quemado los puentes con el gobierno mexicano y no podía financiar otra película. Pero en Toronto el filme gustó, la vio Sidney Pollack, y él me lanzó a Hollywood. Daba igual: yo necesitaba el dinero. Descubrí que en Hollywood tú puedes estarte toda la vida sobreviviendo y dando saltos de une un proyecto en desarrollo en otro. Yo estuve mucho tiempo en ese limbo, y lo más que filmé fue un episodio de la serie Ángeles caídos… con la mitad de tiempo y presupuesto que el resto”.

‘La princesita’ (1995). “Leí el guion, me encantó y me reuní con el equipo para ver si podía dirigirlo yo. Recuerdo que cuando comenzó la reunión nadie me quería allí y salí contratado. Por cierto, una vez que acabo una película no vuelvo a verla. Guillermo y Alejandro consideran sus filmes como sus hijos, y les ayudan y les aman. Para mí son más bien exesposas. Casados les doy lo mejor y luego las quiero en la distancia”.

“Insistí con el color verde, algo que comencé asustado por otras posibilidades y por mi ignorancia. En mis trabajos siempre hay un conflicto de clases… excepto en Gravity porque al espacio solo van los ricos. En aquellas primeras películas aprendí mucho de las limitaciones que me ponía conscientemente. Por ejemplo, aquí nunca puse la cámara por encima de la niña, y eso me frustraba y a la vez me incentivaba”.

‘Grandes esperanzas’ (1998). “Nunca tuve que haberla hecho. Me la ofrecieron tres veces y las tres la rechacé. Al final acepté por razones equivocadas: estaba arruinado. Me llevaron a Nueva York a cenar con De Niro y, claro, piqué. Que te convenzan los estudios es muy peligroso, y en este caso olvidé que yo era escritor, que no había desarrollado aquel guion. Pensé que en el rodaje compensaría lo malo del libreto con lo visual. Y el error fue solo mío. No hay la amargura de Dickens en aquel texto. En fin, tuve estupendos colaboradores, pero como no veo mis películas, lo que recuerdo es lo que me dejó la experiencia. Un día le dije al Chivo por qué estaba toda aquella puesta en escena tan estilizada y tan bien diseñada, y me respondió: ‘Es un poco tarde ya para decirlo, ¿no?’. Otro ejemplo: la música es preciosa, pero todo junto al final es lo que los italianos califican de troppo (demasiado)”.

‘Y tu mamá también’ (2001). “Estaba perdido en el limbo de Hollywood, y desencantado no del cine sino del proceso en el que yo estaba metido. Un día entré en un videoclub y descubrí todo lo que no había visto en años. Me puse una semana de dieta de cine y decidí volver a lo que quería hacer. Ni escribía ni generaba mis propios proyectos: y era muy culpa. Yo vivía en Nueva York –nunca lo he hecho en Los Ángeles-, llamé a mi hermano, y le dije: ‘Tenemos que hacer esa historia de la que hablamos’. Vino a Nueva York y en tres semanas acabamos el guion”.

“En el rodaje combinamos guion escrito e improvisaciones. Hice el mismo viaje que realiza luego el trío protagonista y el viaje en sí me dio muchísima información. Otra vez la película está llena de limitaciones, pero me los impuse para crear un lenguaje fílmico en el que los caracteres y el contexto fueran igual importantes. Los dos chavales eran como yo en aquel momento, buscaban su identidad, y a la vez ese viaje hizo que recuperara la confianza en mi país. Ah, y Guillermo me dio la solución del final”. Durante esos años Cuarón conoció a Alejandro González Iñárritu y aquí ha hecho un inciso para recordar su amistad.

‘Harry Potter y el prisionero de Azkabán’ (2004). “Empecé a escribir un guion para un estudio, lo acabé en enero de 2001 –luego diré cuál es- y lo rechazaron. Me volví a quedar sin fondos para levantar por mí mismo otra película mexicana. Gael y Diego se burlaban de mí cuando se enteraron de que me había ofrecido un Harry Potter. Lo rechacé, y Guillermo me dijo: ‘¿No has leído los libros?’. ‘No, he visto las películas y…’. Y me gritó: ‘¡Eres un bastardo arrogante, léete los libros y hablamos después!’. Llevaba razón”.

“Me aproximé a ella de forma realista, no natural. Cuando leí y hablé con J K Rowling me fijé en las modernas referencias sociales que usaba. A mí me gusta trabajar con niños porque ofrecen milagros instantáneamente. Aquí les pedí que vieran Los cuatrocientos golpes; siempre pido a los actores que lean o vean referencias”.

‘Hijos de los hombres’ (2006). “Aquel guion que me rechazaron los estudios fue Hijos de los hombres. El estreno en Toronto de Y tu mamá también fue apoteósico, maravilloso… y al día siguiente ocurrió el 11-S. Y eso me empujó a proseguir con ese guion. Tras Harry Potter tuve tiempo para investigar e interesarme en un montón de cosas de forma intensa. Tenía muy claro desde el principio que quería que se pareciera a La batalla de Argel, de Pontecorvo. A Clive Owen le gustaba el guion, aunque con dudas, y le recomendé que viera ese filme. Al día siguiente confirmó su presencia. El Chivo y yo tuvimos claro que tendríamos tomas largas no por un récord olímpico, sino porque era lo necesario”.

‘Gravity’ (2013). No, el apellido de Kowalski no viene de Marlon Brando ni de teatro, que esa referencia es demasiado intelectual para nosotros [Del Toro lo corea desde la primera fila]. Con el Chivo ya sabíamos desde el principio que sería digital. Esta es la película que tuve en mi cabeza durante años. Tenía el dinero para sobrevivir… pero mi vida personal dio un buen vuelco, y tuve que volver a empezar. Las referencias a Bresson son del coguionista, mi hijo Jonás. Fíjate que el primer guion solo tenía un personaje, la mujer, y ni un diálogo. Puede que sea mi película con más detalles filosóficos, como la reflexión sobre el renacer. Gravity no es exactamente ciencia ficción, sino que ahonda en por qué existimos. Parte de mi búsqueda cinematográfica tiene que ver con poner cosas y temas sin expresarlos explícitamente”.

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Sobre la firma

Gregorio Belinchón
Es redactor de la sección de Cultura, especializado en cine. En el diario trabajó antes en Babelia, El Espectador y Tentaciones. Empezó en radios locales de Madrid, y ha colaborado en diversas publicaciones cinematográficas como Cinemanía o Academia. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense y Máster en Relaciones Internacionales.

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